Los servicios secretos alemanes clasifican como extremista a la rama juvenil de la ultraderechista AfD
La decisión de vigilar formalmente al grupo se toma meses después de frustrar un intento de otra organización de extrema derecha de derrocar violentamente al Estado
Los servicios secretos alemanes clasificaron este miércoles a las juventudes del partido ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) como un grupo extremista que amenaza a la democracia. La decisión llega solo unos meses después de que las autoridades frustraran un intento de otra organización de extrema derecha ―del que dos de los detenidos pertenecían a AfD― de derrocar con violencia al Estado.
La Oficina para la Protección de la Constitución (BfV), el servicio secreto interno alemán, ha puesto bajo vigilancia formal a la Joven Alternativa para Alemania (JA) y a otras dos organizaciones de la conocida como Nueva Derecha, el Instituto para la Política Estatal (IfS) y la asociación Ein Prozent (Uno por ciento). Hasta ahora, las tres estaban clasificadas como casos sospechosos de extremismo y ya estaban bajo el radar de las autoridades, pero la nueva denominación permite usar métodos de vigilancia más invasivos como escuchas telefónicas o la infiltración de informantes entre los cuadros de la organización.
De encontrar pruebas de actos contrarios al orden democrático, las agrupaciones podrían acabar ilegalizadas. “Ya no cabe duda de que estas tres asociaciones persiguen aspiraciones anticonstitucionales”, aseguró Thomas Haldenwang, el jefe de la Oficina, en un comunicado. Respeto a la JA, Haldenwang asegura que “la agitación contra los refugiados y los migrantes es un tema central y constante en sus declaraciones”. El grupo exhibe su xenofobia y particularmente su islamofobia. “A los inmigrantes de origen (supuestamente) musulmán se les atribuyen generalmente características negativas, como el atraso cultural y una tendencia desproporcionadamente fuerte a la delincuencia y la violencia, simplemente por su origen y religión”, detalla.
Trabajos previos de vigilancia ya habían demostrado a qué se dedican estos grupos. En el caso del IfS, un think tank al servicio de narrativas ultraderechistas, la oficina para la protección de la Constitución de Sajonia-Anhalt la calificó de extremista en 2021. De ella destacó su “racismo biologicista” y que se dedica a propagar la teoría conspiranoica del gran reemplazo, según la cual las élites políticas persiguen el objetivo de sustituir a la población alemana por inmigrantes. Björn Höcke, el líder de la facción más radical de la ultraderecha alemana, es uno de los habituales de la organización.
Al frente de Joven Alternativa está actualmente Hannes Gnauck, miembro de AfD y diputado en el Parlamento alemán. Gnauck, de 31 años, también es un viejo conocido de los investigadores. El servicio de contrainteligencia militar ya le clasificó como extremista de derechas durante el tiempo que pasó en la Bundeswehr, el Ejército alemán. Su elección, en octubre del año pasado, se interpretó como un indicio más de que la organización juvenil de la AfD estaba cada vez más radicalizada, como el propio partido. La JA también difunde la narrativa del gran reemplazo y agita a la población contra los inmigrantes.
Gnauck suele hacer encendidos mítines en los que acusa a las fuerzas políticas democráticas de querer sustituir a la población alemana. El resto de partidos, dijo en una cita reciente en Prenzlau (en el este del país), recogida por la televisión pública ARD, “no descansarán hasta que todos los rincones de este país y todos los pueblos pacíficos estén llenos de inmigrantes ilegales”.
AfD como partido está considerada sospechosa de extremismo, un escalón por debajo. También está sometida a vigilancia, pero con métodos menos invasivos y que deben respetar la proporcionalidad. El partido tiene recurrida en los tribunales esta clasificación. Los presidentes de AfD, Alice Weidel y Tino Chrupalla, tildaron de “indignante” en un comunicado la decisión de la Oficina para la Protección de la Constitución, a la que acusaron de querer ahogar a la oposición.
La inflación y la crisis energética provocada tras la invasión rusa de Ucrania han beneficiado a AfD, que lleva meses registrando una intención de voto muy alta, de entre el 15 y el 17%, a pocos puntos porcentuales de los verdes y los socialdemócratas. El partido ultraderechista ha capitalizado el descontento por la caída del poder adquisitivo. La formación entró en el Parlamento alemán tras los comicios de septiembre de 2017 con un 12,6% de los votos. Nació en 2013 como partido protesta contra los rescates de Bruselas y haciendo bandera del euroescepticismo, pero durante la crisis de los refugiados de 2015 se centró en el rechazo a la inmigración. Con la pandemia, dirigió su populismo contra las restricciones y se alió con negacionistas y amantes de las teorías conspirativas.
Alemania trata de combatir el aumento generalizado del extremismo de derechas, al que considera la mayor amenaza para su seguridad. En diciembre pasado detuvo a 25 personas en una de las mayores redadas antiterroristas que se recuerdan en el país, por planear la toma del Parlamento. Formaban parte de los Ciudadanos del Reich, un grupo extremista de derechas que no reconoce la legitimidad de la República Federal que salió de la II Guerra Mundial. Pretendían derrocar al Estado y colocar como líder a un príncipe que llegó a pedir ayuda a Rusia. Dos de los detenidos pertenecen a AfD.
“Estamos haciendo todo lo posible para secar el terreno fértil para la violencia de extrema derecha”, aseguró la ministra del Interior, Nancy Faeser. Los grupos de la llamada nueva derecha propagan el odio hacia los refugiados y otras personas con antecedentes migratorios. Los servicios secretos aseguran que la JA busca una sociedad lo más homogénea posible desde el punto de vista etnocultural. “No solo son peligrosos los ultraderechistas orientados a la violencia, sino también los pirómanos intelectuales que preparan el terreno para la violencia”, añadió la ministra.
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