Marruecos hace equilibrios entre su nueva alianza con Israel y el histórico respaldo a los palestinos
El Gobierno de Rabat se apresura a condenar la irrupción de las fuerzas israelíes en la mezquita de Al Aqsa de Jerusalén tras un reciente choque con el principal partido islamista
Mientras el conflicto se inflama de nuevo en Tierra Santa, Marruecos se debate entre afianzar su nueva alianza con Israel, que le ha proporcionado una posición de fuerza en el contencioso del Sáhara Occidental, y consolidar el tradicional respaldo árabe a la causa palestina en Jerusalén, que el propio rey Mohamed VI encabeza en el seno de la Organización de Cooperación Islámica (OCI). El difícil equilibrio en el que se mueve desde diciembre de 2020, cuando Estados Unidos reconoció su soberanía sobre la excolonia española a cambio de la normalización de relaciones con Israel, se ha visto desestabilizado ahora por la llegada al poder del Gobierno más derechista en la historia del Estado judío, con el primer ministro Benjamín Netanyahu apuntalado por la ultraderecha antiárabe y el principal partido de los colonos en Cisjordania.
“Exigimos que se respete el estatuto jurídico, religioso e histórico de Al Quds (nombre dado a Jerusalén por los árabes)”, reclamó la semana pasada en un comunicado el Ministerio de Asuntos Exteriores mientras estallaba la tensión en la Explanada de las Mezquitas. Tras un periodo de ambigüedad durante los choques registrados entre israelíes y palestinos en los primeros meses del año, Marruecos se ha apresurado a condenar ahora la irrupción de las fuerzas de seguridad israelíes en la mezquita de Al Aqsa, tercer lugar más sagrado del islam. La denuncia desde Rabat de “la agresión y el terror contra los fieles en los lugares santos y en pleno mes sagrado de Ramadán” eleva el tono de Marruecos contra Israel, con cuyo Gobierno mantiene un acuerdo de cooperación en materia de seguridad inédito entre los países árabes.
La rápida reacción diplomática se ha producido tras un inusual enfrentamiento entre el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD, la mayor fuerza islamista marroquí), y el poderoso ministro de Exteriores, Naser Burita, que cuenta con el respaldo directo del rey, quien a su vez tiene asignada la prerrogativa constitucional de dirigir la política exterior. A través de un duro comunicado difundido por la agencia de noticias estatal MAP, el Palacio Real respondió con inusual rigor al acusar al PJD de “ejercer un chantaje sobre las relaciones exteriores del reino”.
Este partido gobernó ininterrumpidamente entre 2011 y 2021, y avaló precisamente durante su mandato el establecimiento de lazos diplomáticos con Israel. Desde la oposición, los islamistas más integrados en el sistema político marroquí reclaman la ruptura de relaciones con “la entidad sionista” en medio del estallido de violencia en Oriente Próximo. El ex primer ministro y líder del partido, Abdelilá Benkiran, se atrevió incluso a replicar al Gabinete Real, en un pulso con los hombres fuertes que controlan desde la sombra los resortes del poder en Marruecos.
La política extremista hacia los palestinos de Netanyahu, por un lado, y su negativa a reconocer la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental, como reclama Rabat, amenazan además con apartar a Marruecos de los Acuerdos de Abraham. Israel mantiene abierta una oficina de enlace diplomático en Rabat, pero el Gobierno marroquí no le autoriza a establecer una embajada sin aceptar, como EE UU, la extensión de la autoridad marroquí sobre la antigua colonia española. Washington, por lo demás, tampoco se plantea la apertura de un consulado en El Aaiún, como le reclama Rabat, según han confirmado fuentes estadounidenses en la capital marroquí.
La iniciativa de acercamiento entre países que ya mantenían una cooperación encubierta con Israel en materia de seguridad fue impulsada por Washington en la etapa final de la presidencia del republicano Donald Trump. Emiratos Árabes Unidos y Baréin habían normalizado relaciones también con Israel antes que Marruecos. Estos Estados, a los que se sumó Egipto, escenificaron junto con EE UU una nueva alianza surgida frente a Irán. Una cumbre ministerial organizada en marzo del año pasado en el desierto de Negev (sur de Israel) sentó las bases de la que aspiraba a ser el embrión de una OTAN en Oriente Próximo.
En busca de un nuevo reconocimiento internacional, Marruecos pretendía que el segundo cónclave de los Acuerdos de Abraham se celebrara el mes pasado en Dajla, en el Sáhara Occidental, bajo su control, pero el encuentro ha sido aplazado sin fecha, a pesar de haber sido organizado en una reunión preparatoria celebrada en enero en Abu Dabi.
La prensa marroquí lo da por anulado ante la renuencia de los países aliados a reunirse en un territorio en disputa, pendiente de descolonización, según la ONU, y que Marruecos considera como propio. “Sin una nueva cumbre del Negev, toda la lógica de los Acuerdos de Abraham se encuentra ahora amenazada de extinción”, advertía el semanario Le Desk en un reciente análisis diplomático. El acercamiento entre Arabia Saudí e Irán con la mediación de China pone, además, en entredicho la incorporación de Riad a la entente de países de Oriente Próximo, que era buscada tanto por Estados Unidos como por Israel.
Por la solución de los dos Estados
Como presidente del Comité Al Quds, encargado en el seno de la OCI de la preservación del carácter árabe y musulmán de Jerusalén, el rey de Marruecos se ha cuidado de defender la solución de los dos Estados para el conflicto palestino-israelí. El comunicado diplomático emitido ahora por el ministro Burita advierte de que la violación del statu quo en Al Aqsa amenaza con “anular todas las esperanzas de paz en la región”.
La alianza estratégica con Israel ha dotado a Marruecos de ventajas militares, como la adquisición de drones y misiles de última generación y el acceso a medios de inteligencia que han alterado el equilibrio de fuerzas ante el Frente Polisario y Argelia, que respalda plenamente al movimiento independentista saharaui. La ventaja tecnológica del Ejército marroquí frente a la superioridad argelina en tropas y armamento sobre el terreno empieza a ser constatada por Naciones Unidas a través de la Minurso, la misión desplegada desde 1991 por la comunidad internacional en el Sáhara tras un alto el fuego que quedó formalmente roto a finales de 2020.
El comercio bilateral también se ha disparado entre los nuevos aliados, con un incremento del 32% en 2022 en favor de Israel, que envió más de 200.000 turistas a Marruecos, según informa France Presse. Más de 700.000 israelíes, cerca de un 8% de la población, son judíos de origen marroquí.
Hace años eran miles los manifestantes propalestinos, pero ahora solo se han concentrado varias decenas ante la sede del Parlamento en Rabat para protestar contra los “crímenes de la ocupación (israelí) en la Explanada de las Mezquitas”, en palabras del activista Sion Assidon. Junto a él, un centenar de líderes sociales y políticos han suscrito un manifiesto para reclamar al Gobierno de Marruecos, junto al PJD, que reconsidere la normalización de relaciones con Israel y se ponga de parte de la justicia internacional.
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