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En lugar de caos y violencia, tan solo un circo de friquis en las concentraciones a favor de Trump

Las manifestaciones de apoyo y rechazo al expresidente se desarrollan pacíficamente y con escasa asistencia

Una detractora de Donald Trump con un muñeco del expresidente, este martes cerca de los juzgados de Manhattan. Foto: LEONARDO MUNOZ (AFP) | Vídeo: Reuters
Miguel Jiménez

Partidarios y detractores de Donald Trump tenían una cita este martes en el parque Collect Pond, la pequeña plaza arbolada que está enfrente del juzgado de Nueva York donde el expresidente se ha entregado, ha sido fichado y ha comparecido ante el juez para escuchar los 34 cargos que se le imputan. Era un momento para la historia: el paseíllo del primer expresidente imputado. En la memoria estaba el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021 y los mensajes de Trump llamando a la protesta y advirtiendo del riesgo de “muerte y destrucción”. Sin embargo, las concentraciones de unos y otros han sido casi totalmente pacíficas; la participación, escasa; la presencia de medios, multitudinaria. Y el protagonismo lo han acaparado un puñado de friquis en busca de sus minutos de fama en una radiante mañana primaveral en Manhattan.

La plaza estaba dividida en dos mitades por una hilera de vallas y un cordón policial. Al sur, los partidarios de Trump; al norte, los opuestos al expresidente. Más allá de dedicarse cánticos y enseñarse pancartas y banderas, apenas hubo incidente alguno. Pese a la polarización de la sociedad estadounidense, más que una batalla del Norte contra el Sur, parecían si acaso las hinchadas de los equipos rivales en el fondo norte y el fondo sur. Solo cuando algunos activistas han intentado provocar a los trumpistas en su propia zona y viceversa ha subido algo la tensión. Entonces se han vivido algunos pequeños conatos de violencia, reducidos a empujones, agarrones y gritos, hasta que la policía ha intervenido.

Enfrente del juzgado donde Trump ha sido formalmente detenido, fichado y presentado ante el tribunal, dando lugar a una fotografía para la historia, quizá la especie más común era la de periodistas. Los había por cientos, llegados de todo el mundo. Algunos habían pasado allí la noche para tratar de entrar en el juzgado o reservar los mejores sitios para instalar las cámaras. Durante la mayor parte del día había más periodistas que manifestantes y cualquiera de los asistentes que se lanzase a decir cualquier cosa enseguida se veía rodeado de cámaras y micrófonos, especialmente si la indumentaria era fotogénica.

A Trump supporter spinning basketballs at protest held in Collect Pond Park across the street from the Manhattan District Attorney's office in New York on Tuesday, April 4, 2023
Un partidario de Donald Trump, este martes en el parque Collect Pond de Nueva York.Associated Press/LaPresse (Associated Press/LaPresse)

Por allí pasó un grupo de “negros por Trump”, otro de “mujeres por Trump”, ninguno muy numeroso. Un trumpista se abrazó a una antitrumpista e hizo las delicias de los fotógrafos. Y de repente la escena se fue llenando de friquis. Un patinador hacía malabarismos con dos balones de baloncesto y una bandera con una increíble pericia digna de mejor causa. Llegó el Naked Cowboy, un vaquero semidesnudo con su guitarra que suele hacer su numerito ante los turistas en Times Square. Y una mujer negra pintada de blanco, también semidesnuda, se paseaba micrófono en mano como tratando de entrevistar a todo el mundo. No faltaban los que iban disfrazados de Trump, con el pelo naranja, con traje y corbata en el trumpista fondo sur; y con indumentaria de presidiario en el fondo norte. Una manifestante trumpista iba con lo que parecía un porro gigante que dejaba un intenso olor. “No es MAGA, los nuestros no hacen eso”, decía una mujer que en su gorra llevaba las siglas del make America great again (que América vuelva a ser grande), el lema de Trump. Otra mujer se puso a practicar taichi en mitad de todo el lío.

Por supuesto, había manifestantes sinceros. Los que le apoyaban repetían sus consignas: la imputación de Trump es una instrumentalización de la justicia, persecución política... “Mis pronombres son no/culpable”, llevaba uno en un cartel. “Estoy aquí porque esto es una caza de brujas”, decía Paulina, que había acudido desde Long Island con sus amigas y sostenía que “esto va a hacer a Trump más fuerte”. Una italiana asentada en Brooklyn sostenía el bulo de que Trump ganó las elecciones de 2020: “No lo quieren investigar, está muy mal”.

Los contrarios a Trump, mientras, pedían encerrarlo y aseguraban que el político contra el que se estaban manifestando es un mentiroso compulsivo. Dos neoyorquinas que habían llegado armadas con carteles trataron de extender uno contra Trump en la zona de sus partidarios y eso provocó uno de los conatos de violencia. Otras escenas de tensión se debieron también a incursiones de agitadores de ambos bandos en el terreno rival, pero fueron episodios aislados en el Collect Pond, un parque situado sobre una antigua ciénaga y que hace unos años estaba invadido de ratas.

La congresista por Georgia Marjorie Taylor Greene, una de las políticas más fieles y cercanas a Trump y también una de las más extremistas, lideraba la convocatoria republicana. Llegaba tras un enfrentamiento con el alcalde de Nueva York, el demócrata Eric Adams, que había pedido a los manifestantes contención de una manera que la enfureció: “Nueva York es nuestro hogar, no un patio de recreo para vuestra ira fuera de lugar”, dijo el alcalde.

Protesters argue at the Collect Pond Park across the street from the Manhattan District Attorney's office in New York on Tuesday, April  4, 2023
Dos manifestantes discuten en el parque Collect Pond, frente al juzgado de Nueva York donde Donald Trump ha sido procesado este martes. Associated Press/LaPresse (Associated Press/LaPresse)

Se esperaba que la intervención de Taylor Greene calentase los ánimos, pero la concentración trumpista carecía de la mínima infraestructura y en el momento en que intervino apenas había seguidores que pudieran verla ni oírla. Rodeada por los medios, armada con un megáfono de escasa potencia y con los silbidos y abucheos del otro lado de la plaza como sonido de fondo, su mensaje apenas se escuchó. Atacó a los demócratas, a los que llamó “comunistas”, y defendió las posturas de su partido y a Trump: “Estamos aquí para protestar pacíficamente contra la persecución de un hombre inocente. No se trata de un inocente cualquiera, sino del expresidente de los Estados Unidos de América”, dijo.

“¡Vuélvete a Georgia!”, le gritaron los antitrumpistas. “¡USA, USA!”, corearon los suyos mientras se iba de la plaza. Apenas habrían pasado 10 minutos desde que llegó. Antes que ella, apareció por allí George Santos, el polémico congresista por Nueva York que ha falsificado su historial. Santos hizo su propio paseíllo de unos minutos rodeado por los medios: “No estoy aquí por mí. Quiero apoyar al presidente, solo porque creo que esto no tiene precedentes y es un mal día para la democracia”, dijo.

Desde la plaza no se vio la llegada de Trump, aunque sí llegaron las noticias de que ya estaba en el edificio de los juzgados, lo que provocó algo de agitación.

Además de periodistas, policías, friquis y manifestantes, también pasaron por la plaza muchos curiosos y turistas. “Íbamos al puente de Brooklyn, pero hemos querido ver el ambiente”, decía un barcelonés que había llegado a la plaza con su mujer y su hija. El ambiente, algo circense, de un día para la historia.

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Sobre la firma

Miguel Jiménez
Corresponsal jefe de EL PAÍS en Estados Unidos. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de Economía y Negocios, subdirector y director adjunto y en el diario económico Cinco Días, del que fue director.

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