Quién cuida la salud mental de la policía de Perú después de tres meses de protestas
La Dirección de Sanidad Policial ha iniciado un plan para darle soporte a los efectivos que participaron en las protestas contra el Gobierno
No son pocos los teóricos que consideran que ser policía es la profesión más peligrosa psicológicamente. Portan armas, están en alerta permanente y enfrentan situaciones límite con frecuencia. Los psicólogos clínicos los ubican entre los grupos vulnerables o de riesgo. Desde diciembre, cuando Dina Boluarte asumió la presidencia del Perú en reemplazo de Pedro Castillo, la policía peruana ha tenido trabajo extra: contener las marchas en contra del Gobierno a nivel nacional. Marchas continuas que, salvo algunas pausas, se han extendido durante los últimos tres meses. Para ello han contado con el brazo de las Fuerzas Armadas, sobre todo en las regiones de la sierra sur.
Las consecuencias de esa confrontación han sido la muerte de 48 civiles y un policía. Sin contar con los 11 civiles fallecidos por hechos vinculados al bloqueo de las carreteras y los seis militares que se ahogaron en el río Ilave, en Puno. De acuerdo a la Defensoría del Pueblo, 337 agentes policiales han resultado heridos hasta la fecha. La Dirección de Sanidad Policial (Dirsapol) asegura que son más de 900 —aunque no ha entregado una lista detallada de los pacientes—, una cantidad muy similar a los 972 manifestantes con algún tipo de lesión que sí han sido registrados.
Sea como fuere, el desgaste de las tropas ha sido significativo. Solo en la capital se asignaron hasta 11.800 efectivos a diario, cuando la protesta se trasladó a Lima. ¿Cuál ha sido el soporte psicológico que recibieron? “Lamentablemente ellos solo han resistido los embates y han sido atacados con avellanas (explosivos), piedras, con todo”, dice de entrada, en su despacho, el general Nagy Cabrera Contreras, director de Dirsapol. Lo acompañan los coroneles David Zárate y Juan Gamarra Vidaurrazaga, y la capitán Lourdes Álvarez Salazar. Los dos últimos psicólogos de profesión.
En total, hay 90 psicólogos y tres psiquiatras para 130.000 efectivos. Los mandos explican que los policías pasan una evaluación psicológica anual, que cuentan con 81 Instituciones Prestadoras de Servicios de Salud (Ipress) para llevar una atención personalizada, y que están debidamente preparados porque los conflictos sociales son parte de su vida rutinaria en menor o mayor escala.
“La salud mental no es un tema de la Policía, sino nacional. Ahora hemos vuelto a retomarlo a raíz de las protestas. Hemos formado un equipo de 12 psicólogos que está trabajando con los agentes que han regresado de las zonas de conflicto”, cuenta el general Cabrera. Este plan, que no tiene nombre y no se ha hecho público, arrancó a mediados de febrero y está a cargo de Gamarra Vidaurrazaga y Álvarez Salazar. Consiste principalmente en realizar terapias grupales por espacio de dos horas a 50 efectivos por sesión.
“Es un espacio para que puedan compartir sus experiencias a modo de catarsis de forma verbal o escrita. El enfoque que le damos es la estabilización emocional para identificar sintomatologías que pudieran ser compatibles con un posible trastorno de estrés postraumático. En el taller les hacemos una prueba que corregimos in situ. A aquellos que lo ameritan, los hacemos pasar para una entrevista, y si notamos que es necesario una atención más especializada, los derivamos a la Ipress de su jurisdicción”, explica la capitán Álvarez.
Según las cifras de la institución, hasta el momento han logrado una cobertura del 40% de la Unidad de Servicios Especiales (400 de 1.000) y un 12% de la Dirección de Operaciones Especiales (300 de 2.500). Entre las dos unidades, 24 agentes fueron derivados a los policlínicos. Una cifra que consideran mínima. Lo complejo es el siguiente paso del proceso: no abandonar la terapia. “Ellos dan prioridad a su labor como policías. Si ese día tienen terapia, pero la labor los llama, tendrán que hacerlo de manera telefónica”, dice el general Cabrera.
En regiones, como suele suceder, todo camina con más lentitud y menos soporte. Seis psicólogos del Cusco se están multiplicando para asistir a su región y además a Puno. Han alcanzado el 9% (300) de un universo de 3.300 agentes. En los demás departamentos, como Ayacucho y Apurímac, el proyecto no ha iniciado.
En las sesiones, la capitán Lourdes Álvarez Salazar ha podido recoger una opinión generalizada: los policías consideran que la gente los ha tratado como si fuesen sus enemigos y, además, se han quejado de la agresividad de los manifestantes. “Ellos han sentido el rechazo de la población. Sienten tristeza e impotencia, porque ellos entraron a la institución para servir a su patria y proteger a la ciudadanía. Ahora los ven como el enemigo y no es así”, sostiene.
Al preguntar por la represión policial, el coronel Gamarra Vidaurrazaga dice: “A mí me sorprende el nivel de violencia de la población. Específicamente de Puno y Juliaca, que están influenciados políticamente. Se dejan llevar. Les dicen que los policías han ido a generarles temor y se lo creen”. El general Nagy Cabrera Contreras, cabeza de Dirsapol, contesta así:
—¿Considera que ha habido un adecuado manejo de la Policía en el control de las manifestaciones?
— No le puedo decir ni sí ni no. Mi función es brindar salud.
— ¿Por qué cree que un gran sector de la población los ve como el enemigo?
—No podemos decir que es una gran parte. Son grupos. Somos 33 millones de peruanos. Todo es político.
—¿Los efectivos que han salido a las calles han tenido inteligencia emocional para usar su armamento?
— Me mantengo al margen. La misión de la Policía es restablecer el orden, y brindar protección y cuidado a la ciudadanía. Ya no puedo responder porque estamos entrando en política. Si su marcha fuera tranquila y solo acompañáramos para evitar desmanes … pero ellos empiezan a agredir.
No existen investigaciones científicas para conocer con precisión cómo está la salud mental de la Policía peruana. Los únicos estudios que existen son externos y reducidos, tesis de psicólogos con muestras pequeñas. “No hay alguien que se haya dedicado a querer hacer eso. Pero es cierto que uno de los grandes problemas que hemos tenido ha sido la renovación de cuadros. Recién en las últimas promociones ha entrado una buena cantidad de psicólogos”, explica el general Cabrera, cirujano plástico de profesión.
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