La participación baja en la décima jornada de protestas en Francia contra la reforma de Macron
El Gobierno despliega 13.000 policías y gendarmes en todo el país en la movilización nacional contra el aumento a 64 años de la edad de jubilación
Menos manifestantes y menos violencia. El temor a nuevos incidentes violentos ha dominado este martes la décima jornada de manifestaciones y huelgas contra la reforma de las pensiones en Francia. Pero las protestas fueron relativamente más tranquilas que las de la semana pasada. Y no tan concurridas. Los sindicatos no tiran la toalla. Mientras circulan propuestas para salir de la crisis política y social, han convocado una nueva movilización nacional para el jueves 6 de abril.
El Gobierno había desplegado hasta 13.000 policías y gendarmes por todo el país y 5.500 en París, un dispositivo “inédito”, según el ministro del Interior, Gérald Darmanin. Los disturbios en las protestas y las denuncias de abusos policiales marcan desde hace unos días el pulso sobre la reforma, adoptada la semana pasada y pendiente de la decisión del Tribunal Constitucional.
El número de manifestantes va a la baja respecto a la convocatoria del jueves, aunque las protestas siguen siendo masivas. El Ministerio del Interior cifró la asistencia en todo el país en 740.000 personas. La semana pasada fueron algo más de un millón, según este cálculo. Según la CGT, más de dos millones de personas se manifestaron este martes, frente a los 3,5 millones de la jornada anterior.
En París, la manifestación comenzó en un ambiente festivo en la plaza de la República en dirección a la extensa plaza de la Nación. Al atardecer, miles de jóvenes se concentraban en esta plaza, algunos subidos al monumento El triunfo de la República, otros cantando tonadillas contra el presidente, Emmanuel Macron, o contra la policía, que lanzó gases lacrimógenos. El balance: 55 detenidos, pero menos incidentes, y menos vistosos, que el pasado jueves.
“Tenemos la impresión de que ya no vivimos en democracia”, decía Emma Coquant, de 24 años. Llevaba en la mano un cartel que decía: “Muerte al rey”. “Es simbólico”, precisa, y señala: “[Macron] toma las decisiones como en el tiempo de la monarquía”. Es la primera vez que se manifiesta. ¿Por qué? Se opone a la subida de la edad de jubilación a los 64 años, pero lo que acabó de indignarla fue que, hace dos semanas, el Gobierno impusiese la reforma por medio del artículo 49.3 de la Constitución, que permite adoptar una ley sin voto. “Esto ya es demasiado”. Mientras decía esto, se oían detonaciones de gases lacrimógenos y Coquant aceleraba el paso entre decenas de jóvenes que hacían lo mismo. ¿No tiene miedo de la violencia? “Sí, pero debo estar aquí”.
Dragan Auerty, de 22 años, analizaba desde Nantes, una ciudad de unos 300.000 habitantes en el oeste del país, donde hubo incidentes durante toda la tarde: “Las manifestaciones cada vez son más violentas. Creo que ha venido menos gente, pero eso no quiere decir que vaya a ser menos destructiva. Lo que yo siento, además de la precarización, es una falta enorme de confianza en las instituciones, en la figura del presidente de la República, por ejemplo. Y no soy yo solo: mis compañeros de mi misma edad sienten lo mismo”.
A distancia prudencial de la bronca en Nantes, y mirando desde lejos el humo de las bombas lacrimógenas, se encuentra Martial Valade, de 72 años. Deja de fumar y dice: “No se puede uno conformar, la resignación deriva en patología. Mira cómo están los belgas, por no protestar. Apoyo todo esto. No se puede vivir para trabajar. Además, hay muchas cosas de qué quejarse. De la degradación de los servicios públicos, por ejemplo. Mira, yo llevo esperando cuatro meses a que me operen una muela con una encía mala”.
En Nantes, los sindicatos aseguran que han salido a manifestarse 60.000 personas, un dato muy alejado de los 18.000 que sostienen las autoridades. Lola Pierre Le Moing, de 21 años, llevaba una pancarta en la que apuntaba todos los años de las revueltas importantes en Francia, desde la Revolución Francesa en 1789 a la de los chalecos amarillos, en 2018. E incluía, en un color diferente, la de este año, 2023. “Macron decía que no es legítimo que el desorden esté en la calle. Yo le respondo que no hay nada más legítimo que el pueblo en la calle”.
Francia es un país bajo tensión. Dos personas que el sábado participaron en una concentración ecologista ―protesta en la que estallaron durísimos enfrentamientos entre activistas y fuerzas del orden― se debaten entre la vida y la muerte. Todavía no ha habido ningún muerto en las manifestaciones que empezaron en enero. Pero es el temor que está en la mente de todos.
Macron se ha declarado dispuesto a abrir una negociación con los sindicatos, pero se niega a renunciar a la reforma. Laurent Berger, secretario general del sindicato CFDT, ha pedido dejarla en suspenso como condición para abrir un diálogo, y ha propuesto que se nombre a un equipo de mediadores para ayudar en la negociación. Philippe Martinez, secretario general saliente del sindicato CGT, se ha sumado a la petición. “No necesitamos mediadores para hablar”, ha dicho el portavoz del Gobierno, Olivier Véran.
En este contexto de malestar, la popularidad de Macron ha caído por debajo del 30%, según varios sondeos. Hay proyecciones que indican que, de celebrarse elecciones legislativas ahora, su partido podría pasar de ser la primera a la tercera fuerza parlamentaria, y la extrema derecha del Reagrupamiento Nacional se convertiría en el primer grupo. El Tribunal Constitucional debe decidir sobre la reforma antes del 21 de abril.
Más allá de las movilizaciones en la calle, la huelga afectó a los transportes, la energía y la educación, entre otros. En sectores como la educación, el seguimiento fue inferior a otras jornadas. En París cerró la Torre Eiffel. El Louvre había cerrado el día anterior. Debido a la huelga de controladores, la Dirección general de la aviación civil pidió reducir los vuelos en un 20% en los aeropuertos de París-Orly, Marsella, Toulouse y Burdeos.
Una de las novedades de los últimos días es la creciente participación de jóvenes al adherirse los estudiantes a la protesta. Una chica de una veintena de años afirmaba este martes que se manifiesta en Nantes por el retraso de la edad de jubilación (“si no luchamos ahora, la recortarán tanto que cuando lleguemos nosotros no habrá jubilación”), pero también por otras cosas: “Por ejemplo: porque están dejando al planeta morir. No va a haber jubilación, ni tampoco planeta”.
Investigaciones sobre altercados
La otra novedad es la violencia. Después de meses de protestas ampliamente pacíficas, la semana pasada París y otras ciudades vivieron varias noches de altercados. La anterior manifestación, el jueves, acabó con choques con la policía e imágenes espectaculares como el incendio de la entrada del Ayuntamiento de Burdeos.
El Gobierno denuncia la presencia en las manifestaciones de grupos violentos y señala que cerca de medio millar de policías resultaron heridos, mientras que en las redes sociales circulan imágenes de agentes usando la fuerza de modo excesivo o arbitrario. La inspección interna de la policía ha abierto, desde enero, 17 investigaciones por orden judicial.
Desde la marcha de Nantes, Tituan Guidul, de 21 años, señala: “Es verdad que ha habido violencia. Pero tampoco es justo que solo se retrate la violencia. También hay violencia de la parte de la policía. Salen millones a la calle a protestar y solo nos fijamos en la violencia”.
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