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Altos cargos talibanes tienen a sus hijas estudiando en el extranjero mientras prohíben estudiar a las afganas

Las descendientes de estos fundamentalistas se licencian o prosiguen su formación en Qatar o Pakistán. Los líderes radicales prefieren los centros modernos y en inglés frente a las madrasas coránicas

Un grupo de afganas protestan, el 22 de diciembre, contra el veto de los talibán a que las mujeres puedan acceder a la universidad. Foto: GETTY IMAGES (GETTY IMAGES)

El ministro delegado de Sanidad en Afganistán, Sher Mohammad Abbas Stanikzai, es la demostración de que los talibanes de ahora son los mismos que ya estuvieron en el poder entre 1996 y 2001. En su caso, literalmente. Un joven portavoz talibán llamado Stanikzai prometía en los años noventa ante las cámaras de la CNN que la prohibición de estudiar a las niñas sería temporal. En mayo, este fundamentalista, ahora de larga barba blanca, criticaba la prohibición de estudiar a las adolescentes afganas que su propio Gobierno había impuesto. Lo que entonces se desconocía es que la hija de Stanikzai se había licenciado ya en Medicina en la Universidad de Qatar.

También es médica la hija del ministro de Sanidad de los talibanes, Qalandar Ebad. Mientras las afganas mayores de 12 años llevan desde agosto de 2021 privadas de educación secundaria y, desde el 20 de diciembre, de estudios universitarios, dos hijas de Suhail Saheen —designado representante ante la ONU— estudian en un colegio público de Doha, la capital de Qatar. Las afganas tienen también prohibido practicar deporte. No así la mayor de las dos descendientes de Saheen, que juega al fútbol en el equipo de su colegio, según el diario indio The Print.

Afganistán es el único país del mundo que veta la educación a todas las adolescentes mayores de 12 años. E incluso, en algunas zonas especialmente conservadoras de Afganistán, donde ni siquiera existen escuelas femeninas de primaria, en la práctica se prohíbe a todas las niñas, independientemente de su edad. La decisión de los fundamentalistas ha supuesto que 2,5 millones de niñas y jóvenes afganas en edad escolar no puedan estudiar. Otros 1,2 millones de chicas se han visto privadas de enseñanza secundaria y universitaria, según datos de la Unesco.

En Afganistán, era un secreto a voces que algunos miembros del Gobierno talibán tienen a sus hijas escolarizadas en institutos y universidades de Qatar y Pakistán, los dos países que acogían a los líderes fundamentalistas hasta su retorno al poder en agosto de 2021. El 7 de febrero de 2022, un informe de una red de analistas del país asiático, el Afganistán Analysts Network, confirmó lo que ya era más que un rumor en el informe ¿Quién va a la escuela? ¿Están empezando a cambiar las actitudes de los talibanes desde dentro?, basado en 30 entrevistas, de las que nueve fueron con lo que se define como “altos funcionarios talibanes”.

Los radicales afganos que, desde 2001, vivían en Quetta (Pakistán) o desde inicios de la pasada década, en Doha (Qatar) no solo permitían y permiten que sus hijas estudien en centros escolares en esos países. También privilegian inscribir a sus vástagos en escuelas modernas y no en madrasas, basadas en el aprendizaje del Corán y la educación religiosa. Un alto funcionario talibán citado en el texto y que aún reside en Qatar precisa: “En Qatar, solo una de las 26 familias de dirigentes talibanes envía a su hijo a una madrasa; el resto envía tanto a sus hijos como a sus hijas a escuelas modernas, cataríes y paquistaníes. Los miembros de los talibanes y sus familias que viven aquí [en Qatar] exigen con insistencia una educación moderna y nadie se opone a ella, ni para los niños ni para las niñas, sea cual sea su edad”.

Cuando los talibanes tomaron de nuevo el poder el 15 de agosto de 2021, algunos de los miembros de la oficina de representación de los fundamentalistas en Doha volvieron a Kabul. En ese momento, señala el informe del centro de estudios afgano, dos miembros del equipo negociador de los talibanes dijeron haber tenido que enfrentarse al dilema entre instalarse con sus familias en Afganistán o dejarlas en Qatar. Estos dos fundamentalistas mostraron preocupación por “la interrupción que supondría para la escolarización de los niños y las niñas”.

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¿Evolución o hipocresía?

El autor de este informe, el analista afgano Sabawoon Samim responde por correo electrónico a este diario que esta aparente contradicción de los talibanes “difícilmente puede ser considerada hipocresía”.

“El porqué se prohíbe a las niñas afganas tener una educación es una cuestión complicada, dado que [los talibanes] que tienen un pensamiento más evolucionado [sobre la educación femenina] no son quienes tienen el poder absoluto sobre la toma de decisiones. Dentro de los talibanes, el líder supremo, [Haibatulá Ajundzadá] es, ideológicamente, la fuente última de la toma de decisiones. El líder supremo es un mulá conservador que no está a favor de las escuelas para niñas. Así que él ordena la prohibición y todos los demás miembros del movimiento deben obedecerle desde una perspectiva ideológica”, afirma este analista, que añade que “hay una evolución en la forma de pensar de muchos altos dirigentes talibanes”.

El autor del informe atribuye esa supuesta evolución a la influencia de vivir en lugares como Peshawar (Pakistán), Doha y otras ciudades del Golfo. “Estos líderes talibanes han vivido en una sociedad diferente, moderna, donde la educación de las niñas es un derecho humano fundamental y una parte normal de la vida, y eso ha influido en sus percepciones”. En su opinión, el que los talibanes “envíen a sus hijas a escuelas y universidades es una prueba evidente” en ese sentido.

Esa evolución a la que alude Samim de momento solo beneficia a sus hijas, y no al resto de jóvenes afganas que han visto no solo cómo se les prohíbe estudiar en la universidad, sino incluso aspirar a ello. A finales de enero, el Gobierno de los talibanes anunció que a las estudiantes ni siquiera se les permitirá presentarse al llamado Konkour, el examen de acceso a la universidad en Afganistán.

Además, incluso antes de que los talibanes cerraran las puertas de las universidades a las afganas, algunas de ellas ya habían visto cómo se les impedía continuar en las aulas. So pretexto de que algunos estudios no eran “adecuados para mujeres”, los talibanes habían vetado o restringido a las mujeres el acceso a determinadas licenciaturas o estudios como periodismo, ingenierías, matemáticas o inglés.

Las lenguas extranjeras están vedadas para las afganas de a pie. Sin embargo, los altos cargos del régimen de los talibanes cuyas hijas estudian en el extranjero, no solo no les prohíben aprender idiomas, sino que lo favorecen. El informe del Afghanistan Analysts Network precisa que algunos integristas con hijas escolarizadas en Qatar “elegían escuelas privadas dirigidas por paquistaníes afincados en Qatar, que tenían un plan de estudios paquistaní y utilizaban el inglés como medio de enseñanza”.

Nilufar, nombre ficticio de una universitaria afgana de 19 años, activista por el derecho a la educación de las mujeres de su país, discrepa por WhatsApp desde Kabul del analista autor del informe: “Prohibir la educación a las afganas mientras mandan a sus hijas a universidades en el extranjero es lo más hipócrita que los talibanes pueden hacer”. Y concluye: ”Por lo demás, ¿qué es lo que los talibanes no han hecho a este país?”.

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