Lourdes Huanca, activista peruana: “La presidenta Boluarte tiene muertos a sus espaldas”
La líder feminista, indígena y campesina explica que, además de la destitución de Pedro Castillo, la desigualdad y el racismo instaurados en el país andino espolean las actuales protestas sociales
Lourdes Huanca Atencio está muy preocupada. “Lo que ha ocurrido estos días en Perú es muy triste; hay terrorismo de Estado, no se puede vivir tranquilo”, denuncia esta mujer de 53 años, originaria del sur del país. “Mi familia es de Puno, somos aimaras: tenemos paciencia, pero hasta que revienta el vaso”. Y estos días, con una cruenta protesta duramente reprimida por el Gobierno con más de medio centenar de muertos, parece que se ha colmado. Huanca, presidenta de la Federación Nacional de Mujeres Campesinas, Artesanas, Indígenas, Nativas y Asalariadas del Perú (FENMUCARINAP), ha viajado a Madrid, después de su paso por Bruselas y París y antes de continuar hacia Barcelona y Ginebra, para denunciar “la salvajada” que ocurre en Perú: “La presidenta Dina Boluarte, lamentablemente, tiene mucha sangre en sus manos. Son ya 55 muertos, siete de ellos menores… ¡siete! Dina y su equipo acumulan más muertos que días de Gobierno”.
Boluarte lleva en el cargo mes y medio, casi el mismo tiempo que se alarga una revuelta social que estalló poco después de la detención del expresidente Pedro Castillo, el 7 de diciembre, acusado de intentar dar un autogolpe de Estado. “Ese día, el presidente leyó un papel y lo hizo temblando”, afirma Huanca, “solo Dios sabe si lo tenían amenazado o secuestrado”. “Para nosotros, Castillo es inocente y todo esto ha sido preparado para tumbarlo”. Las razones que cree que impulsaron el cese de Castillo se resumen en una idea: “Proteger a los poderosos”.
En Perú hay tres zonas muy diferenciadas, no solo geográficamente, sino también con respecto a su desarrollo económico: la pudiente costa, la empobrecida sierra y la salvaje selva. En ese ecosistema, desde el sur del país se ha expandido el descontento social; concretamente desde la zona serrana. “Los manifestantes no son de la capital, sino que provienen de los rincones del territorio; de los pueblos indígenas originarios, que hemos estado siglo tras siglo abandonados y excluidos. Mi padre, de 85 años, me dijo: ‘[Castillo] Está defendiéndome a mí porque yo soy campesino’. Es por esa razón que [a las protestas] se van sumando el oriente, el norte y el centro”. “Al presidente Castillo, en el año y seis meses que ha estado gobernando, lo han acosado y atacado. Sin embargo, en ese tiempo, ha sido un presidente dialogante, ha hecho participar a la ciudadanía, ha abierto el palacio presidencial al pueblo… ¿Cuántas veces él habrá querido solucionar, pero no lo han dejado gobernar?”.
En todo Perú la economía informal tiene una gran presencia. El 70% de los trabajadores en zonas urbanas trabajó en algún empleo informal en 2022, según el Instituto Nacional de Estadística de Perú, pero ese ratio sube hasta el 86% en el caso de los jóvenes y se intensifica aún más en las zonas rurales (donde afecta a nueve de cada diez trabajadores). Además, en el sur rural del país dominan las explotaciones mineras ilegales, también concesiones antiguas amparadas en la corrupción; el contrabando, así como una potente mafia dedicada a las compañías de transporte. “Y, justamente, en 2023 se revisan algunas concesiones mineras y energéticas”, apunta la líder indígena. “El presidente dijo que todas las empresas que deben impuestos a nuestro país tienen que pagar. Y hablamos de todas, también de Telefónica, que debe mucho dinero”, dice, en referencia a la condena que la operadora acaba de recibir en Perú y que la obliga a abonar cerca de 800 millones de euros en impuestos ―la mayor sanción de su historia― por las declaraciones de la renta de 2000 y 2001. “Las grandes empresas han visto que iban a tener que pagar lo que deben y han dicho: ‘¡Uy, pucha!’. Son unos sinvergüenzas. Nosotros, las personas de a pie, cuando ponemos una tiendita, si no pagas los impuestos, te cierran”, asegura.
Esta mujer, “feminista, campesina y popular”, cree que entre los que critican, censuran y aplastan las protestas hay un poso racista. Para Huanca, esa “exclusión fatal” también forma parte de la base de las manifestaciones. “He visto a mujeres, a hermanas, sin nada que comer más que harina apachurrada. A campesinas cuyas cosechas han quedado arrasadas por el cambio climático. No podemos quedarnos paradas, resignadas”. También cree que Castillo ha sufrido ataques similares a los que ahora recaen sobre los manifestantes: “El presidente era de provincia, campesino, agricultor, profesor rural…. Nos estamos moviendo porque votar por Pedro Castillo nos hacía sentirnos realizados, identificados, y representados”. “En Perú hay un racismo y una discriminación fatal”, incide. “Ellos nos ven y piensan: ‘Que hacen estos cholos acá, váyanse a sus provincias”.
¿Quiénes son ellos? “Ellos son la peor derecha; los que están organizando que nos maten; los que han declarado el Estado de emergencia y soltado a los policías a que nos disparen; los que nos llaman terroristas... Solo somos peruanas y peruanos, ¿no tenemos derecho de pedir una vida digna? ¿Que nuestros hijos también tengan una buena educación? ¿Que nos mejoren la comunicación, las trochas y las carreteras? El Gobierno solo ha tenido ojos para las empresas y los poderosos y ha excluido a los pueblos indígenas, por eso ahora nos sentimos en pie de lucha”.
¿Cómo se pueden calmar los ánimos? “Habrá calma cuando se destituya a Dina Boluarte”. También defiende la formación de una comisión transitoria que capitanee una asamblea constituyente: “Así las normas no estarán solo escritas por la élite, como ha ocurrido hasta ahora”. Huanca cree que eso puede dar un respiro, “pero va a ser difícil recuperar la confianza de los pueblos indígenas originarios”. “Nos van a matar a miles. Pero no nos van a matar a todas. Y, así nos maten, somos como el páramo, amigo; ese páramo que se quema y requema, pero en la primavera empieza a brotar hermoso y con buenas espinas. Esos somos nosotros. Nuestros hijos seguirán luchando. Porque nosotros somos hijos de nuestras abuelas y abuelos, que lucharon también. Tal vez llego a Perú y me matan. Que se atrevan: la sangre que se derrama no se olvida”.
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