El Partido Laborista propone eliminar la Cámara de los Lores al considerarla “indefendible”
El líder de la oposición, Keir Starmer, plantea en un informe elaborado por el ex primer ministro Gordon Brown una amplia transferencia de competencias a regiones y municipios
La clave de la supervivencia de un partido político está en mantener siempre vivas y alimentadas sus fobias y obsesiones. En el caso del Partido Conservador británico, siguen siendo Europa y la UE, aunque los lazos se hayan roto. En el del Partido Laborista, su bestia negra es la Cámara de los Lores, “una institución no elegida que hoy es completamente indefendible”. El líder de la oposición, Keir Starmer, ha hecho suyas las propuestas contenidas en un informe de 155 páginas, elaborado bajo la dirección del ex primer ministro laborista Gordon Brown bajo el título Un Nuevo Reino Unido: Renovando Nuestra Democracia y Reconstruyendo Nuestra Economía. De nuevo, la promesa estrella del laborismo —la misma que lanzó Brown en el documento La Gobernanza del Reino Unido, al inicio de su mandato en 2007— resurge de las cenizas: la sustitución de una segunda Cámara con más de 800 representantes designados a dedo por una asamblea territorial de segunda instancia que concentre a los representantes de las distintas regiones y naciones del país: Inglaterra, Escocia, Gales e Irlanda del Norte.
“Se trata de una reforma realmente importante, pero forma parte de un paquete de medidas mucho más amplio, destinado a arrebatar el poder de Westminster y Whitehall [el modo en que la jerga política británica se refiere al Parlamento y al Gobierno radicados en Londres], tanto político como económico, y repartirlo por todas las comunidades y territorios”, ha explicado Starmer este lunes, durante la presentación junto a Brown del documento de propuestas en la Universidad de Leeds.
Gran parte del resentimiento que encendió la mecha del Brexit tiene que ver con un país en el que Londres, la capital, ocupa el centro de todo. Agrupa al 13% de la población, pero genera el 23% de la riqueza nacional; acapara, como un inmenso imán, gran parte de las inversiones de capital y gasto en importantes proyectos de nuevas infraestructuras; y, sobre todo bajo los Gobiernos conservadores, acumula un inmenso poder político y de gestión no compartido que se convierte en ineficiencia en muchas regiones olvidadas del país.
“Vamos a acabar con un siglo de centralización. Es hora de frenar en seco una concentración excesiva de poder que solo ha traído escándalos y corrupción por parte de los conservadores”, ha anunciado Brown, cada vez más influyente en la estrategia de un nuevo líder del partido de la oposición empeñado en recuperar el espíritu del Nuevo Laborismo de la era de Tony Blair. “Acabaremos con la larga era del ‘hombre de Whitehall’ [en referencia, sobre todo, a la enorme capacidad de influencia del ‘servicio civil’, el cuerpo de altos funcionarios] del que se presume que sabe más que el resto de nosotros. Estamos convencidos de que, en vez de desarrollar el potencial que algunas personas tienen en algunas zonas del país, podemos desarrollar un Reino Unido que despliegue el potencial de todo el mundo, en todas las regiones”, proclamaba Brown.
El informe señala hasta 288 zonas de crecimiento a lo largo del país, 200 de ellas fuera del área de influencia de Londres, que se concentrarían en proyectos digitales, mediombientales, o de industria creativa, y que supondrían —siempre según las promesas sin concretar del informe— en decenas de miles de nuevos puestos de trabajo.
Starmer dispone hoy de una atención de los medios y los ciudadanos de la que careció durante los dos primeros años de su mandato al frente del partido, cuando sustituyó al malogrado Jeremy Corbyn y tuvo que enfrentarse a una pandemia que arrolló con todo, y a la entonces desbordante popularidad de Boris Johnson. Hoy las encuestas otorgan al laborismo una ventaja media de más de 20 puntos porcentuales sobre los conservadores, que viven sus horas más bajas. Pero el establishment periodístico londinense ha arrojado cubos de escepticismo sobre promesas que ya resultan repetitivas. En las últimas décadas ha habido comisiones, informes y proyectos de ley para reformar la Cámara de los Lores que se han quedado en nada, o en casi nada. Es cierto que Blair acabó con el porcentaje de Lores que heredaban su puesto, pero todos los miembros de la Cámara Alta siguen siendo de libre designación. Y en cuanto al reequilibrio territorial anunciado, suena mucho al levelling-up (la gran nivelación) que prometió Johnson en 2019, para redistribuir la riqueza del país entre las regiones más desfavorecidas del norte y centro de Inglaterra. También esa promesa quedó aparcada. Por un virus devastador, primero, pero más tarde por una recesión que frenó cualquier alegría en el gasto público.
El fantasma del Brexit
A lo largo de la extensa presentación del informe elaborado bajo la dirección de Brown, solo hay una referencia al traumático proceso de salida de la UE, y es una señal de advertencia al Gobierno nacionalista de Escocia y a su proyecto para un nuevo referéndum de independencia, “que traería consigo años de negociaciones al estilo de las que provocó el Brexit”.
El camino de Starmer hacia Downing Street le ha llevado a esquivar constantemente el debate europeo, mucho más chocante si se tiene en cuenta que fue el político que abogó, en el debate interno que vivía esos días el laborismo, por un nuevo referéndum para revertir la salida del Reino Unido de la Unión Europea. “Nos fuimos. Hoy no tiene sentido defender un regreso al club”, ha defendido el líder laborista en el programa Today de la BBC. Starmer intenta un doble objetivo: convencer los electores de que el laborismo sí será capaz de lograr que funcione, y rinda beneficios, el Brexit con el que los conservadores no han sabido qué hacer. Y dos: “Yo defendí la permanencia en la UE durante el referéndum, pero entendí los argumentos que muchos ciudadanos [que defendieron la salida del Reino Unido] me expusieron. Querían un mayor control sobre sus vidas, y un mayor control sobre su país”, ha explicado Starmer. Su propuesta de devolución de competencias y recursos a las distintas regiones y municipios pretende ser así el cumplimiento de una promesa que el Partido Conservador fue incapaz de llevar a cabo.
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