Lula da a su esposa Rosangela Silva protagonismo en la transición en Brasil
La socióloga, presencia activa en la campaña electoral, organiza la toma de posesión y esta semana participó de una reunión del traspaso en Brasilia
Lo primero que hizo el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva el día que abandonó la cárcel, a finales de 2019, fue dar las gracias a los que durante año y medio mantuvieron una vigilia ante la comisaría donde estuvo preso en Curitiba, en el sur de Brasil. Luego, el ahora presidente electo aprovechó aquel momento de intensa felicidad para presentar ante la prensa a la mujer que sonreía a su lado y anunciar sus planes de boda. Brasil, sorprendido, conoció así a Rosangela Silva, una socióloga con carné del Partido de los Trabajadores desde adolescente a la que llaman Janja.
Se fueron a vivir juntos, adoptaron un perro, se casaron y ella se jubiló para estar a su lado. Durante la campaña su implicación fue enorme. Y ahora, ganadas las elecciones, Lula, de 77 años, ha otorgado a su esposa, de 56, un papel oficial en la transición y ella incluso ha participado de alguna reunión política. También lo acompañó en el reciente viaje a la cumbre del clima en Egipto, y allí se reunió con una gobernadora brasileña y activistas medioambientales.
Para su primera y, por ahora única, entrevista, Janja eligió uno de los programas de televisión más vistos de Brasil. Reveló que Evita Perón y Michelle Obama son sus modelos para esta nueva fase de su vida. “Soy propositiva, no soy de esas personas que se quedan sentadas. Soy de las que va y hace”, explicó. Un reputado analista político ha escrito que será “una ministra sin cartera”.
Nada más comenzar el traspaso de poderes, fue nombrada por Lula responsable de organizar la ceremonia de la toma de posesión, el 1 de enero, en la que se espera una nutrida presencia de dignatarios extranjeros y un público multitudinario. Pero la próxima primera dama también participó este martes en Brasilia en una reunión de uno de los múltiples grupos temáticos que trabajan en el traspaso de poderes con el Gobierno de Jair Bolsonaro, el dedicado a los asuntos que atañen a las mujeres.
Acudió en su calidad de futura primera dama. No ostenta ningún cargo electo y en el Partido de los Trabajadores es una militante de base —afiliada desde 1983 al calor del movimiento para pedir elecciones directas después de la dictadura—. Durante buena parte de su carrera profesional se encargó del área de responsabilidad social de una empresa pública, la hidroeléctrica de Itaipú. Ahora es una feminista de a pie con influencia en el próximo presidente de Brasil. A ella se le atribuye la actualización del discurso de Lula en asuntos candentes como el feminismo, el racismo o los derechos indígenas.
En la reunión de esta semana con las parlamentarias electas, representantes del PT y activistas, la socióloga afirmó que “sin lugar a dudas” en el próximo Gobierno habrá un Ministerio de Mujeres (ya los hubo en anteriores Ejecutivos del PT), recalcó que las mujeres tendrán una participación importante en el Ejecutivo y puso en valor lo importante que fue el voto femenino para la victoria de Lula. “Si hoy estamos aquí, y siempre lo dije y lo repito, y lo dije en Portugal (donde estuvo de viaje con él), es por lo que debemos a las mujeres. A las mujeres negras, de periferia”, afirmó, según el comunicado difundido por el partido. En la reunión le contaron que existe el riesgo de que el teléfono 180 para las víctimas de violencia machista deba cerrar por falta de fondos, que el Gobierno Bolsonaro ha dejado el presupuesto para políticas de mujeres en el 10% de lo que era en el último Gabinete del PT, etcétera.
Silva es su apellido de soltera, el de su marido y uno de los más comunes de Brasil. Durante la campaña electoral fue una presencia constante tanto en los mítines como en las reuniones internas del equipo del candidato, lo que generó algunos roces con los más veteranos camaradas del próximo presidente. Un malestar que ella atribuye “un poquito al machismo”.
Aunque Brasil ya tuvo una presidenta, Dilma Rousseff, y el PT está liderado por una mujer, Gleissi Hoffman, lo cierto es que la presencia femenina en la primera línea política está a años luz de Chile, México o Argentina. Aquí es todavía un asunto de hombres blancos con canas, como bien mostró la última elección brasileña. En el recién elegido Congreso, las parlamentarias han aumentado a un 17%, al nivel de Libia.
Fue la socióloga quien después de la primera vuelta electoral agarró el móvil para telefonear a la candidata que quedó tercera, la senadora Simone Tebet, y que su esposo y la rival de centroderecha tuvieran la primera conversación. “Era importante hablar con ella porque su campaña trajo esa mirada femenina, colocó la discusión de la importancia de la participación femenina” explicó Janja en aquella entrevista televisiva. Tebet acabó convertida en una valiosa aliada dentro de la amplia coalición que el expresidente encabezó con la misión de salvar la democracia. La senadora no solo pidió el voto para él en segunda vuelta, sino que se embarcó en el carrusel de mítines y lo acompañó por todo el país. Todo indica que será ministra.
También fue ella la intermediaria para conseguir otro apoyo radicalmente distinto pero de enorme importancia para atraer votos entre el electorado más joven, el de la cantante más famosa de Brasil, la diva Anitta, según un amplio perfil de Janja publicado por la revista Piauí y titulado Con ustedes, la leona. Durante meses, la artista hizo campaña entre sus millones de seguidores en redes sociales a favor de Lula para echar a Bolsonaro del poder. Eso sí, dejando también claro que de ninguna manera el respaldo se extendía al Partido de los Trabajadores (PT), muy detestado aún a causa de la corrupción.
Rosangela Silva es alegre, espontánea. A menudo viste camisetas con distintas versiones de retratos pop de Lula. Y tampoco es nada raro que agarre el micrófono y cante en los actos electorales ante miles de personas (imposible entender las campañas en Brasil sin sus bandas sonoras). Y a veces ha dado discursos. También protagonizó, como la esposa de Bolsonaro, algunos anuncios para la campaña electoral en televisión.
En la citada entrevista al programa Fantastico dos domingos después de la victoria electoral, Janja dijo que quiere “resignificar el contenido de ser una primera dama” y apuntó las batallas en las que quiere poner el foco. “Mi compromiso es traer luz hacia algunos temas de mi carrera: la violencia contra las mujeres, vamos a trabajar en eso con mucha fuerza. La alimentación, no solo que sea saludable, sino garantizarla, y la cuestión del racismo, sin duda. Que es un tema que la sociedad no debe admitir más”.
Por el momento, dedica el grueso de sus energías a organizar la toma de posesión, que quiere convertir en una gigantesca fiesta popular. La de hace cuatro años con Bolsonaro fue multitudinaria, pero los mandatarios extranjeros más destacados fueron el israelí Benjamin Netanyahu y el húngaro Viktor Orbán.
La militancia progresista está organizando ya caravanas para celebrar el fin de la era Bolsonaro y el fin de año en Brasilia. Janja ha anunciado un amplio elenco de artistas brasileños, aunque también ha tenido que oír críticas por no incluir a cantantes de góspel en vista del peso social y político que han adquirido los evangélicos.
El antiguo obrero metalúrgico y sindicalista iniciará su tercer mandato exactamente en el 20 aniversario de su primera toma de posesión. Entonces, a su lado estuvo doña Marisa, la madre de cuatro de sus cinco hijos, su esposa durante más de cuatro décadas. Falleció en 2017, cuando Lula ya era investigado por las sospechas de corrupción que le llevaron a prisión.
Comenzó a salir discretamente con Janja en 2018 antes de entrar en la cárcel. Durante aquellos 580 días, los abogados del político entregaban las cartas que la pareja se intercambió a diario. En su primer discurso tras recuperar la libertad, Lula ya avisó: “Si hacemos las cosas bien, podemos ganar las elecciones en 2022″. La pareja se prepara para subir del brazo la rampa del palacio presidencial de Planalto.
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