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Los diputados conservadores reclaman a Liz Truss más rectificaciones de su rebaja de impuestos si quiere sobrevivir en el puesto

La BBC, junto a gran parte de los medios británicos, asegura que el ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, dimitirá este mismo viernes

La primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, el miércoles en la Cámara de los Comunes.
La primera ministra del Reino Unido, Liz Truss, el miércoles en la Cámara de los Comunes.Jessica Taylor / Europa press
Rafa de Miguel

Liz Truss estudia ya con su equipo más cercano cuál debe ser el próximo giro de timón, la próxima rectificación de sus planes económicos, si aspira a seguir en Downing Street. Y un primer paso ya inevitable será la destitución, este mismo viernes, de su ministro de Economía, Kwasi Kwarteng, según anticipan la BBC y gran parte de los medios británicos. Los mercados comenzaron a experimentar el jueves una euforia, sostenida a lo largo de este viernes, ante la expectativa extendida entre políticos, economistas y medios británicos de que el Gobierno se dispone a dar de nuevo marcha atrás.

El ministro acortó su estancia en Washington, donde participaba en las reuniones del Fondo Monetario Internacional, para regresar a Londres, lo que se interpretó como una clara señal de la crisis que estaba a punto de desencadenarse. Truss ha anunciado una comparecencia a las 14.00 (las 15.00 en la España peninsular) para tratar de calmar los ánimos.

El descontento con Truss de muchos diputados conservadores es tal que el ministro de Exteriores, James Cleverly, se veía obligado a comparecer ante la BBC para intentar rebajar la furia de sus compañeros: “Está claro que debemos devolver certeza a los mercados, pero cambiar ahora de liderazgo sería una idea desastrosa, política y económicamente”, ha dicho Cleverly. Entre el grupo parlamentario circulan ya quinielas de sustitutos de la primera ministra, aunque nada se haya traducido aún en una rebelión coordinada. El diario The Times asegura que un grupo de diputados conservadores veteranos planea ya un movimiento acelerado para derribarla y poner en su lugar al tándem Rishi Sunak-Penny Mordaunt. El exministro de Economía y la actual líder de la Cámara de los Comunes (cargo de coordinación entre el Gobierno y el Parlamento, con rango ministerial) fueron los favoritos en las votaciones del grupo parlamentario, antes de que las bases del Partido Conservador se inclinaran mayoritariamente por Truss.

La primera ministra lucha por su supervivencia política desde el ya fatídico 23 de septiembre, cuando Kwarteng, presentó ante el Parlamento la histórica rebaja de impuestos, valorada en casi 58.000 millones de euros. Los mercados reaccionaron con el desplome del valor de la libra y con el encarecimiento de la deuda pública (los bonos a 30 años han llegado a superar el 5% de interés, unos máximos no registrados desde hace dos décadas) ante la sospecha de que tal tamaño de endeudamiento sería insostenible. El Banco de Inglaterra se ha visto obligado a intervenir hasta en tres ocasiones —dos de ellas, esta misma semana— para asegurar la estabilidad financiera del país, y evitar el pánico desatado sobre todo entre los fondos de pensiones, que manejan casi un billón de euros en bonos del Estado.

Los diputados conservadores reaccionaron con una furia aún superior, por el nefasto mensaje que trasladaba a los ciudadanos la idea de aliviar la presión fiscal sobre los más ricos, justo en medio de una crisis del coste de la vida que apretaba el cuello de la mayoría de ciudadanos. El primer propósito de enmienda lo realizó Truss de inmediato la semana pasada, al anunciar que echaba atrás la idea de eliminar el tipo máximo del 45% que gravaba las rentas más altas. Solo de ese modo logró salir ilesa del congreso que los conservadores celebraban en Birmingham, donde sus más críticos ya habían afilado los cuchillos.

Incluso el FMI, en una rara intromisión en la política interna de uno de sus socios, había advertido del peligro de bajar impuestos de modo indiscriminado en una situación generalizada de inflación elevada. El jueves, repetía su aviso y daba por descontado que el Gobierno británico se vería obligado a rectificar. “Creo que lo correcto siempre es dejarse guiar por la evidencia, y si la evidencia sugiere una nueva calibración [rectificación a la baja], es correcto que los gobiernos la hagan. No prolonguen más el daño causado, asegúrense de que sus medidas sean consistentes y coherentes”, ha pedido a Truss y a su ministro desde Washington Kristalina Georgieva, la directora gerente del FMI.

Tormenta entre los diputados

Truss volvió a verse las caras el miércoles con el líder de la oposición laborista, Keir Starmer, en la primera sesión de control al Gobierno desde que se desató la tormenta en los mercados y en el seno del Partido Conservador. La primera ministra cayó en la trampa de su rival, y se enredó más en su propia estrategia, porque aseguró de modo categórico —”absolutamente”— que mantendría su promesa de no recortar el gasto público. Las cuentas, de ese modo, no salen, y la credibilidad del Gobierno británico se escapa a chorros. No solo ante el mundo económico —el Instituto de Estudios Fiscales ya ha advertido de que Truss deberá buscar cómo ahorrar 70.000 millones si quiere que sus cuentas estén equilibradas— sino ante sus propios electores.

“Has tirado a la basura toda una década de apoyo al conservadurismo de las clases trabajadoras”, le dijo a la cara esa misma noche a Truss el diputado y presidente de la Comisión de Educación, el tory Robert Halfon. La primera ministra había decidido reunirse, para templar los ánimos, con el Comité 1922, la parte del grupo parlamentario que concentra a los backbenchers (literalmente, los que se sientan en los escaños de atrás). Son los diputados que no ocupan cargo alguno en el Gobierno. Son mayoría, y son, sobre todo, los más libres para cuestionar al líder, porque su única preocupación es garantizar en las próximas elecciones que retendrán sus respectivos escaños. La reunión, según algunos de los presentes, tuvo un tono entre fúnebre y agresivo, y sirvió para dejarle claro a la primera ministra que su supervivencia dependía de que realizara cuanto antes rectificaciones de peso en su anunciada rebaja de impuestos.

El ministro Kwarteng se había comprometido a explicar las cuentas el 31 de octubre, y acompañar la presentación de objetivos fiscales —en los que pretende dejar claro que podrá rebajar a medio plazo el nivel de la deuda pública— de un informe independiente de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria. Hasta dos veces adelantó la fecha de esa presentación, para intentar estabilizar la situación. Habló al principio, cuando era incapaz de anticipar el estropicio que se avecinaba, de principios del año que viene. Luego apuntó al 23 de noviembre. Luego al 31 de octubre. No ha sido suficiente. Muchos diputados conservadores quieren ya la rectificación. “Dados los enormes desafíos a los que hacemos frente, muchos estamos convencidos de que deberá presentar una nueva marcha atrás en algunas de las bajadas de impuestos que anunció el pasado 23 de septiembre”, ha dicho Mel Stride, el presidente de la Comisión de Economía de la Cámara de los Comunes.

Algunos medios, como el Financial Times, apuntan como siguiente rectificación al impuesto de sociedades. El ministro de Economía anterior, y rival de Truss en las primarias de este verano, Rishi Sunak, había anunciado un incremento del 19% al 25% para el próximo mes de abril. La primera ministra se comprometió durante la campaña a paralizar esa subida, y fue una de las decisiones anunciadas por Kwarteng. Supone unos 20.000 millones de euros, y sería una rebaja considerable de la deuda que pretende asumir el Gobierno.

“Ya veremos, aunque sigo pensando que es una buena idea mantener competitivo el impuesto de sociedades”, ha respondido el ministro en una entrevista al diario Daily Telegraph, en la que se negaba a descartar la posibilidad de esa subida.

El consenso general entre los conservadores era que la cuenta atrás ya había comenzado para Kwarteng. La cuestión, a partir de ahora, reside en ver si Truss es capaz de recomponer su destrozada autoridad y salvar su mandato.

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Sobre la firma

Rafa de Miguel
Es el corresponsal de EL PAÍS para el Reino Unido e Irlanda. Fue el primer corresponsal de CNN+ en EE UU, donde cubrió el 11-S. Ha dirigido los Servicios Informativos de la SER, fue redactor Jefe de España y Director Adjunto de EL PAÍS. Licenciado en Derecho y Máster en Periodismo por la Escuela de EL PAÍS/UNAM.

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