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Meloni tiene al enemigo en casa

El mal resultado de Matteo Salvini, que no llega al 9% de los votos frente al 26% de Hermanos de Italia, puede provocar fricciones en la coalición liderada por la ultraderecha a la hora de elegir a los ministros

Meloni y Salvini en Roma, el pasado 22 de septiembre. Foto: GIUSEPPE LAMI (EFE) | Vídeo: EPV
Daniel Verdú

Giorgia Meloni y Matteo Salvini no tienen una gran relación. Ambos proceden de tradiciones políticas y geográficas diametralmente opuestas y el trato personal nunca ha servido de pegamento. Pero ambos políticos, fuerzas principales de la coalición liderada por la ultraderecha que ha ganado las elecciones italianas, han aprendido a convivir y se respetan. La ley electoral, que premia las coaliciones configuradas antes de los comicios, engrasó una relación de naturaleza algo heterodoxa. El problema es que el pésimo resultado de Salvini (8,9% de los votos frente al 26% de Meloni) puede provocar ahora una situación de tensión que entorpezca el nacimiento del nuevo Ejecutivo. El miércoles, ambos líderes se reunieron durante más de una hora para limar las asperezas que ya han comenzado a surgir a cuenta de la futura lista de ministros.

El equilibrio de fuerzas había funcionado en la coalición hasta que Salvini perdió el liderazgo. El excelente resultado de Meloni es, en parte, fruto del expolio de votos que Hermanos de Italia ha practicado en el norte de Italia. Un territorio donde la vieja Liga Norte siempre fue fuerte, que ve a hora cómo un partido romano —ellos cantaban aquello de “Roma, ladrona”— les ha comido al electorado. Les ha ido tan mal, que el fundador del partido, Umberto Bossi, de 81 años, se quedó en un primer momento fuera del Parlamento por primera vez en su vida política (luego se pidió un recuento y logró salvar el pellejo). Los barones del norte comienzan a reclamar a Salvini que vuelva a las esencias y obtenga resultados para las regiones que le convirtieron en secretario general del partido mucho antes de que él decidiese transformarlo en un artefacto electoral nacional. Y ahora tendrá que contentarlos.

El martes se reunió el consejo federal en la sede del partido en Milán. La situación comenzó tensa. Dos de los principales barones de la formación habían pedido la cabeza del secretario. Salvini, según algunas fuentes, reprochó a algunos de los integrantes que habían sido ellos quienes le habían empujado a formar parte del Gobierno Draghi, participación que provocó el desgaste el electoral. Acordaron, a modo de tregua, firmar un documento en el que se reclama un ministerio de peso para el todavía líder. Esta petición iba dirigida expresamente a Meloni, que no ve con buenos ojos que Salvini ocupe una cartera sensible como Interior, justamente la que él ambiciona.

El dilema de Mattarella

El presidente de la República, Sergio Mattarella, que ya tuvo que tratar con el líder de la Liga durante el primer Gobierno de la pasada legislatura, también preferiría no cruzarse con Salvini otra vez. El dilema ahora es si estaría más tranquilo en el Consejo de Ministros o fuera de él, donde ser vería obligado a hacer una cierta oposición interna desde la coalición.

Al término de la reunión del miércoles, ambos partidos publicaron una nota para tranquilizar los ánimos. “El encuentro, el primero tras la victoria de la coalición de la derecha en las elecciones, se ha desarrollado en un clima de grande colaboración y unidad de intenciones”, se lee en una nota conjunta publicada tras la reunión, celebrada en la Cámara de Diputados.

Meloni quiere un Gobierno alejado de las estridencias populistas. Su equipo ha pensado en algunos nombres de carácter técnico para carteras clave. También para la del Interior que reclama Salvini. Y una de las posibilidades para evitar problemas con él es que el futuro Ejecutivo vuelva al modelo del primer Gobierno Conte, es decir, que se recupere la figura de los vicepresidentes del Consejo de Ministros. De este modo, se podría contentar a los socios de la coalición y Salvini ocuparía uno de esos puestos, cuya relevancia ejecutiva es prácticamente nula.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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