_
_
_
_

Arrigo Sacchi: “El fútbol es el espejo de Italia, un país que ha confundido los valores”

El revolucionario entrenador del Milan, una empresa que construyó codo con codo con ‘Il Cavaliere’, piensa que es improbable que la sociedad italiana haga hoy equipo

Arrigo Sacchio, durante 'El festival del deporte', organizado por 'La Gazzetta dello Sport', en octubre de 2019.
Arrigo Sacchio, durante 'El festival del deporte', organizado por 'La Gazzetta dello Sport', en octubre de 2019.Massimo Bertolini (NurPhoto via Getty Images)
Daniel Verdú

Arrigo Sacchi (Fusignano, 76 años), legendario entrenador del Milan, fue un revolucionario. Su obra al frente de aquel equipo de fútbol pasará a la historia como uno de los grandes fenómenos contraculturales de un país que siempre prefirió mirar hacia atrás. Una empresa construida codo con codo con un joven Silvio Berlusconi, que acababa de comprar un equipo en crisis. Lograron, entre otros títulos, dos Champions y dos copas intercontinentales. Pero, sobre todo, lo hicieron a través de un juego insólito en la Italia del catenaccio basado en el mérito, el colectivo y una idea del dominio del espacio desconocido hasta entonces. El éxito fue tal que Berlusconi lo utilizó para dar el salto a la política, inspirándose en aquello para crear un partido con nombre de coro futbolístico: Forza Italia.

Pregunta. ¿Cómo ve el panorama que se abre tras las elecciones del 25 de septiembre?

Respuesta. Mire, el fútbol es el espejo de la historia y de la cultura de este país. Son hijos de la misma historia. Y este es un país que ha confundido los valores. Piensa que la picaresca es superior al mérito; cree que los conocidos son más importantes que el conocimiento. Hemos iluminado el mundo, pero somos cada vez más ignorantes. Este país conquistó el planeta con los romanos, y luego cada vez hemos sido más invadidos culturalmente. Hemos vivido intentando escapar, intentando sobrevivir. Los romanos conquistaron la Galia, que eran cinco millones, con solo 50.000 hombres. ¿Sabe por qué? Hacían algo improbable hoy: un equipo.

P. ¿También en el fútbol?

R. Claro. Practicamos el catenaccio: ponemos más hombres en defensa que en ataque. Intentamos ganar con la astucia, no dominando el juego. No todos, claro. Pero la mayoría. Y mire, nos hemos convertido en un pueblo mafioso lleno de corporaciones.

P. Pues tenían a una estrella como Mario Draghi.

R. Es una de las personas que más honraba Italia. Y, ¿qué hacemos? Lo echamos. Pero se veía venir. Y en el fútbol pasa algo parecido: somos fuertes en la táctica, en el corto plazo. Pero débiles en la estrategia. Es un país en el que no se puede confiar.

P. ¿Cuándo empezó esta decadencia?

R. Hace mucho tiempo. Y eso es porque solo intentamos sobrevivir, jugar defendiendo. Porque tenemos miedo de que nos marquen si vamos al ataque.

P. ¿Ha escuchado algo interesante de los políticos?

R. Se llega al poder a través de promesas, que luego cambian enseguida. Pero este es un país que debe poner de nuevo la cultura en el centro. Antes venían estudiantes de todo el mundo a nuestras universidades, ahora son nuestros jóvenes quienes se marchan. La cultura es fundamental para elevar el conocimiento de las personas. Si no hay ignorancia y presunción, y así es imposible avanzar.

P. ¿Alguna vez le han propuesto hacer política?

R. Siempre he reconocido a quien me ha tratado bien. Y Berlusconi ha sido formidable. Cuando llegué al Milan firmé en blanco. Les dije que pusieran ellos la cifra: “O sois unos locos o sois unos genios”. Yo le estimo como persona y soy su amigo. Y si tuviese que hacerlo, iría con él. Pero yo no quiero hacer política.

P. En cambio, construyó un animal contracultural con su Milán.

R. Una vez me invitaron a Inglaterra para hablar de fútbol, un honor sabiendo lo que los ingleses piensan de nosotros. Mark Hughes [jugador del Manchester United] me preguntó cómo había logrado hacer aquello en Italia: ”Si el campo tuviera un kilómetro, encontraríamos a los italianos en los últimos 20 metros”, me dijo. Y la verdad es que yo solo intenté respetar mis valores. Mejor dominar a que te dominen, mejor ser optimista que pesimista… cosas simples. Pero en Italia la simplicidad es una revolución.

P. ¿El estilo, también en política, es importante?

R. Claro, el estilo es lo que te identifica. Lo que te da sentido de pertenencia y orgullo. Pero hoy solo queremos ganar, aunque sea robando, traicionando los valores. La Unión Europea valoró no hace tanto la corrupción que había entre sus socios comunitarios. De los 100.000 millones, la mitad se producía en Italia. Tiene que ver con esa necesidad de ganar a toda costa. Yo con el Milán intenté hacerlo a través del mérito.

P. No parece que calase mucho esa idea viendo el panorama actual.

R. Nadie es profeta en su tierra. La incultura hace prevalecer sentimientos innobles como la envidia. Yo pensaba que el fútbol era un colectivo de inteligencias. Miraba a las personas, su entusiasmo, su generosidad, modestia e inteligencia. Les proponía cosas, y luego me las devolvían mejoradas. No quería jugadores ya consagrados, porque pueden romper un equipo. Pero tuve la fortuna de tener un presidente que conmigo fue grandioso.

P. ¿Y usted entiende qué hace Berlusconi blanqueando esos partidos de extrema derecha?

R. Mire, intento no seguir mucho la política. Pero cuando le hicieron presidente del Consejo de Ministros y yo era ya entrenador de la selección Italiana, fuimos a despedirnos de él antes de ir al Mundial. Me dijo que tenía por delante un reto muy difícil, y le contesté que el suyo, en cambio, era imposible. Los italianos tienen el sentido de la nación, pero no del Estado.

P. Italia ha buscado últimamente renacer de sus cenizas. Hay equipos ahora en Europa, cómo el FC Barcelona, que se proponen lo mismo. ¿Qué le parece?

R. Mire, cuando se gana generando deudas es un problema. Hay que ganar sin apoyarse en el presupuesto. Cuando empecé a hacer de entrenador, le dije a una de las personas que me ayudaron a dar el paso que había que comprar un líbero. Me preguntó: “¿Qué número le darías?”. Le contesté que sería el 6. Así que se fue al vestuario, y volvió con una camiseta con ese número. “Ves, ahora si eres un buen entrenador, tu líbero te lo construyes con las ideas y con el trabajo”. Así hay que crecer, también un país.

Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_