Rusia convierte a Turquía en la principal puerta para evadir las sanciones occidentales
La importación de productos del país euroasiático y de empresas de la UE a través de este crece considerablemente tras el inicio de la invasión de Ucrania gracias a las facilidades dadas por Ankara. EE UU ha advertido a las empresas turcas de que se enfrentan a penalizaciones
La invasión rusa de Ucrania en febrero fue un duro golpe para Turquía, muy dependiente de ambos países. Las sanciones aprobadas por Occidente para aislar económicamente a Rusia, en cambio, se han convertido en una oportunidad. Los expertos y analistas consultados coinciden: con una economía en situación muy delicada —la inflación turca se sitúa en el 80%, aunque cálculos extraoficiales la elevan al doble, y la cotización de la lira turca se mantiene con alfileres—, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, necesita dinero fresco para no perder las cruciales elecciones del año que viene, y su homólogo ruso, Vladímir Putin, está dispuesto a ponerlo a cambio de convertir a Turquía en una grieta en la arquitectura sancionadora que permita a su país seguir obteniendo las mercancías y repuestos que ya no le vende la Unión Europea.
Turquía es el único país de la OTAN que no ha secundado las sanciones a Rusia, aunque sí ha cerrado sus estrechos al paso de buques militares rusos en dirección al mar Negro y sigue suministrando drones armados a Ucrania. Ankara argumenta que esta política “equilibrada” le ha permitido mantener líneas abiertas con Moscú y mediar para lograr, por ejemplo, el establecimiento del corredor que permite sacar el cereal bloqueado en Ucrania. Pero también le está sirviendo para otros fines.
Cada día, aterrizan en Turquía más de 120 vuelos procedentes de ciudades rusas: Moscú, San Petersburgo, incluso de la siberiana Omsk o la chechena Grozni. Cerca de un tercio con destino a Estambul; el resto, a las zonas costeras. Los operan aerolíneas turcas y rusas con aparatos en su mayoría de fabricación europea o estadounidense sin, aparentemente, ningún temor a quedarse sin repuestos si algo falla. Y los aviones viajan llenos. En los siete primeros meses de este año, 2,2 millones de rusos entraron en Turquía, un 41% más que el año anterior. Hay de todo, desde jóvenes que escapan de la cada vez más asfixiante atmósfera del putinismo, a turistas que ya no pueden tostarse al sol en las playas de la Unión Europea. También empresarios en busca de oportunidades.
El número de rusos con permiso de residencia en Turquía ha pasado de algo menos de 70.000 antes de la guerra a más de 105.000 y, entre marzo y junio, se han vendido casi 6.000 inmuebles a ciudadanos rusos, cuatro veces más que en el mismo periodo de 2021. Hay quienes compran vivienda como forma de proteger sus ahorros, otros que lo hacen para acceder a la ciudadanía turca, algo que ocurre de forma casi automática si se invierten más de 250.000 dólares (400.000 desde mayo).
Según un artículo del diario financiero Dünya estos nuevos ciudadanos turcos ejercen un papel fundamental en la intermediación entre productores de la UE y el mercado ruso. Con pasaporte turco y a través de empresas que son formalmente turcas, son libres de comerciar tanto con los países miembros del club comunitario como con Moscú. Los datos de la Unión de Cámaras de Comercio indican que entre enero y julio se fundaron 601 empresas con capital ruso en Turquía, de las que más de la mitad están inscritas bajo el epígrafe Comercio (que incluye actividades de importación y exportación), aunque también hay más de un centenar dedicadas a la comunicación y las actividades tecnológicas. En julio, una fuente diplomática ucrania confesaba con preocupación que estas nuevas empresas se dedican a la exportación de productos tecnológicos, maquinaria y repuestos industriales tanto de uso civil como militar.
“Las sanciones de Occidente a la Federación Rusa han hecho que actores occidentales se retiren del mercado, y este hueco lo están llenando empresas turcas, que están reforzando la cooperación comercial con sus socios rusos”, explica con satisfacción Kadir Kurtulus, director de la Casa Comercial Ruso-Turca, un organismo de asesoramiento apoyado por la Embajada rusa en Ankara.
De mayo a julio, las exportaciones de Turquía a Rusia sumaron casi 2.000 millones de euros, un 37% más que en el mismo periodo del año anterior. Pero Aydin Sezer, analista político y antiguo consejero comercial de la Embajada turca en Moscú, invita a no fiarse demasiado de las estadísticas porque, arguye, no todo el comercio queda registrado. Por ejemplo, existe el llamado “comercio de maleta”: personas que viajan a Estambul y cargan con todo lo que pueden para luego revenderlo en territorio ruso, o que hacen envíos de hasta 500 kilos a través de empresas de mensajería. El Banco Central turco, mediante estadísticas de pago y encuestas, estima que se han movido cerca de 2.000 millones de euros así en los últimos seis meses (un 22% más que en 2021). Sezer indica que tampoco se registra la compra en efectivo directamente en territorio turco, que luego se transporta a Rusia, y “no está claro que se declare como importación, porque ahora mismo no se están haciendo muchas preguntas sobre lo que entra en Rusia” (él mismo afirma haber sido testigo recientemente de compra de maquinaria de construcción de este modo).
Turquía mantiene excelentes conexiones por aire y por mar con Rusia, además de estar más cerca de los centros neurálgicos del país respecto a otros países como China y Emiratos Árabes Unidos que también están ejerciendo de intermediarios de los exportadores europeos. Una representante de una empresa dedicada al transporte marítimo con sede en Estambul, reconoció a este diario que el comercio con los rusos no solo no se ha detenido por la guerra, sino que “ha aumentado en torno a un 80%”. Fuentes de empresas logísticas citadas por el diario Dünya también afirman que sus almacenes “están llenos de mercancías en tránsito hacia Rusia”.
“Lo que está claro es que, en los últimos tres meses, en Turquía hay muchísima actividad porque hay una demanda increíble”, resume Sezer, y eso se debe a que “se han establecido las bases y la infraestructura para este comercio”.
Apoyo de Putin a Erdogan
El día 5, Erdogan se reunió con Putin en la ciudad-balneario de Sochi. El ambiente que transmitían, entre sonrisas, era de franca camaradería, y sus delegaciones firmaron varios acuerdos para facilitar e impulsar el comercio entre ambos países. En el avión de vuelta a Turquía, Erdogan explicó a los periodistas que le acompañaban que cinco bancos turcos estaban ya trabajando para aceptar el sistema de pagos ruso MIR —imprescindible para que los turistas rusos puedan seguir pagando con tarjetas una vez excluidos de los sistemas Visa y Mastercard— y que Ankara pasará a pagar en rublos las compras de gas (Rusia es su principal suministrador) y otras transacciones.
“En los pagos mediante euros y dólares a través del sistema Swift se producían continuos problemas: el dinero llegaba tarde, se quedaba atascado en los bancos intermediarios, que pedían gran cantidad de documentos”, asegura Kurtulus, de la Casa Comercial Ruso-Turca, por lo que cree que la transición al rublo “será una fuerza aceleradora del comercio” entre ambos países. Además, elevará el valor del rublo para los empresarios turcos que comercian con Rusia dado que se incrementará la demanda del Gobierno turco por la divisa rusa.
Unos días antes de la reunión en Sochi, la empresa estatal rusa Rosatom transfirió a Turquía cerca de 3.000 millones de dólares (cantidad equivalente en euros) como parte de una ampliación de capital del consorcio que está construyendo la primera central nuclear turca. Se espera que, en las próximas semanas, lleguen otros 10.000 millones, parte de los cuales serán financiados a través de la compra de bonos del Tesoro turco. “Esta ampliación de capital estaba pactado que la hiciesen empresarios turcos, pero finalmente el dinero lo ha puesto Putin, porque está satisfecho con el papel que ha adoptado Erdogan en esta guerra y quiere apoyarlo políticamente frente a la oposición”, opina Sezer.
Dada la polémica política monetaria impulsada por Erdogan, el Banco Central turco necesita intervenir constantemente en el mercado mediante la venta de divisas para mantener el valor de la lira turca dentro de unos márgenes. Así que estas inyecciones de dinero son como agua de mayo para un Gobierno turco que, sin acceso a fondos de la UE o EE UU, las está buscando en Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos o Rusia. Erdogan se enfrenta a las urnas en junio de 2023 y los pronósticos que arrojan las encuestas no le son favorables, principalmente debido a la mala situación económica. “Turquía busca financiación y Moscú busca la ayuda turca para saltarse las sanciones. Ahora mismo, hay una necesidad mutua entre ambos líderes”, explica Ilke Toygür, profesora de la Universidad Carlos III.
Sanciones secundarias
Pero esto no ha pasado desapercibido ni en Bruselas ni en Washington. En junio, el secretario adjunto del Tesoro estadounidense, Wally Adeyemo, viajó a Turquía para tratar con el Gobierno turco los intentos rusos de convertir al país en una vía para eludir las sanciones, y la semana pasada renovó el aviso en una conversación con su homólogo turco. Es más, Adeyemo también ha enviado una dura carta a la principal patronal turca, Tüsiad, en la que advierte de que quienes hagan negocios con entidades rusas sancionadas quedarán excluidos de los sistemas financieros de Estados Unidos. “Tengan en cuenta que [mantener] relaciones con actores rusos sancionados podría exponer a las instituciones financieras y empresas turcas al riesgo de sanciones”, se lee en la carta.
“En todas mis reuniones con representantes europeos y de países europeos me han transmitido la preocupación por lo que está pasando. La UE y EE UU están vigilando muy de cerca este tema”, sostiene Toygür: “Pero una cosa es vigilar y otra pasar a actuar en momento tan crítico en el que se está intentando mantener a toda la OTAN unida y todavía se necesita la aprobación turca para el acceso de Finlandia y Suecia, y porque vienen elecciones en Turquía. La UE está en una posición difícil, le preocupa mucho lo que está haciendo Turquía, pero actuar sería muy costoso”.
Sezer opina también que será muy difícil que Bruselas decrete sanciones secundarias a Turquía. En primer lugar, porque hay empresas europeas implicadas en el comercio con Rusia —que también deberían ser sancionadas—, y, en segundo lugar, porque sancionar a Turquía sería “un regalo para Erdogan”, pues siempre ha sido muy hábil a la hora de utilizar la amenaza extranjera en periodos electorales.
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