Radiografía de la destrucción en la base de la aviación rusa en Crimea
Imágenes satelitales del aeródromo militar de Saki muestran la destrucción selectiva de al menos ocho aviones rusos y varias instalaciones. Una fuente gubernamental de Kiev responsabiliza del ataque a fuerzas especiales ucranias
La guerra es terreno bien abonado a la especulación, pero las imágenes hablan por sí mismas. El jueves, la empresa estadounidense Maxar Technologies, con sede en Colorado, facilitó muestras de la destrucción en la base aérea rusa de Saki, junto a la localidad de Novofedorivka, en la costa occidental de Crimea. Las fotografías fueron captadas 24 horas antes por sus satélites.
A tenor de estas imágenes, al menos ocho aviones de combate Sukhoi 24 y Sukhoi 30, de fabricación y propiedad rusa, sufrieron importantes daños o desaparecieron prácticamente del mapa. Los satélites muestran además la destrucción de un hangar en el vértice noroeste y de otro edificio que parece servir de terminal. Rusia defiende que los daños en este aeródromo, precedidos por varias explosiones grabadas y difundidas en las redes sociales por ciudadanos en las localidades vecinas, fueron consecuencia de la detonación accidental de munición el martes.
Según Moscú, al menos una persona murió y cinco resultaron heridas. El Gobierno de Volodímir Zelenski no ha asumido que se tratara de un ataque del ejército ucranio, pero una fuente gubernamental que prefiere el anonimato ha asegurado a EL PAÍS que fue obra de fuerzas especiales de su país.
El visionado de las fotografías satelitales distribuidas por Maxar y, previamente, por la empresa también estadounidense Planet Labs, permite localizar los lugares dentro de la base que fueron alcanzados, en algunos casos con evidentes cráteres, resultado generalmente de un fuerte impacto y posterior explosión. Están fuertemente dañados varios puestos habilitados para el estacionamiento de los cazas y los dos edificios mencionados. Otras instalaciones o vehículos en la zona central del área afectada, así como la pista, permanecen intactos. Esto hace pensar que o bien el accidente con la detonación de munición del que informa el Kremlin fue tremendamente selectivo o se trató en realidad de una ofensiva de fuerzas ucranias, eso sí, de una gran precisión.
Esta última posibilidad plantea nuevos interrogantes: ¿por qué no se responsabiliza el Ejecutivo de Zelenski? Consultados varios departamentos del Gobierno ucranio, estos mantienen la versión oficial, es decir, que no asumen la autoría, aunque dejan abiertas unas cuantas puertas, entre cierta sorna y ambigüedad. El martes, dos de los hombres fuertes en torno a Zelesnki, los asesores Mijailo Podoliak y Andrei Yermak, manifestaron que las explosiones en Saki podían guardar relación con la “ineficacia” de las Fuerzas Armadas rusas o incluso su “torpeza”. El ministro de Defensa ucranio, Oleksii Reznikov, llegó a sugerir, y ahí iba el retintín, que quizá tenía que ver con que algún militar ruso había estado fumando en el aeródromo ―una teoría que gusta a muchos ciudadanos ucranios―.
A preguntas el jueves de la agencia Reuters, Podoliak fue un poco más allá: “Oficialmente no estamos confirmando ni negando nada; hay numerosos escenarios de lo que podría haber sucedido... teniendo en cuenta que hubo varios epicentros de explosiones exactamente al mismo tiempo”. Este asesor, una figura muy relevante en las negociaciones mantenidas hasta la fecha entre Ucrania y Rusia, afirmó con mucha intención en su cuenta de Twitter: “Legalmente, Donetsk y Crimea tienen el mismo estatus que Mariupol o Melitopol”. Es decir, están sujetos a posibles ataques para su reconquista. La duda sería si este sería el primer objetivo de lo que en Kiev llaman la “contraofensiva” en el territorio ocupado por el ejército ruso. Zelenski ha manifestado en su perfil de Telegram que la guerra solo puede finalizar con la “liberación de Crimea”, península ocupada y anexionada por Moscú en febrero de 2014.
Colas kilométricas de vehículos
De confirmarse la autoría de las fuerzas especiales ucranias, sería sin duda su mayor golpe contra el ejército ruso y el primero en Crimea, donde viven cientos de miles de ciudadanos rusos. A muchos de ellos les sorprendieron las explosiones en la base aérea cuando estaban de vacaciones en las playas de la costa occidental. Imágenes difundidas en redes sociales muestran colas kilométricas de vehículos dirigiéndose hacia el este, al estrecho de Kerch. La fuente consultada por EL PAÍS no ha detallado si estas fuerzas especiales son las que operan de forma regular en el ejército ucranio o son, en cambio, los llamados “partisanos”, miembros de la resistencia del país en los territorios ocupados y que ya han golpeado objetivos prorrusos.
Fueran los autores o no del ataque, directamente, mediante el sabotaje o señalando el objetivo, el análisis de las imágenes deja poco margen al accidente que defiende el Kremlin. Analistas y prensa ucranios especulan en torno al arma utilizada. Desde el mes de mayo y hasta el 1 de agosto, la Administración estadounidense de Joe Biden ha enviado un total de 16 sistemas Himars, lanzaderas múltiples de misiles tremendamente demandados por Kiev ―el ministro Reznikov ha señalado que haría falta un centenar de estas armas para hacer frente al avance ruso―. Estos sistemas permiten el lanzamiento consecutivo de seis misiles, con un alcance en torno a los 80 kilómetros, o uno solo tierra-tierra que puede impactar en un objetivo a unos 300 kilómetros.
De momento, Washington ha mandado al parecer a Ucrania del primer tipo, que si bien ya ha sido utilizado en el frente del este del país ―el envío está condicionado a su uso en la Ucrania ocupada, no para objetivos en territorio ruso―, no alcanzaría en condiciones normales una base como la de Saki, en Crimea, a unos 220 kilómetros como mínimo de las posiciones mantenidas por las fuerzas ucranias en el sur. Se especula también en torno a la posibilidad de que las fuerzas ucranias hubieran usado el mismo tipo de misil que hundió en abril la fragata rusa Moskva, la joya de la flota del mar Negro que, por cierto, opera desde Crimea. Este misil antibuque, de más de 800 kilos, se utiliza generalmente para objetivos en el mar.
Y mientras, el Ministerio de Defensa ruso mantiene que las explosiones en la base aérea de Saki tienen una naturaleza accidental. De confirmarse la autoría de las fuerzas ucranias, el golpe sería doble: primero, mostraría la capacidad del enemigo para alcanzar objetivos estratégicos con armamento de largo alcance, incluso en zonas con población rusa, como es el caso de Crimea. En segundo lugar, dejaría en evidencia los sistemas defensivos antiaéreos rusos.
Según el Instituto para el Estudio de la Guerra (ISW, en sus siglas en inglés), con sede en Washington, las fuerzas rusas en la base saben ya lo que ha ocurrido, pero no desde dónde o cómo les atacaron los ucranios. El ISW afirma además que, pese a que Kiev no se ha responsabilizado de ello, su ejército sí ha asumido en las últimas horas, por ejemplo, el ataque a un depósito de armas en Novoleksiivka, al norte de la península de Crimea.
En tiempos de guerra vuela sin duda la especulación. Aquí va la última: en la madrugada del jueves se escucharon ocho explosiones en el aeropuerto militar de Ziabrovka, en Bielorrusia, a 30 kilómetros de la frontera con Ucrania. Minsk ha informado de que fue un “incidente técnico”, pero la calle ucrania simpatiza con la idea de que también fueran los suyos. “Ni en la Crimea ocupada ni en la Bielorrusia ocupada te sentirás seguro”, ha manifestado Podoliak evocando a Rusia. “El karma te encuentra en cualquier lugar”.
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