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La OTAN se pertrecha para una época de confrontación de potencias

Los aliados refuerzan el flanco Este frente a Rusia, señalan a China como desafío sistémico y buscan adaptarse a los retos del siglo XXI como los ataques híbridos

Desde la izquierda, Joe Biden, presidente de EE UU; Jens Stoltenberg, secretario general de la OTAN, y Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, este miércoles en Madrid.Foto: Luis Sevillano | Vídeo: Reuters
Andrea Rizzi

Los países miembros de la OTAN han dado este miércoles en la cumbre que se celebra en Madrid considerables pasos para intentar adaptar la Alianza Atlántica a una época de turbulenta confrontación y polarización global. Los socios han dado el visto bueno a un nuevo Concepto Estratégico que define a Rusia como la amenaza más significativa y directa y, por primera vez, menciona a China, subrayando el desafío sistémico que el ascenso del gigante asiático —y su cooperación con Rusia— representa. A la vez, decidieron “reforzar significativamente” su capacidad de defensa y disuasión, con especial atención al flanco oriental. En este marco, Estados Unidos ha anunciado un considerable aumento de su despliegue militar en Europa dentro del marco de la Alianza con nuevos medios terrestres, aéreos o marítimos en múltiples puntos del continente.

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Los cambios son de profundo calado, con carácter territorial, operativo, conceptual y, en definitiva, de posicionamiento estratégico en el mundo. El escenario de fondo es el de una creciente tensión con el polo de los regímenes autoritarios —con China y Rusia a la cabeza—, contra los cuales se dirige una amplia serie de acusaciones. La confrontación con Rusia es abierta. En cuanto a Pekín, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, señaló que no se considera “un adversario”, pero que no se puede ser ingenuo con respecto a los desafíos que plantea. La Alianza acusa a China de intentar subvertir el orden mundial multilateral de normas e instituciones y erosionar malignamente a las democracias.

En términos territoriales, la reunión abre paso a la ampliación de la Alianza con la próxima integración de Suecia y Finlandia tras haberse superado el veto de Turquía, un desarrollo de peso de cara a la Rusia de Putin. A la vez, la cumbre cristaliza el estrechamiento de los lazos con socios en el Pacífico como Japón, Australia, Corea del Sur o Nueva Zelanda, por primera vez presentes en una reunión de la organización, en una clara señal hacia Pekín. Stoltenberg expresó la voluntad de profundizar la cooperación con ellos.

El nuevo Concepto Estratégico despeja además dudas sobre la proyección geográfica de su cláusula de defensa mutua, afirmando la determinación del grupo a defender la integridad y soberanía de todos sus miembros en cada centímetro de sus territorios, lo que transciende el límite geográfico tradicional marcado por el Tratado fundacional y ofrece un encaje mucho más evidente para Ceuta y Melilla entre otros territorios.

Refuerzo operativo

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En términos operativos, la Alianza se compromete a reforzar con nuevos efectivos y medios el flanco Este. En este marco, el presidente estadounidense, Joe Biden, anunció el aumento del despliegue de EE UU en Europa. Washington quiere elevar de cuatro a seis el número de destructores en la base naval de Rota, tal y como anunció el martes, pero además establecerá por primera vez una presencia permanente en el flanco Este, en Polonia; aumentará el despliegue aéreo en el Reino Unido, las defensas antiaéreas en Alemania e Italia y sus fuerzas rotatorias en Rumania y países bálticos. Todo esto se suma a los 100.000 efectivos que EE UU ya tiene destinados en el continente europeo.

Además, los aliados se comprometen a mejorar su capacidad de respuesta colectiva en los planos de rapidez de despliegue e interoperabilidad, entre otros. En ese marco, destaca la intención de elevar de 40.000 a más de 300.000 el número de efectivos disponibles para la respuesta rápida en 2023. También relevante es la mención al desarrollo de defensas misilísticas integradas.

Este desarrollo de refuerzo operativo se enmarca en el cuadro de una determinación general a aumentar el gasto militar. La Alianza afronta el reto de canalizar de forma eficaz este incremento prometido por muchos aliados que incumplían el objetivo del 2% del PIB. El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, ha subrayado los claros avances en esa dirección y observado que, cada vez más, el 2% es considerado un suelo más que un objetivo.

Este terreno presenta un desafío específico para los aliados miembros de la UE. Aquellos que desean incrementar la autonomía estratégica del club deben encontrar una difícil cuadratura del círculo con la renovada centralidad de la OTAN. Duplicidades y problemas de interoperabilidad dificultan la cohesión europea, y está por ver si este momento de impulso producirá una mejor sintonía.

En términos conceptuales, la Alianza se declara decidida a afrontar nuevos tipos de amenaza, y en ese sentido invertirá para desarrollar capacidades para contrarrestar amenazas híbridas. Se considera que estas pueden alcanzar el nivel de ataque armado que activa la cláusula de mutua defensa.

Otro nivel de acción es el de la ayuda a Ucrania, que los aliados prometen intensificar. En este aspecto, un importante elemento es la disposición a acompañar a las Fuerzas Armadas de Ucrania en el entrenamiento para el uso de armamento OTAN en vez del soviético al que están acostumbrados. Hasta ahora, los aliados habían entregado o bien armamento de procedencia soviética que permanecía disponible en los arsenales de algunos socios del Este o equipamiento occidental de uso simple. Pero las existencias se están agotando y, a la vez, Rusia logra avances sobre el terreno. Esto ha convencido a los aliados a proceder a entregar armamento de mayor alcance, como las avanzadas defensas antiaéreas prometidas recientemente por Biden, sin especificar el modelo.

“Esta no es una guerra solo contra Ucrania, sino para decidir el futuro orden mundial”, dijo el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, quien intervino por videoconferencia en la sesión matutina de la cumbre. Los aliados han declarado su inquebrantable disposición a apoyar a Ucrania, después de que el G-7 hiciera lo propio, mostrándose listo a prestar apoyo “durante el tiempo que haga falta”.

La jornada madrileña reunió, junto a los 30 aliados, a los países invitados a sumarse —Suecia y Finlandia—, los socios democráticos asiáticos y otros actores, configurando un conjunto de unos 40 países democráticos que cierran filas en una etapa convulsa. En conjunto, la cumbre retrata esa convergencia y un resurgimiento de la Alianza, pero esto no oculta los desafíos que amenazan esa cohesión y los planes dibujados. La brutalidad rusa ha reforzado la unión. Pero, a la vez, las consecuencias globales de la guerra son tan impactantes que el riesgo de discrepancias acerca de cómo gestionar la situación en el futuro es real. La relación con China, al margen del consenso alcanzado en la terminología del Concepto Estratégico, no concita un consenso absoluto entre los aliados.

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Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

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