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El cordón sanitario frente a la extrema derecha flaquea ante la segunda vuelta de las elecciones legislativas francesas

Tanto el partido de Macron como el de Mélenchon evitan llamar a votar explícitamente a los candidatos que en las legislativas del domingo se enfrentan a la ultraderecha de Marine Le Pen

Macron camina por la pista del aeropuerto de Orly antes de embarcar en el avión presidencial para visitar las tropas francesas de la OTAN desplegadas en Rumania, este martes. Foto: GONZALO FUENTES (AP) | Vídeo: EPV
Marc Bassets

El presidente francés, Emmanuel Macron y el veterano izquierdista Jean-Luc Mélenchon, rivales en las elecciones legislativas de este domingo en Francia, se oponen en casi todo, pero al menos coinciden un punto: la interpretación particular que hacen del cordón sanitario o frente republicano, la unión de todas las fuerzas autodenominadas “republicanas” contra la extrema derecha.

Tras la primera vuelta de las legislativas, el 12 de junio, Macron y los suyos titubearon. En cerca de 60 circunscripciones de las 577 que eligen sendos diputados para la Asamblea Nacional, se clasificaron un candidato del partido de extrema derecha Reagrupamiento Nacional (RN), liderado por Marine Le Pen, y otro de la Nueva unión popular ecológica y social (NUPES), la coalición de izquierdas bajo el mando del euroescéptico y anticapitalista Mélenchon.

Todo el mundo esperaba la consigna de voto de los macronistas, que llegaron al poder hace cinco años presentándose como el último baluarte en contra de la extrema derecha. Se esperaba que la consigna fuese votar a los candidatos que se oponen a la extrema derecha.

Pero el domingo, tras conocerse los resultados de las legislativas, hubo unas horas de confusión. Al cierre de los colegios, la primera ministra, Élisabeth Borne, pareció equiparar a la extrema derecha y a la izquierda radical cuando declaró: “Ante los extremos, no cederemos en nada. Ni a un lado ni a otro”. Poco después, se filtró que la consigna era que no habría consigna: se decidiría “caso por caso”.

Antes del final de la noche electoral, el Gobierno y Ensemble (Juntos) —el nombre de la candidatura de Macron— corrigieron el tiro. “Seamos claros: ni un solo voto debe ir al Reagrupamiento Nacional”, dijo la portavoz del Gobierno, Olivia Grégoire.

Ambigüedad

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La fórmula es calcada a la que Mélenchon usó en abril tras clasificarse Macron y Le Pen para la segunda vuelta de las presidenciales: “Ni un voto para la señora Le Pen”. El líder izquierdista reiteró el lunes en una entrevista televisiva: “La posición de la NUPES es que no votamos al Frente Nacional”. También llamó a los votantes de Le Pen “enfadados” con Macron a votar por la NUPES.

Mélenchon, cuando dio esta consigna en las presidenciales de abril y antes en 2017, fue acusado de ambigüedad y de debilitar el cordón sanitario, un método destinado a aislar a los ultras y considerado un modelo en otros países donde la extrema derecha sube.

Ahora es Macron quien recibe las críticas. Porque el “ni un voto para Le Pen” significa, literalmente, que uno puede abstenerse o votar en blanco, lo que representa una manera peculiar de frenar a la extrema derecha.

El macronismo lleva dos días debatiendo qué significa la consigna y el frente republicano. Está sucediendo algo poco habitual entre los disciplinados ministros y diputados de Macron: afloran en público las sensibilidades dispares que componen este movimiento, desde progresistas a conservadores.

“Nunca he puesto en pie de igualdad la NUPES y el Reagrupamiento Nacional”, dijo la misma noche electoral el ministro de Europa, Clément Beaune, identificado con el ala socialdemócrata del macronismo. Él lo dejó claro: en caso de duelo entre la NUPES y Le Pen, hay que votar al mélenchonista.

En una posición contraria, Alexandrine Pintus, candidata de Ensemble en el distrito del norte de Francia donde la propia Le Pen se disputará el escaño con Marine Tondelier, una ecologista de la NUPES, declaró tras quedar eliminada: “Votaré en blanco”.

La primera ministra, Borne, reiteró el lunes que la consigna era “ningún voto para el Frente Nacional”, pero aportó algunas precisiones. “Si un candidato de la NUPES no respeta los valores republicanos, insulta a los policías, pide que se deje de apoyar a Ucrania y quiere salir de Europa, no llamaremos a votar por él”, dijo. “Si un candidato de la NUPES respeta los valores republicanos, le apoyaremos”.

Borne, con esta distinción, intenta meter el dedo en la llaga: las profundas diferencias entre las múltiples izquierdas integradas en la NUPES. De un lado, la izquierda que en estos años se ha manifestado junto a islamistas contra la islamofobia, ha dicho —como Mélenchon hace unos días— que “la policía mata”, se ha mostrado complaciente con la Rusia de Vladímir Putin o propugna la “salida de los tratados de la UE”. Del otro, los socialistas y ecologistas que se han adherido con reticencias a la alianza con Mélenchon.

Lo que explica las dificultades de Macron para definir una línea sobre el frente republicano es que, al contrario que en las presidenciales, en las legislativas el rival ya no es Le Pen, tercera en la primera vuelta y que, como máximo, aspira unas decenas de diputados. Es Mélenchon, cuya candidatura, según los sondeos, será la primera fuerza de oposición.

Si Macron aplicase a rajatabla el principio del frente republicano, estaría contribuyendo a la elección de más diputados de la NUPES y quizá a su propia derrota. La otra explicación, ideológica, es que una parte del macronismo y de la derecha considera que, por sus posiciones sobre Putin, el islamismo o las fuerzas del orden, Mélenchon es tan peligroso para la República como Le Pen y, por tanto, también merece un cordón sanitario.

Así puede entenderse la declaración de Macron este martes en el aeropuerto de Orly antes de despegar hacia Moldavia y Rumania: “El domingo, que no falte ningún voto para la República”. Es decir, para él.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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