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Muere Cosimo Di Lauro, el capo de ‘Gomorra’

El mafioso, primogénito del legendario patriarca de uno de los clanes más poderosos de Nápoles, falleció el lunes en una cárcel de Milán en circunstancias todavía por aclarar

Cosimo Di Lauro
Cosimo Di Lauro, en el centro, en Nápoles, en 2005.CARLO HERMANN (AFP)
Daniel Verdú

Cosimo Di Lauro (Nápoles, 1973-Opera, 2022) nunca fue el más listo de la familia. Tampoco el más dotado para los negocios ni para las relaciones sociales. Sin grandes aptitudes para lo que requería el cargo y con demasiados impulsos de vanidad, quiso demostrar que podía ser el príncipe de una de las familias más respetadas de la Camorra napolitana y terminó provocando su implosión. Condenado a dos cadenas perpetuas por varios asesinatos y pertenencia a asociación mafiosa, encerrado en una cárcel milanesa bajo el régimen de aislamiento del 41 Bis —aplicado a los mafiosos italianos—, murió el lunes a los 49 años en su celda bajo circunstancias sin determinar todavía. “Ha muerto hoy, solo, desesperado, literalmente enloquecido en una cárcel. Podría haber intentado redimirse pero no quería arrepentirse. No quería ser el primero de la familia en hacerlo. Todos le han traicionado, él traicionó todo”, publicó el escritor Roberto Saviano en sus redes sociales.

El drama de Cosimo Di Lauro, justamente, es que su mayor mérito fue convertirse en la fuente de inspiración del protagonista de la serie Gomorra, basada en el libro homónimo de Saviano. A imagen y semejanza de aquel camorrista que se empeñó en ser apodado Designer Don (por su afición a la ropa de grandes diseñadores de moda), Saviano creó a un joven malcriado, impulsivo y cruel que heredó uno de los mayores imperios criminales de la historia de la mafia italiana. Pero incluso en el producto televisivo, la altura del personaje y su capacidad de gestión del entorno camorrístico fue mayor que en la realidad. Cosimo siempre vivió a la sombra de algunos de sus hermanos pequeños y, sobre todo, de su padre, Paolo Di Lauro: el legendario patriarca del clan que forjó su leyenda criminal en la periferia napolitana. De él recibió un imperio por consanguinidad y provocó su implosión con una guerra sangrienta que convirtió en enemigos a quienes hasta entonces habían sido aliados.

Saviano, uno de los intelectuales que más ha descifrado al personaje y el mundo al que pertenecía, da algunas claves al teléfono. “Cosimo fue una figura increíble, en el peor aspecto. El hombre que quiso mostrar al padre y a su entorno que valía, que contaba. Y apenas tuvo la ocasión hizo saltar las reglas perfectas que había diseñado el padre: una confederación de camorristas libre emprendedores. Pero Cosimo les convirtió en empleados. Cuando pensé en Gennaro Savastano pensé en él, pero también en alguno de sus hermanos. La escena, por ejemplo, en la que Genny controla el Ayuntamiento de una ciudad está basada en su hermano Domenico”, apunta. “Es un chico que intentó toda la vida la aprobación del padre y entrar en el corazón de la madre. Pero no lo consiguió. Y para ello usó la violencia más despiadada para alcanzar el poder”, insiste.

La sombra del padre

Es imposible entender a Cosimo, un tipo vanidoso de pelo largo y vestimenta siempre negra, sin el rastro de su padre. Paolo Di Lauro, hijo adoptivo de una familia humilde del barrio de Secondigliano, curtido como vendedor ambulante de género falso, empezó a trabajar a las órdenes de Aniello Lamonica, histórico capo de la zona en los años ochenta, conocido también como El carnicero por su costumbre de arrancarle el corazón a sus víctimas. Extorsión, palizas, contrabando de cigarrillos… Pero Di Lauro tenía hambre y, como acostumbra a pasar en estos casos, terminó asesinando a su protector, se independizó y comprendió mejor que nadie por dónde pasaba el futuro de Scampia, el lugar donde se habían edificado unos enormes edificios de protección oficial que terminaron convertidos en uno de los mayores supermercados de la droga de Europa.

Una de las Velas, los edificios sociales construidos en Scampia que terminaron convertidos en supermercados de la droga.
Una de las Velas, los edificios sociales construidos en Scampia que terminaron convertidos en supermercados de la droga.paolo manzo

La desgracia en la que el patriarca del clan sumió a aquella zona, un ermitaño que apenas salió de casa durante su largo reinado, no impidió que siempre fuera percibido como un benefactor. El cielo, sostenían sus afiliados, se lo agradeció con 10 hijos varones. En los libros de cuentas que la policía le incautó aparecen como F1, F2, F3…(por figlio, hijo) en frío orden cronológico. Cosimo, como primogénito, siempre fue conocido en los sumarios como F1.

El millonario, que estuvo viviendo en un barco en el puerto de Nápoles tras su fuga, había revolucionado el negocio. Estrechó lazos con los productores colombianos, consiguiendo rebajar el precio de la cocaína en origen. Liquidó a los intermediarios y abrió el mercado, compitiendo de tú a tú con las otras grandes organizaciones europeas. El clan distribuía a toda Italia y en el barrio —las icónicas velas de Scampia— logró crear más de 20 puestos de venta de droga.

El momento de Cosimo llegó tras la fuga de su padre. Como primogénito tomó las riendas del clan, aunque fuera de forma fugaz. Impuso nuevas reglas y asesinó a los senadores de la organización para sustituirlos por jóvenes lugartenientes en quien confiaba más. El movimiento, sin el aparente consentimiento de su padre, provocó la faida que enfrentó en 2004 y 2005 al clan Di Lauro con un grupo de disidentes dirigidos por Raffaele Amato, conocidos como Los secesionistas o Los españoles —Amato se ocupaba de los enlaces con España— que dejó más de un centenar de muertos en las calles de Nápoles y sus alrededores.

Aquello debilitó terriblemente la organización y en 2005 el patriarca, sin que la policía hubiera podido jamás escuchar su voz en ninguna de las cientos de llamadas interceptadas, terminó condenado a tres cadenas perpetuas en régimen de aislamiento. Cosimo, también fue detenido poco después. Marco, F4 en el argot contable del padre, terminó siendo el jefe de la organización casi por eliminación. Pero también fue arrestado en 2019. Su herencia urbanística y social puede todavía contemplarse en Secondigliano, un barrio de la periferia norte de Nápoles que ha luchado en los últimos años por curar las heridas y escapar del estigma provocado por el reinado de los Di Lauro.

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Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

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