La guerra en Ucrania frena el acuerdo nuclear con Irán
EE UU pausa la reactivación del pacto atómico de 2015 después de que Rusia haya retirado su veto tras las sanciones occidentales por la invasión
La reactivación del acuerdo nuclear que las grandes potencias cerraron con Irán en 2015, para evitar que Teherán pueda dotarse del arma atómica, estaba prácticamente ultimado tras 11 meses de negociaciones cuando Rusia invadió Ucrania. El estallido del conflicto armado en Europa está lastrando la culminación de la promesa electoral del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, –vicepresidente del también demócrata Barack Obama cuando se firmó– de reavivar la vigencia de un pacto que fue dejado en suspenso en 2018 por el republicano Donald Trump. Los esfuerzos diplomáticos han proseguido, pese a todo, en Viena para tratar de resucitar el oficialmente denominado Plan de Acción Integral Conjunto (JCPOA, por sus siglas en inglés), avalado por China, Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia y EE UU.
Ambas superpotencias dejaron en el limbo la firma definitiva tras las sanciones impuestas a Moscú por los países occidentales por la invasión de Ucrania. Rusia, cuya misión de recuperar parte del uranio enriquecido iraní es determinante para el éxito del acuerdo nuclear, exigió que las represalias económicas por su intervención militar no afectaran a sus relaciones bilaterales con Teherán. Su ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov, aseguró la semana pasada que había recibido “garantías por escrito” para poder seguir cumpliendo su papel en el acuerdo nuclear “mediante empresas y técnicos” rusos. La Unión Europea, que coordina las conversaciones indirectas de Viena, explicó a través del alto representante para Política Exterior y de Seguridad Común, Josep Borrell, que “factores externos habían forzado una pausa”, sin ofrecer más detalles.
El portavoz del Departamento de Estado de EE UU, Ned Price, se apresuró a puntualizar que “no se va a sancionar la participación de Rusia en proyectos nucleares destinados a reanudar la aplicación del JCPOA, aunque no hemos dado otras garantías que se vayan a ir más allá”. “Estamos muy cerca del acuerdo, pero aún no lo hemos cerrado”, reconoció a continuación el portavoz diplomático estadounidense.
Tras la optimista respuesta de Washington para deslindar el acuerdo nuclear iraní del curso de la guerra en Ucrania, ha retornado la incertidumbre en menos de una semana. “Ha habido progresos. Sin embargo, el acuerdo no es inminente ni está asegurado. Nos preparamos para cualquier escenario”, replicó Price el lunes por la tarde a las preguntas de la prensa. “Estamos preparados para tomar decisiones difíciles con el fin de reactivar el acuerdo nuclear, pero no vamos a responder a la petición de levantar sanciones [específicas]”, remachó el portavoz del Departamento de Estado, en referencia a eventuales exigencias de Moscú. Washington teme que el Kremlin recurra a la vía comercial iraní para burlar las sanciones por la agresión a Ucrania.
Tanto Rusia como Estados Unidos han frenado el avance final de las conversaciones de Viena mientras las bombas siguen cayendo sobre las ciudades de Ucrania. En la táctica negociadora juega a favor de las partes el parón de la actividad oficial en Teherán que representan las festividades del Nworuz, el año nuevo iraní que coincide con el inicio de la primavera. El gesto de liberar, al hilo de esas celebraciones, a dos ciudadanos británicos que llevaban años detenidos en Irán ha sido bien recibido por los negociadores occidentales, que confían en que continúe con la próxima excarcelación de varios estadounidenses.
El entendimiento para reactivar el JCPOA en sus términos originales de 2015 lleva tiempo consensuado. Pero nada estará pactado mientras no se hayan resuelto los últimos puntos, estiman analistas de la prensa internacional que siguen de cerca las negociaciones. Dan por hecho que se mantendrán las cláusulas acordadas hace siete años bajo la Administración del presidente Obama, algunas de las cuales podrían seguir en vigor hasta 2025 o 2030, e incluso indefinidamente, según los casos.
Uno de los escollos más espinosos, junto al control de los misiles balísticos de Irán, está siendo el de la retirada del Cuerpo de los Guardianes de la Revolución iraní de la lista de organizaciones terroristas de EE UU, un punto que no figuraba en el acuerdo de 2015. El presidente Trump adoptó tres años después la decisión sin precedentes de incluir en la lista negra a una fuerza de un Estado internacionalmente reconocido.
Washington afronta el dilema de atender esa última exigencia de los negociadores de Teherán para dar vía libre al pacto nuclear o desairar a sus aliados en Oriente Próximo, que ven en la Fuerza Al Quds, el cuerpo expedicionario de los Guardianes de la Revolución, como sostén de grupos extremistas en la región. Una nada velada alusión a la milicia chií libanesa de Hezbolá, desplegada en la guerra de Siria, y los rebeldes hutíes de Yemen.
En una inesperada cumbre regional, el presidente de Egipto, Abdelfatá al Sisi; el primer ministro de Israel, Naftali Bennett, y el gobernante de facto de Emiratos Árabes Unidos, el príncipe Mohamed Bin Zayed, se han reunido desde el lunes y hasta este martes en Sharm el Sheij, en la península del Sinaí. El mensaje de frente común ante el levantamiento de las sanciones a Teherán y a su fuerza expedicionaria ha calado, a pesar de la vaguedad de los comunicados oficiales. El gabinete del primer ministro israelí solo dio cuenta de la celebración de conversaciones entre los tres países para “estrechar lazos a todos los niveles”.
También ha trascendido que el conflicto de Ucrania fue uno de los asuntos centrales de la reunión de alto nivel, junto a la “amenaza continuada de Irán”, como sostiene Jaled Okasha, director del Centro de Estudios estratégicos de Egipto, citado por Reuters. El viceministro de Asuntos Exteriores israelí, Idan Roll, fue aún más explícito en declaraciones a la radio pública hebrea al asegurar que el cónclave del mar Rojo había consolidado un “eje de cooperación económica y de defensa en Oriente Próximo”. “Israel está comprometido”, apostilló, “en la construcción de una alianza con todos los socios posibles frente al eje radical de Irán”.
Cónclave del eje regional frente a Teherán
Egipto se limitó a informar, en un breve comunicado del portavoz de la presidencia, Basam Rady, tras el encuentro que los tres dirigentes abordaron en Sharm el Sheij, entre otros asuntos, el estado del sector energético, la estabilidad en los mercados y la seguridad alimentaria, informa Marc Español desde El Cairo. Se trata de tres cuestiones que generan especial preocupación en Egipto, sobre todo en el actual estado de volatilidad económica global, puesto que es un importador neto de crudo, derivados del petróleo y alimentos básicos y que desde el estallido de la guerra en Ucrania ha sufrido una dolorosa fuga de capitales que añade presión a sus problemas de liquidez.
Los mandatarios trataron además, según las mismas fuentes, una serie de cuestiones regionales e internacionales. Uno de los escenarios de mayor importancia para El Cairo en este ámbito es el vecino Sudán, donde tanto Egipto como Israel y los Emiratos Árabes Unidos han adoptado posturas muy cercanas a los generales que ejecutaron un golpe de Estado en octubre. El Cairo también se ha mostrado inquieto por la rapidez con la que avanza la normalización de relaciones entre Israel y el Golfo por temor a ver reducida su influencia regional.
Desde principios de año, el presidente egipcio ha acelerado su actividad diplomática en la región del Golfo y se ha reunido con los dirigentes de Arabia Saudí, Baréin, Kuwait y con el propio Mohamed Bin Zayed, el gobernante emiratí, a fin de coordinar una respuesta conjunta ante la creciente tensión entre Rusia y Occidente y, más crítico todavía para sus intereses, asegurarse asistencia financiera para afrontar sus crecientes problemas económicos.
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