Las 50 velas de Justin Trudeau: de ‘rock star’ de la política al líder más veterano del G7
El primer ministro canadiense cumple este sábado medio siglo de vida. Sigue cincelando su legado tras más de seis años en el poder
Justin Pierre James Trudeau se convirtió el 25 de diciembre de 1971 en el bebé más famoso de Canadá. El primogénito de Margaret Sinclair y Pierre Elliott Trudeau (la pareja tuvo otros dos hijos) nació en un hospital de Ottawa. Su padre era en ese entonces primer ministro canadiense, aunque no uno más: el político liberal transformó el país norteamericano como pocos. Hace unos días, en una entrevista que concedió al diario The Toronto Star, Justin Trudeau dijo que cumplir medio siglo de vida no sería para él “gran cosa”, catalogando su llegada a esta edad como un “hito arbitrario”. El premier canadiense celebra este sábado su quincuagésimo aniversario con su esposa, Sophie Grégoire, y los tres hijos de la pareja. La fuerza de la covid-19 impide otro tipo de planes más multitudinarios.
Trudeau pasa este día en plenas vacaciones parlamentarias. Hace poco más de seis años que dirige los destinos del país. En octubre de 2015, venció en las urnas a los conservadores, rompiendo una década de hegemonía tory, y con una ventaja en los escaños que le permitió formar Gobierno mayoritario. Una nueva Trudeaumanía –como la que había desencadenado su padre- se dejaba sentir. Justin Trudeau prometía volver a los valores canadienses “de toda la vida”, con un estilo dinámico y pose de rock star que generaron atención en medio planeta. Las fotografías muestran muy pocos cambios físicos entre hoy y aquel momento donde conquistó el poder. Sin embargo, Trudeau porta arrugas de otra índole.
Consiguió la reelección en septiembre, en unos comicios provocados por él para recuperar la mayoría gubernamental que había perdido en 2019. Sin embargo, no cumplió con su objetivo trazado. Incluso el Partido Conservador ganó en el voto popular, como también había ocurrido dos años atrás. Trudeau celebra su cumpleaños con la mente puesta en el diálogo con al menos una fuerza opositora para sacar adelante sus proyectos.
En sus años en el poder, Trudeau ha logrado, entre otros puntos, la legalización del cannabis recreativo, la puesta en marcha de subsidios familiares, la defensa de la comunidad LGBT y un paquete de generosas ayudas para reducir los estragos económicos de la pandemia. No obstante, el balance también está acompañado de varias promesas incumplidas o realizadas de manera parcial dentro de la “revolución progresista” que ha planteado. Su renuncia a llevar a cabo una reforma electoral es un ejemplo, al igual que los problemas que siguen teniendo numerosas comunidades indígenas para tener acceso al agua potable. A su vez, la Defensoría del Pueblo para la Empresa Responsable, iniciativa de Trudeau para investigar el proceder de las compañías canadienses en el exterior —principalmente de las mineras— ha resultado decepcionante para distintos organismos por su limitado margen de maniobra.
El mandatario ha tenido tendencia a protagonizar escándalos. La lista no es menor. Se recuerdan aún aquellas añejas fotografías, surgidas en plena campaña electoral en 2019, donde aparecía con el rostro maquillado de negro. Sus viajes a la isla privada de un millonario tampoco fueron motivo de aplauso. La cercanía de su familia con un organismo que se encargaría de repartir miles de cheques de ayudas a los jóvenes emanó un aroma a conflicto de interés, mientras que sus presiones para evitar una investigación por corrupción contra una firma de Quebec alimentaron titulares.
El primer ministro ha dado muestras de mayor mesura y reflexión en tiempos recientes, aunque en octubre volvió a dar un tropiezo: prefirió tomar vacaciones en vez de conmemorar el Día para la Verdad y la Reconciliación con los pueblos indígenas. No existe persona que haya puesto políticamente en más aprietos a Trudeau que él mismo. Tras el adiós de Angela Merkel, es el líder de los miembros del G7 con más años en el cargo. Y diversos expertos han señalado que el premier canadiense debe cobrar mayor protagonismo en defensa de los principios del liberalismo a escala global.
En su discurso de victoria el pasado 20 de septiembre, Trudeau señaló: “Estoy listo para continuar con el trabajo y mi equipo también lo está”. El primer ministro ha subrayado que la lucha más aguerrida contra el cambio climático será una de sus prioridades; también la “derrota” de la pandemia y una mayor regulación de las actividades en internet. Los próximos comicios están programados en 2025. Siempre existe la posibilidad de una disolución del Parlamento, aunque tanto Trudeau como los líderes de las fuerzas de oposición han manifestado su voluntad de no provocar un adelanto electoral.
Justin Trudeau prosigue escribiendo las líneas de su legado. El joven carismático y de dinamismo contagioso ha mutado en buena medida en un político que requiere de la negociación (cualidad toral en un Gobierno minoritario) y que sabe que los escándalos pasan factura. La prensa canadiense ha comenzado a especular sobre el futuro del Partido Liberal sin Trudeau al mando. Suenan François-Philippe Champagne –ministro de Innovación, Ciencias e Industrias- y Mark Carney —exgobernador de los Bancos de Canadá y de Inglaterra— como posibles sucesores. Aunque la carta más fuerte, según los analistas, la encarna Chrystia Freeland, viceprimera ministra y ministra de Finanzas.
Sin embargo, no se escuchan voces divergentes o movimientos desafiantes (al menos públicamente) hacia Justin Trudeau dentro de su agrupación. Además, Trudeau declaró en días recientes que tiene la intención de “liderar a los liberales en las próximas elecciones”. La edad no sería una variable en su contra. El asunto pasa fundamentalmente por tasas de aprobación, resultados gubernamentales y fidelidad de sus huestes. También depende del desempeño y empuje de Erin O’Toole, líder de los conservadores, o de una nueva figura de dicho partido que pueda alterar los planes políticos de Trudeau.
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