100 días de errores y enmiendas de Pedro Castillo
El presidente de Perú ha enfrentado continuas crisis y por el camino ha cambiado a más de la mitad de los ministros con los que empezó su Gobierno
El candidato que asombró al mundo, el maestro rural Pedro Castillo, ha comprobado en carne propia la dificultad de gobernar Perú, un país inmerso en la inestabilidad institucional desde hace cuatro años. Castillo no ha sido capaz de frenar esa tendencia en sus primeros 100 días como presidente. En este tiempo, cinco de sus ministros han dimitido y él ha empujado hacia la salida a cuatro más y al primer ministro, su segundo de abordo. Los líos dentro del Gabinete se han contado casi a uno por semana. A su vez, aunque resulte paradójico, de estas turbulencias ha surgido un Castillo más fuerte, con más control sobre el Gobierno, al haberse deshecho de los cercanos a Vladimir Cerrón, el presidente del partido, Perú Libre, la plataforma con la que ganó las elecciones. Cerrón era una presencia incómoda, un poder en la sombra, hasta que el profesor ha decidido distanciarse de él y volar por libre.
Estos vaivenes no han aumentado su popularidad entre sus paisanos. Según la más reciente encuesta del Instituto de Estudios Peruanos (IEP), de finales de octubre, un 48% de ciudadanos desaprueba el desempeño de Castillo (frente a un 35% a favor) y un 75% hace lo propio con el Congreso. La cámara, donde no tiene mayoría, ha sido una constante amenaza para sus intereses. En Perú existe una figura legal que se presta a interpretaciones extrañas, como es la vacancia por incapacidad moral. Los parlamentarios pueden echar a un presidente por considerarlo impropio del cargo. Así se derribó al presidente Vizcarra, acusado de corrupción. La oposición amaga constantemente con usarla. El periódico El Comercio, el más relevante del país, publicó este miércoles un anuncio a toda página de una convocatoria en la calle para promover la vacancia contra Castillo.
En Ayacucho, el mandatario hizo un balance de su gestión durante estos primeros cien días. Se trata de la misma región donde tuvo un encuentro masivo con sus electores al día siguiente de prestar juramento al cargo en julio. El profesor ganó las elecciones del 6 de junio como candidato del partido de izquierda radical Perú Libre, no como militante, sino como invitado del fundador, el neurocirujano Vladimir Cerrón, quien no podía postular a la presidencia por estar inhabilitado debido a una sentencia judicial por corrupción. Cerrón, además de ser un defensor de los regímenes de Cuba, Venezuela —y ahora Nicaragua— afronta una investigación fiscal por blanqueo de capitales durante varias campañas electorales.
Un hombre de su máxima confianza, con débil experiencia en gestión pública, Guido Bellido, fue nombrado primer ministro por Castillo. Era la forma de darle poder a Cerrón en el Ejecutivo. Al presidente le llovieron las críticas. Los continuos choques de Bellido con la oposición y la élite económica hicieron que el tipo de cambio del dólar subiese desde agosto y alcanzase un máximo histórico la primera semana de octubre, depreciando el sol peruano. Ello incrementó el precio de algunos insumos importados determinantes en la canasta familiar, como el gas licuado de petróleo y el pollo debido a que las aves se alimentan con maíz amarillo, que Perú no produce. Y entonces, el incremento de la inflación se volvió otro flanco de ataque a la nueva administración.
En respuesta, el Ejecutivo aprobó a fines de agosto un subsidio indirecto para que los distribuidores de gas en bombonas lo vendieran a un precio menor, y dispuso un subsidio directo de 85 dólares a 13 millones de personas en pobreza que no hubieran podido recuperarse del golpe a la economía por la pandemia en 2020. El presidente obligó a Bellido a dimitir a inicios de octubre, lo que provocó una nueva crisis política. Castillo y el ministro de economía, Pedro Francke, acababan de volver de una visita a Estados Unidos, donde se reunieron con presidentes ejecutivos de transnacionales y altos cargos del Banco Mundial y el BID para reiterar que garantizaban el respeto a la propiedad y que Perú requiere inversión extranjera. Horas más tarde, Bellido amenazó vía Twitter al consorcio privado que opera Camisea, el mayor yacimiento de gas: anunció que si no aceptaba renegociar el porcentaje de regalías que paga al Estado expropiarían el gas.
Francke y Castillo aclararon que el objetivo del Gobierno es “masificar” el gas, es decir, que Camisea no solo exporte a Asia y Europa, sino que sea distribuido a precios baratos a los ciudadanos en Cusco —donde está el yacimiento— y a casi una decena de regiones. Al caer Bellido, el Gabinete tenía que renunciar, y el jefe de Estado hizo otros cambios en su equipo. Retiró a los ministros de Interior, Juan Carrasco, y al de Educación, Juan Cadillo, pese a que no eran cuestionados; y también al ministro de Cultura, Ciro Gálvez, quien causó una controversia al modificar a última hora la lista de la delegación oficial de Perú en la FIL Guadalajara.
En estos 100 días, hubo otros cuatro ministros cuyas declaraciones o antecedentes daban pie a la oposición para atacar al Ejecutivo. Por ello, Castillo también pidió la dimisión al canciller Héctor Béjar; al ministro de Trabajo, Iber Maraví; al ministro de Interior, Luis Barranzuela, exabogado de Cerrón y Bellido; y al ministro de Defensa, Walter Ayala. Si bien en su primer Gabinete —de 19 miembros— solo nombró a dos mujeres, Castillo hizo un mea culpa semanas después. La enmienda ocurrió al nombrar como reemplazo de Bellido a la abogada de izquierda moderada Mirtha Vásquez, defensora de derechos humanos, y expresidenta del Congreso. Además, reclutó a dos mujeres como ministras de Cultura y de Trabajo. Ese día, el sector cerronista de Perú Libre mostró su rechazo a una supuesta ‘derechización’ de Castillo.
El único consenso a favor del Gobierno es el avance de la vacunación. En su mensaje en Ayacucho, el presidente informó que cuando llegó al cargo solo un 15% estaba vacunado. “En 100 días hemos logrado vacunar a casi el 60% de la población objetivo, habiendo cuadruplicado el porcentaje”. La previsión es llegar al 80% a fin de año. “Sin ello, no será posible reencauzar la economía”, agregó. El jefe de Estado ha señalado en su balance que según el Banco Central de Reserva, la economía crecerá 11.9%, este año —en 2020 pasado cayó 11 puntos porcentuales—, y que entre julio y septiembre hubo 300.000 nuevos puestos de trabajo.
Francke remarcó el viernes último, citando una encuesta del mismo Banco Central, que las expectativas macroeconómicas se recuperaron “por segundo mes consecutivo con una fuerte alza”, y que la mayoría de indicadores se ubican en el tramo optimista. El ministro recordó que dos grandes inversiones privadas han iniciado durante este Gobierno, una operación de sulfuros de minera Yanacocha y la construcción de la segunda pista del aeropuerto de Lima.
Mientras tanto, las promesas de mejor atención de salud y educación dependen de una propuesta de reforma tributaria que, según Castillo, no afectará a la clase media ni a los trabajadores sino “a los que más tienen”. El pedido de delegación de facultades legislativas para dicha reforma debe aprobarlo el Congreso. Otro obstáculo más para el presidente, quien 100 días después trata de, por fin, arrancar un proyecto que no vive de sobresaltos.
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