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El choque de la izquierda encamina a Portugal a elecciones anticipadas

El debate presupuestario evidencia la distancia entre el socialista António Costa y sus antiguos socios

El primer ministro portugués, Antonio Costa (derecha), con el secretario de Estado de Finanzas, João Leão (izquierda), y por el secretario de Estado de Asuntos Parlamentarios, Duarte Cordeiro, este miércoles en el Parlamento portugués, en Lisboa.
El primer ministro portugués, Antonio Costa (derecha), con el secretario de Estado de Finanzas, João Leão (izquierda), y por el secretario de Estado de Asuntos Parlamentarios, Duarte Cordeiro, este miércoles en el Parlamento portugués, en Lisboa.TIAGO PETINGA (EFE)
Tereixa Constenla

Portugal está a cada hora que pasa más cerca de las elecciones anticipadas. El debate de Presupuestos, que ha comenzado este martes a las cuatro de la tarde, ha constatado que la distancia entre António Costa, primer ministro socialista, y sus antiguos socios de izquierdas es casi insalvable. Costa no llegó con ningún conejo en la chistera, una suerte de último recurso con el que se especuló después del Consejo de Ministros extraordinario celebrado por sorpresa la noche del lunes, que permitiese al Bloco de Esquerda (BE) y al Partido Comunista de Portugal (PCP) desdecirse de su anunciado voto negativo. Pero el primer ministro hizo una defensa encendida de todas las medidas que deberían, en su opinión, contentar al BE y al PCP, a quienes hizo un nuevo llamamiento al diálogo: “Este debate es un buen momento para proseguir”. Sin presupuestos para el año próximo, el Parlamento se encamina hacia la disolución, una medida que está en manos del presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa.

Costa recordó varias de las concesiones realizadas por el Gobierno a sus antiguos socios parlamentarios y trató de realzar su valor, como la subida del salario mínimo para 2022 en 40 euros, “el mayor aumento de la historia desde la creación del salario mínimo”, pero que está lejos de la reivindicación de los comunistas. Los esfuerzos del primer ministro para convencer a la izquierda de que permitan tramitar el proyecto de Presupuestos Generales de 2022 no tuvieron el mismo tono con unos y con otros. Mucho más conciliador con el PCP que con el Bloco, a quien afeó que ya votaran en contra de los Presupuestos “el año de la pandemia”. Al líder comunista Jerónimo de Sousa le recordó que “siempre hemos avanzado” en el diálogo entre ambas fuerzas. Citó, además del salario mínimo, la gratuidad de las guarderías que comenzarán el próximo curso de forma progresiva. “Son ganancias efectivas que han resultado del trabajo hecho desde junio”, recalcó Costa, que confirmó que será el candidato socialista si se adelantan las elecciones.

A Catarina Martins, la líder del Bloco, le dedicó un tono más áspero: “No habló nada del Presupuesto del Estado, habla de cuestiones que están fuera como la alteración del Código de Trabajo. Si está en contra de nuestras propuestas en legislación laboral, ¿por qué no se reserva para cuando se traten esas propuestas?”.

En lo único en que Costa y Martins coincidieron durante el pleno de esta tarde fue en mostrar orgullo por el pacto de 2015. El primer ministro llegó a decir que si este es el fin de la geringonça (el pacto de las fuerzas de la izquierda), “será una gran frustración personal”. Martins recordó que hace seis años “había que tumbar las reglas de la troika” y que los pasos dados fueron insuficientes. La líder bloquista acusó al Gobierno actual de pretender salvaguardar las reglas aún vigentes de aquella etapa de intervención exterior sobre el país y recordó a Costa que en 2019 defendió un acuerdo de legislatura que los socialistas rechazaron. “El Gobierno sustituyó la negociación por el ultimato. Su intransigencia tenía el objetivo de consolidar las reglas de la troika”, soltó Martins, que puso el ejemplo del “tímido” avance en el pago de horas extraordinarias.

El comunista Jerónimo de Sousa reiteró el discurso que había planteado el día antes en la sede del partido para explicar por qué iban a votar contra el presupuesto de 2022, a diferencia de lo que hicieron en 2021, cuando su abstención permitió que salieran adelante. “El aumento de los salarios es una emergencia nacional”, comenzó antes de recordar sus peticiones en pensiones, sistema nacional de salud y protección de la negociación colectiva. Costa insistió una y otra vez en tender la mano a sus antiguos socios para salvar los Presupuestos (”hasta el último minuto, haremos todo lo que está a nuestro alcance”), aunque dejó claro que no lo hará “a cualquier precio”.

Frente a las demandas de la izquierda, el primer ministro contrapuso las “contas certas” de Portugal. “Las cuentas correctas garantizan la credibilidad internacional. Las cuentas correctas no impidieron responder a la austeridad en 2015. Las cuentas correctas nos permitieron responder esta vez a la crisis de la pandemia con solidaridad y no con austeridad”, resaltó.

En sus respuestas a la derecha, el primer ministro dijo que no pensaba dimitir si no se aprueban las cuentas por responsabilidad y reivindicó el pacto de 2015 con la izquierda, que fue una de las grandes críticas que le dirigió el presidente del Partido Social Demócrata, Rui Rio. “La geringonça no tiene pies para caminar... los seis presupuestos que ha aprobado nos han colocado a la cola de Europa”, espetó Rio, en un discurso encendido, tan calculado para atacar al Gobierno como para convencer a los suyos, que deben elegir el próximo 4 de diciembre si le mantienen como presidente del PSD o le sustituyen por el eurodiputado Paulo Rangel. Esas primarias resultan ahora cruciales si se confirma el adelanto electoral.

Costa dejó claro que estaría dispuesto a seguir gobernando si el presidente de la República no disuelve la Asamblea, aunque fuese con el corsé presupuestario de disponer apenas cada mes de la duodécima parte del presupuesto ejecutado el año anterior. “Ya tuvimos que enfrentarnos a las amenazas por el déficit excesivo, a las amenazas de sanciones, a la pandemia, a lo mejor tenemos que enfrentar un presupuesto en duodécimos, lo que deseo es que salga bien”, afirmó en su respuesta a Telmo Correia, el líder del grupo del CDS-PP.

La sesión de esta tarde ha confirmado las posiciones ya anunciadas por cada grupo en días anteriores. Los Presupuestos tendrían solo los votos de los 108 diputados socialistas frente a 117 en contra (PSD, BE, PCP, CDS-PP, Partido de los Verdes, Chega e Iniciativa Liberal). Solo los tres parlamentarios de Pessoas-Animais-Natureza (PAN) y las dos diputadas no adscritas han anunciado su abstención.

Horas antes del inicio del pleno de debate presupuestario, el Gobierno celebró a última hora del lunes una sesión extraordinaria del Consejo de Ministros, que se prolongó hasta la medianoche. Nada de lo hablado trascendió hasta que António Costa llegó a la Asamblea de la República, pero era una señal clara de la excepcionalidad que vive la política portuguesa en los últimos días. Un consejo de ministros nocturno y rodeado de secretismo. Como tampoco están a la vista los contactos que el presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, ha mantenido para tratar de encontrar una salida al atolladero en el que se encuentra el país. A casi nadie benefician ahora unas elecciones que, a la vista del pleno de esta tarde, parecen estar a la vuelta de la esquina.

El voto libre de Madeira

El único resquicio que se abrió esta tarde para salvar los Presupuestos ocurrió fuera de la Cámara: los tres diputados del PSD (Partido Social Demócrata, centroderecha) de Madeira están dispuestos a cambiar su voto contrario si logran concesiones para la región autónoma. El líder del grupo, Miguel Albuquerque, declaró al diario Público que el presupuesto actual es “pésimo” para Madeira y que no ha habido contactos con el Gobierno, pero que estaría dispuesto a tenerlos: “Si eventualmente nos necesitan, saben dónde estoy”. Los diputados de Madeira ya han votado en otras ocasiones en sentido contrario al de su grupo político. En cualquier caso, no bastarían para aprobar las cuentas. El Partido Socialista necesitaría al menos que otras cuatro abstenciones se convirtiesen en votos afirmativos.

Rebelo de Sousa dejó claro el lunes que el país está en una encrucijada —o Presupuestos o elecciones— y que no hay un tercer camino. Un plan b que permitiese seguir gobernando al Partido Socialista en minoría usando la regla legal fijada en Portugal en caso de que no salgan adelante las cuentas públicas: la gestión cada mes con la duodécima parte del presupuesto ejecutado de 2021 mientras el país no disponga de uno nuevo. Esto dificultaría la gestión de los fondos del Plan de Recuperación y Resiliencia (PRR) y afectaría a las inversiones dependientes de Bruselas previstas para el próximo año. Cuando presentó el proyecto de Presupuestos, el ministro de Finanzas, João Leão, recordó que la inversión pública ligada al PRR para 2022 superaba los mil millones de euros. Portugal recibirá de Bruselas 16.600 millones de euros (13.900 en ayudas y el resto en préstamos de bajo interés) hasta el 2026.

Pase lo que pase en la votación del miércoles, el país está despidiendo un ciclo. El que se inauguró en 2015, con la caída del Gobierno conservador de Pedro Passos Coelho. La unión de las fuerzas de izquierda había sido una especie de anatema político en el país, con la excepción de la etapa de Jorge Sampaio en el Ayuntamiento de Lisboa. Aquel experimento municipal fue repetido por António Costa y le salió bien en términos políticos. El pacto con el Bloco de Esquerda y el Partido Comunista Portugués entre 2015 y 2019 fue provechoso en las urnas para el pez grande y no tanto para los chicos. Así que en la segunda legislatura no hubo acuerdo para gobernar, pero hasta ahora los socialistas habían logrado sacar adelante los Presupuestos y temas importantes.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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