La muerte de dos niños succionados por una draga de la minería ilegal visibiliza la tragedia del pueblo yanomami
Los menores de 4 y 7 años se ahogaron mientras jugaban en la orilla de un río usado para la extracción ilegal de oro, según denuncian en su comunidad
Dos niños del pueblo indígena yanomami de cuatro y siete años han fallecido esta semana en el extremo norte de Brasil tras ser succionados por la maquinaria usada en la minería clandestina cuando jugaban en un río de su comunidad, según una denuncia presentada por el Consejo de Sanidad Indígena Yanomami e Ye’kuana. El accidente, que se produjo el pasado martes y dieron a conocer los líderes de su comunidad días después, se produjo en la orilla del río Parima, cuando los menores navegaban con un trozo de plástico que usaban como tabla de surf y fueron atrapados por los aparatos usados para la extracción ilegal de oro y arrastrados por la corriente hasta morir ahogados.
Los indígenas organizaron una búsqueda y al día siguiente dieron con uno de los cuerpos. El otro fue rescatado dos días después por los bomberos de la región. La muerte de los niños, según líderes de los yanomamis, es una tragedia más en la estela de la constante explotación ilegal de minerales en su territorio, pese a que la Tierra Indígena Yanomami está oficialmente delimitada y protegida. Los yanomamis exigen al Gobierno de Jair Bolsonaro que saque a los más de 20.000 garimpeiros (mineros) ilegales de su territorio, pero, sin acciones efectivas, se ven ignorados.
“La situación expuesta es muy grave y deja nítida la negligencia del Gobierno con los pueblos yanomamis que viven a la merced de los invasores”, señaló el Consejo Distrital de Sanidad Indígena Yanomami y Ye’kuana (Condisi-YY), en un texto difundido a través de las redes sociales. El jueves, el presidente del consejo, Junior Yanomami, colgó un vídeo en Instagram donde informaba de que llevaría a los bomberos a la zona del incidente, en el estado de Roraima, para ayudar en la búsqueda del segundo niño, en aquel momento aún desaparecido. También dijo que trabajaría para obtener más información que permita aclarar las circunstancias del suceso.
En una entrevista con EL PAÍS, Junior Yanomami explicó que a 250 metros del local donde jugaban los niños había una draga de minería grande, de dos plantas. “Esa maquinaria grande succiona la tierra, succiona el agua, se traga todo para buscar oro”, explica. “Creemos que la fuerza de la draga tiró los niños al agua y los arrastró por la corriente”, añade. Junior Yanomami señala que los dos niños sabían nadar y probablemente cayeron en uno de los muchos hoyos dejados por la minería. Hay mucho lodo en esa zona. Junior Yanomami y los bomberos tuvieron que bajar unos cuatro o cinco kilómetros por el río hasta encontrar el cuerpo del niño de siete años, lleno de barro. El cadáver fue entregado a su familia, que ahora debe incinerarlo e iniciar su ritual de despedida. Además, añade, los yanomamis van a exigir una investigación de la Policía Federal brasileña sobre el caso. “Los yanomamis hemos sufrido mucho con los ataques de los garimpeiros. Estos niños tuvieron malaria y ni habían acabado el tratamiento”, explica.
La Fundación Nacional del Indígena (Funai, un ente estatal) informó en un comunicado que sigue atenta al caso y se dispone a asistir a los equipos de sanidad y fuerzas de seguridad en su trabajo. También aseguró mantener acciones frecuentes para frenar los delitos. El Consejo Indigenista Misionero (CIMI), por parte, manifestó su “profundo dolor por la muerte de los dos niños”. “También expresamos nuestra indignación por la permanencia y el aumento de la minería en la Tierra Indígena Yanomami, sostenida por la inacción del Estado brasileño, omiso a sus responsabilidades constitucionales y a las decisiones de la Justicia”, criticaron.
Los mineros emplean dragas flotantes en los cauces de grandes ríos para extraer oro, según explica el informe titulado Cicatrices en la selva: evolución de la minería ilegal en la TI Yanomami en 2020, elaborado por las asociaciones Hutukara Yanomami y Wanasseduume Ye’kwana, con asesoría técnica del Instituto Socioambiental. Uno de esos ríos es el Parima, donde la presencia de garimpeiros volvió a crecer. El año pasado, dos yanomamis fueron asesinados en un conflicto con mineros, según el mismo informe. Algunos indígenas también relatan que ven la explotación mineral ilícita cada vez más cerca de sus aldeas.
“La muerte de los dos niños es otro triste resultado de la presencia de la minería ilegal en la Tierra Indígena Yanomami”, apunta la nota de la Hutukara Asociación Yanomami, que representa el pueblo indígena de la zona. Esa etnia ha sufrido crisis sanitarias y ambientales en los últimos años, además de una fuerte escalada de la violencia por la llegada de los buscadores de oro. Esos grupos que ya estaban en regiones como Waikás, Aracaçá y Kayanau ahora avanzan por nuevas áreas como Xitei y Homoxi, donde esa actividad aumentó en un 1.000% entre diciembre de 2020 y septiembre de 2021, según estiman los indígenas. “Cada mes, cada semana, crece el movimiento de los mineros. Llegan armados a comunidades donde antes no existía minería”, explica Junior Yanomami. “[El aumento de la minería ilegal] se refleja en más inseguridad, violencia, enfermedades y muerte para los yanomamis y los ye’kwanas”, se queja la Asociación Hutukara Yanomami, que exige acciones enérgicas del Gobierno.
Impactos de la minería en la salud y seguridad de los niños
En los últimos meses, los niños han protagonizado algunas de las imágenes que ilustran el desprecio de Brasil por el pueblo yanomami. Una semana antes de la tragedia de los dos niños en el río Parima, el líder indígena Dário Kopenawa usaba sus redes sociales para llamar la atención de las autoridades del impacto de la presencia de los mineros clandestinos para los más pequeños. “En la Tierra Indígena Yanomami, nuestros niños tienen que usar agua sucia, y hay mucho mercurio por la actividad de los mineros ilegales. El número de invasores crece más y más. Al Gobierno Federal: hay que sacar inmediatamente a los garimpeiros”, clamaba.
Cinco meses antes, en mayo, otros dos niños yanomami se ahogaron en la comunidad Palimiu, también en Roraima, después de caer al río mientras huían de los disparos de garimpeiros armados. Ese mismo mes, en otra aldea, llamada Maimasi, la imagen de una niña de ocho años y solo 12 kilos de peso con malaria y malnutrición se convirtió en símbolo de la histórica dificultad de acceso a la salud y de la escasez de alimento a causa de la deforestación y del impacto ambiental sobre el bosque.
“Desde 2019, relato las necesidades y pedimos ayuda al Gobierno”, dijo Júnior Yanomami a EL PAÍS en mayo. “Ahora está peor. La malnutrición creció mucho. Donde hay minería fuerte existe el problema del hambre. Y en la pandemia aumentaron las invasiones. ¿Cómo voy a explicar el hambre de los yanomamis? Ellos [los mineros] ensucian los ríos, destruyen la selva, acaban con la caza. Nosotros nos alimentamos de la naturaleza”, explica.
Estos problemas no son comunes a todo el territorio yanomami – que tiene un tamaño similar a Portugal –, pero se hacen visibles en distintas comunidades. En la región, donde viven cerca de 27.000 indígenas, la lucha contra la explotación mineral ilegal viene de los años ochenta. La cuestión es que, en los últimos años, esta actividad ha ganado intensidad, y el Gobierno brasileño poco ha hecho para frenarla. El presidente Bolsonaro, que desde su campaña electoral promete no conceder ni un centímetro más de territorio a los indígenas, suele incluso defender la acción de los mineros en territorios indígenas. Mientras tanto, la explotación ilegal de oro avanza, con el consecuente agravamiento de los conflictos armados, de la degradación del bosque y de las amenazas a la salud de las comunidades yanomamis – y ahora, a la vida de sus niños.
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