El último paseo fantasmal del mayor Chris Donahue en Afganistán
La austera imagen del último soldado en abandonar Kabul contrasta con los caóticos últimos días de la retirada de Estados Unidos
Tomada el lunes minutos antes de la medianoche, la imagen tiene una fuerza icónica. El mayor Chris Donahue, comandante de la 82ª división aérea desplegada en Afganistán, camina rumbo a un avión de carga C-17. Viste el uniforme camuflado del ejército de los Estados Unidos. En la mano derecha empuña un rifle. Usa botas tácticas y un casco con lentes de visión nocturna como los que capturan el solitario momento en el aeropuerto Hamid Karzai de Kabul. La escena captada en tonos verdes y negro es fantasmal. Ha sido difundida por el Centro de Comando. El último soldado camina sobre la pista rumbo a una nave que lo sacará de ahí, poniendo punto final a un conflicto de dos décadas. El rostro de Donahue no muestra emoción alguna.
Es difícil que el mayor haya protagonizado otra imagen tan emblemática en su larga trayectoria en las fuerzas armadas. El veterano ha sido desplegado 17 ocasiones al frente de batalla en Afganistán, Siria, Irak, el norte de África además de otras bases al este de Europa. Esta fue su penúltima misión en una carrera iniciada en 1992 con su egreso de la prestigiosa academia militar de West Point, en el Estado de Nueva York. El mayor no solo cuenta con experiencia sobre el terreno. Tiene estudios en la universidad de Harvard y un paso por la burocracia del Pentágono, donde ha asistido al Estado Mayor. La imagen que pone fin a la Operación Centinela de la libertad, como fue nombrada la operación en Afganistán, no retrata a un soldado cualquiera. Es un comandante que se asegura ser el último en abordar para no dejar nadie atrás. En el avión también iba a bordo Ross Wilson, el embajador de Washington en Kabul.
“Nuestras tropas mostraron carácter, disciplina y empatía”, afirmó el lunes la 82ª división aérea del Ejército, conocida como los dragones, y que tiene su base en Fort Bragg, en Carolina del Norte. “Esta fue una misión increíblemente dura, con mucha presión y llena de múltiples dificultades con amenazas activas todo el tiempo”, escribió la compañía en las redes sociales. Los dragones presumían la imagen del mayor, quien se encargó personalmente de seleccionar y preparar los escuadrones que han auxiliado, junto a otras fuerzas militares aliadas, a evacuar a 123.000 civiles afganos que huyeron después de que los talibanes recuperaron el control del país.
La parsimonia con la que Donahue parece dirigirse al C-17 contrasta con la desastrosa forma como Estados Unidos concluyó la misión iniciada tras los ataques terroristas en Nueva York del 11 de septiembre. Los últimos días, sin embargo, han sido caóticos. Decenas de miles de afganos, especialmente mujeres y menores de edad, inundaron desesperados la terminal aérea con la esperanza de abandonar el país. Los líderes republicanos han considerado la retirada “una de las peores decisiones de política exterior”. “Mucho peor que Saigón”, dijo el domingo Mitch McConnell, de la mayoría republicana en el Senado, en referencia al desastroso epílogo de las fuerzas militares estadounidenses en Vietnam en abril de 1975.
Donahue dejó tras sus espaldas un pasado difícil de olvidar. Detrás de él aparece un solitario aeropuerto que ha sido el centro de la tragedia reciente. Un atentado de un islamista suicida mató el 26 de agosto en ese sitio a 170 personas, entre ellas 13 marines que auxiliaban en tareas de seguridad. El general Kenneth McKenzie, jefe del comando central, ha dicho que los soldados dedicaron las últimas horas en Kabul a destruir aviones, 70 vehículos blindados, 27 camionetas Humvee y un sistema antimisiles que fue usado el mismo lunes para repeler un ataque de cinco cohetes del Estado Islámico, el grupo terrorista que perpetró el atentado con bomba.
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