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Macron admite en Ruanda la “responsabilidad abrumadora” de Francia en el genocidio

París quiere normalizar la relación con Kigali, envenenada por el apoyo francés al régimen que perpetró las matanzas de tutsis y por los silencios posteriores

El presidente francés, Emmanuel Macron, durante su visita al Centro en Memoria del Genocidio, en Kigali, la capital ruandesa, el 27 de mayo de 2021.
El presidente francés, Emmanuel Macron, durante su visita al Centro en Memoria del Genocidio, en Kigali, la capital ruandesa, el 27 de mayo de 2021.LUDOVIC MARIN (AFP)
Marc Bassets

El presidente francés, Emmanuel Macron, abrió el jueves un nuevo capítulo en la compleja relación de Francia con Ruanda al reconocer la “responsabilidad abrumadora” de su país en el genocidio de 1994. En un discurso en Kigali, la capital ruandesa, Macron rechazó toda culpa y complicidad francesa en el asesinato de más de 800.000 ruandeses de etnia tutsi a manos del régimen hutu, pero admitió que París, aunque de forma involuntaria, tuvo un papel en el “engranaje que condujo a lo peor”. El anfitrión, Paul Kagame, aplaudió sus palabras.

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Macron no presentó excusas ni pidió perdón de forma explícita como hizo hace 21 años la antigua potencia colonial, Bélgica, pero en cambio indicó que Francia tiene “una deuda” hacia las víctimas y que son estas las que tienen “el don” del perdón. El presidente ruandés, Kagame, describió después en una rueda de prensa el discurso de su homólogo como un acto “de inmenso coraje” con “más valor que unas excusas”.

“Al estar hoy [por el jueves] aquí con humildad y respeto a vuestro lado, vengo a reconocer nuestras responsabilidades”, dijo el presidente de la República en el discurso de 14 minutos en el Memorial Gisozi. Allí están inhumados los restos de 250.000 víctimas del genocidio perpetrado hace 27 años por un régimen que había contado con el apoyo político y militar de Francia. Desde entonces, el papel de París y la resistencia francesa a asumir sus responsabilidades han envenenado la relación entre París y Kigali.

Macron pronunció un discurso denso que refleja su idea de la política de la memoria para un país que, como dice en una entrevista recién publicada por la revista Zadig, necesita “una mirada desacomplejada y lúcida” sobre el pasado con sus luces y sombras. Es uno de los ejes de su acción al frente de Francia, en la estela de su predecesor Jacques Chirac, que en 1995 fue el primer presidente en admitir la responsabilidad de Francia en la deportación y el exterminio de judíos durante la Segunda Guerra Mundial. “En la vida de una nación”, dijo Chirac, “hay momentos que hieren la memoria y la idea que uno se hace de su país”.

Macron recoge este espíritu. En los últimos meses, se han publicado sendos informes de historiadores: uno, sobre la guerra de Argelia entre 1954 y 1962, que todavía marca y divide a Francia; y el otro, sobre Ruanda, donde el país, según su presidente, “tiene un deber: el de mirar a la historia a la cara y reconocer la parte de sufrimiento que infligió al pueblo ruandés al hacer prevalecer el silencio durante demasiado tiempo en el examen de la verdad”.

La derecha y la extrema derecha francesas suelen acusar a Macron de caer en la autoflagelación. En el caso de Ruanda, se añade la incomodidad de los antiguos colaboradores del socialista François Mitterrand, presidente entre 1981 y 1995 y responsable último de los errores de Francia en Ruanda, según el informe encargado por Macron y publicado en marzo bajo la dirección del historiador Vincent Duclert.

“Solo los que atravesaron la noche pueden, quizá, perdonar, conceder el don, en este caso, de perdonarnos”, dijo Macron. “Lo recuerdo, lo recuerdo, lo recuerdo”, añadió en la principal lengua ruandesa, el kinyarwanda.

Francia ve el discurso como la etapa final en la normalización de la relación con Ruanda, que debería culminar con el nombramiento de un embajador francés, ausente desde 2015. Uno de los momentos más complicados llegó en 2006, con la ruptura de las relaciones tras la imputación de nueve altos cargos próximos a Kagame por el juez francés Jean-Louis Bruguière, que los acusó de estar detrás del atentado contra el avión en el que murió en 1994 el presidente ruandés Juvénal Habyarimana. El atentado marcó el inicio del genocidio de los tutsis.

Francia y Ruanda retomaron la relación en 2009. Al año siguiente, el presidente Nicolas Sarkozy admitió en Kigali “errores políticos” y “una forma de ofuscación” de Francia en Ruanda. Pero fue Macron, en el cargo desde 2017, quien fijó la plena normalización como prioridad. Apoyó a la ruandesa Louise Mushikiwabo para presidir la Organización Internacional de la Francofonía. Y cultivó como aliado en África a Kagame, que ha liderado con mano de hierro su país durante estas décadas y ganó las últimas elecciones con un 98,8% de votos. La oposición lamentó, en vísperas de la visita de Macron, que este “callase ante el reino autoritario y las violaciones de los derechos humanos”, informó la agencia France Presse.

El caso judicial contra los colaboradores de Kagame quedó sobreseído en julio de 2020, poco después de la detención en las afueras de París, donde vivía escondido, de Félicien Kabuga, considerado uno de los principales responsables del genocidio.

“Reconocer este pasado, que es nuestra responsabilidad, es un gesto sin contrapartidas”, dijo Macron. “Es exigencia hacia nosotros mismos y para nosotros mismos, deuda hacia las víctimas después de tantos silencios pasados, don a los vivos de quienes todavía podemos, si lo aceptan, calmar el dolor”.

Cómo pedir perdón

Francia no es el primer país o institución en asumir responsabilidades en el genocidio ruandés. “La comunidad internacional, junto a las naciones de África, debe asumir su parte de responsabilidad en esta tragedia”, dijo el expresidente de EE UU Bill Clinton en 1998. Un año después, el ex secretario general de la ONU Kofi Annan expresó su “remordimiento profundo” por no haber hecho más para frenar el genocidio. Y en 2000, el ex primer ministro belga Guy Verhofstadt declaró: “En nombre de mi país, rindo tributo a las víctimas, y en nombre de mi país, de mi pueblo, os pido perdón”. También el Vaticano ha pedido perdón por “los pecados” de la Iglesia y sus miembros. El presidente francés, Emmanuel Macron, que tenía 16 años cuando se perpetró el genocidio y no pertenece a ninguno de los partidos que gobernaba entonces, se aparta de estos y otros gestos de contrición. Su método es distinto: no presenta sus excusas y, aunque se acerca a ello, no pide perdón directamente. Pero reconoce a las víctimas la potestad de conceder este perdón. “Un genocidio no se borra”, afirmó ayer en Kigali. “Es indeleble. Nunca tiene un final”.

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Sobre la firma

Marc Bassets
Es corresponsal de EL PAÍS en París y antes lo fue en Washington. Se incorporó a este diario en 2014 después de haber trabajado para 'La Vanguardia' en Bruselas, Berlín, Nueva York y Washington. Es autor del libro 'Otoño americano' (editorial Elba, 2017).

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