Ruanda, un expediente incómodo para Francia
La reapertura de los archivos de Mitterrand y la reciente captura en París de uno de los principales responsables del genocidio de 1994 vuelven a encender el debate sobre el papel de Francia en la masacre
¿Es casualidad que Félicien Kabuga, considerado uno de los principales responsables del genocidio de Ruanda y, durante un cuarto de siglo, uno de los hombres más buscados del planeta, viviera escondido en las afueras de París hasta su detención el pasado mayo? Para algunos especialistas, no. La sombra de Francia sobre una de las peores masacres humanas desde el Holocausto es muy larga y hasta hoy hay disputas, acusaciones y negaciones sobre el papel de París antes, durante y después de la brutal masacre de más de 800.000 miembros de la minoría tutsi y hutus moderados entre abril y junio de 1994.
En los próximos meses, podría haber algo más de claridad. El Consejo de Estado acaba de ordenar la apertura anticipada —la fecha prevista era 2055— de los archivos de François Mitterrand a un historiador especializado en el genocidio tutsi. La decisión, considerada histórica tras años de promesas incumplidas de una mayor apertura, se produce, además, en un momento clave: Francia, como otros países del mundo, se ha visto obligada a revisar su pasado colonial y el racismo persistente en la sociedad a raíz de las protestas por la brutal muerte en Estados Unidos del afroamericano George Floyd, que han tenido un fuerte eco en el territorio galo.
Pese a su “victoria completa”, François Graner no espera grandes revelaciones cuando, tras cinco años de lucha en tribunales, pueda acceder por fin a los archivos. Al fin y al cabo, “la complicidad de Francia está demostrada”, dice el historiador en conversación telefónica. “Lo verdaderamente importante ya está bien documentado, el hecho de que responsables de la toma de decisiones en Francia quisieron mantener a Ruanda en su zona de influencia y que para ello decidieron apoyar al régimen, a la gente que les parecía más fiable y que para ellos eran estos genocidas. Y que eso hace de esos responsables franceses cómplices del genocidio” porque “cerraron totalmente los ojos” sobre lo que estaba sucediendo, sostiene.
“No se puede ignorar la cuestión de que Francia fue un actor particular, ningún otro país del mundo apoyó de forma tan importante al régimen, incluso durante el genocidio”, corrobora Hélène Dumas, una de las especialistas en Ruanda más reputadas de Francia. A la par sin embargo, advierte en contra de una tentación “fetichista” con los archivos galos que abunden en un “reduccionismo” del drama ruandés a una cuestión francesa. “Francia, con toda evidencia, tiene un papel particular, pero tampoco hay que reducir la historia del genocidio tutsi solo al papel de Francia y considerar que vamos a escribir la historia de este genocidio en Ruanda a partir de las acciones francesas”, señala.
Aun así, Graner apunta a que los archivos franceses, que esperaba poder consultar después de que el socialista François Hollande ordenara, en 2015, la apertura de los archivos del Estado a los historiadores de Ruanda, podrían aclarar algunas cuestiones clave aún en la sombra. Lo que más intriga al coautor del libro El Estado francés y el genocidio de los tutsis en Ruanda son cuestiones como “en qué momento cambió la política francesa” en el país africano. También, “qué pasó en el momento del atentado” contra el avión del presidente ruandés Juvénal Habyarimana, que desató el genocidio de 1994, así como detalles de la, hasta hoy, muy controvertida Operación Turquesa. Esta misión militar francesa desplegó 2.500 soldados galos en Ruanda a finales de junio de 1994 con el mandato del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas de “poner fin a las masacres allí donde sea posible, eventualmente haciendo uso de la fuerza”. Hasta hoy, sigue siendo acusada de haber ayudado al Gobierno interino ruandés que inició el genocidio y de facilitar la huida de muchos de los responsables de la masacre.
De hecho, más allá de Kabuga, se estima que decenas de responsables del genocidio tutsi siguen escondidos en Francia. Hasta la fecha, solo tres han sido condenados por la justicia gala. “Durante largo tiempo, la justicia francesa arrastró los pies. Nadie ha olvidado que criminales de primera línea fueron evacuados por soldados franceses de la Operación Turquesa en 1994”, recordaba en L’Express Alain Gauthier, presidente del Colectivo de las partes civiles para Ruanda (CPCR), que persigue a los responsables del genocidio. Las cosas empezaron a cambiar en 2012, recuerda Dumas, con la creación de la unidad “crímenes contra la humanidad” en el Tribunal de Gran Instancia de París, con magistrados e investigadores especializados. “Esto se lo debemos a un impulso político de [el entonces ministro de Exteriores[ Bernard Kouchner y Nicolas Sarkozy”, el primer presidente francés que visitó Ruanda tras el genocidio, en 2010, recuerda la historiadora. Si se pudo avanzar, subraya, fue por una “voluntad política”.
Algo que Graner considera debería continuar. “Sería muy positivo que Francia reconociera sin más tardar su papel en el genocidio tutsi. Cuando Jacques Chirac lo hizo con el régimen de Vichy, fue un alivio para todo el mundo”, recuerda en referencia a que el presidente conservador fue el primero que, en 1995, admitió la responsabilidad de Francia en la deportación y el exterminio de judíos durante la II Guerra Mundial.
La esperanza de algo más de claridad
Los que buscan que se arroje por fin algo más de luz sobre las maquinaciones que llevaron al genocidio de Ruanda y el papel de Francia en todo ello tienen apuntadas dos fechas. Una está muy cerca: el 3 de julio, el Tribunal de Apelaciones de París debe decidir si valida o no el sobreseimiento decretado a finales de 2018 de la investigación del asesinato del expresidente Habyarimana, considerado el detonante del genocidio. Los jueces de instrucción consideraron que no había elementos suficientes para justificar la celebración de un juicio contra siete ruandeses muy próximos al actual presidente de Ruanda, Paul Kagame, entre ellos el exministro de Defensa James Kabarebe.
Para 2021 se espera además el primer informe de la comisión creada el año pasado por el presidente Emmanuel Macron, a la que se le han abierto “todos los archivos” franceses entre 1990 y 1994 para que pueda “analizar el papel y participación de Francia en ese periodo y contribuir a una mejor comprensión y conocimiento del genocidio tutsi”. La exclusión sin embargo de algunos de los mayores especialistas en Ruanda, como Hélène Dumas, ha arrojado dudas sobre la validez de las conclusiones de esta comisión que además tampoco cotejará esos archivos con los ruandeses, lamenta la propia Dumas.
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