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La muerte de dos bebés aviva las críticas a los bloqueos de las carreteras en Colombia

Las autoridades denuncian ataques a ambulancias y trabajadores médicos en medio de las protestas

Catalina Oquendo
ambulancias durante protestas en Bogotá, Colombia
Una ambulancia que fue atacada durante las protestas, en el sur de Bogotá.Alcaldía de Bogotá

Una bebé nace con pronóstico reservado en Buenaventura, una ciudad donde se produce el 42% del comercio exterior colombiano, pero no cuenta con una Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales en el hospital público. Deciden intubarla y trasladarla de urgencia a Cali, a más de 100 kilómetros de distancia. Es la media noche y un equipo médico se embarca en un recorrido que en tiempos normales tardaría dos horas. Sin embargo, a pocos kilómetros del puerto, en un sitio conocido como La Delfina, se encuentran con un bloqueo, otra de las expresiones de las protestas en Colombia. Uno de los siete bloqueos que hay en esa vía.

Lo que sigue es el relato de la médica, que graba un vídeo para confirmar que la recién nacida ha muerto. “No nos dejaron pasar, la bebé entró en código. Intentamos reanimarla, pero no respondió. Los señores del paro nos decían que hiciéramos transbordo, pero no podíamos, porque la bebé iba intubada”, narró la mujer que estaba en la ambulancia con el conductor, un auxiliar y el padre de la bebé. Más adelante dice que se devuelven y quedan en medio de gases lacrimógenos. “Luego llegan dos señores en una moto, nos dicen que la ambulancia puede pasar. Conforme íbamos pasando, empezaron a tirarnos cosas explosivas y gases lacrimógenos. Estamos aquí sin poder devolver a la bebé al hospital y nuestras vidas corriendo peligro”, asegura la mujer.

La historia de esta recién nacida ha causado escozor y polarización entre quienes acusan a los manifestantes del bloqueo y quienes interpretan que la ambulancia no pudo avanzar por los gases lacrimógenos que suele usar la policía. No es claro aún. Lo cierto es que la muerte de esta bebé se suma al medio centenar de víctimas tras casi cuatro semanas de manifestaciones, disturbios, represión policial y bloqueos de vías. Y no es la única. Durante los primeros días de protestas, otra ambulancia fue bloqueada y atacada mientras transportaba a una mujer en trabajo de parto prematuro. El bebé falleció dentro del vehículo.

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Ataques a la misión médica

Los ataques a las misiones médicas elevan la tensión en el país y las autoridades exigen que se abran las vías para evitar más muertes. “¿Nadie asume la responsabilidad por este nuevo fallecimiento en una nueva agresión a la misión médica en Colombia? Parece que hay muertes que no importan”, escribió el ministro de Salud, Fernando Ruiz, y etiquetó a Human Rights Watch, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Organización Mundial de la Salud y la Alta Comisionada de la ONU para los Derechos Humanos, Michele Bachelet.

Los llamados de alerta se multiplican por todo el país. “En el Valle del Cauca hemos tenido 163 ataques a la misión médica, 49 casos contra ambulancias, lo que ha dejado tres muertos, esta bebé, una mujer que se desplazaba entre dos municipios y otra persona que necesitaba una diálisis”, dice a EL PAÍS Maria Cristina Lesmes, secretaria de Salud del departamento, la región sobre el Pacífico colombiano donde se encuentran tanto Buenaventura como Cali. Mientras tanto, en Bogotá se ha visto cómo algunos manifestantes detienen ambulancias para verificar qué llevan en su interior o las atacan. De acuerdo con la Mesa Nacional de Misión Médica, las agresiones incluyen lesiones personales y amenazas contra el personal de salud y contra las ambulancias, sus tripulaciones y los pacientes a bordo. Pero no se trata de un asunto exclusivo del paro. En su balance anual, el Comité Internacional de la Cruz Roja informó que en 2020 se presentaron 325 ataques contra trabajadores sanitarios. “La cifra más alta que se ha registrado en los últimos 24 años”, dice el informe.

La desinformación en redes sociales –dicen los funcionarios– es un factor común en las agresiones sufridas en Bogotá y el Valle del Cauca. “Circulan mensajes falsos que dicen que las ambulancias transitan con municiones y las atacan”, agrega Lesmes. En la capital del país el fin de semana hubo 16 policías heridos, uno de ellos quemado. “De manera irresponsable y falsa se emitieron piezas en redes sociales diciendo que algunas de las ambulancias cargaban material bélico o que cuando una ambulancia recogía a un chico (joven) lesionado no era entregado en los centros hospitalarios sino a la policía. Esto es una actividad metódica para atacar a la misión médica”, dijo alcalde encargado y secretario de salud de Bogotá, Alejandro Gómez.

Corredores humanitarios

En medio del pico más alto de la pandemia– con 21.669 casos diarios – los bloqueos también afectan el traslado de medicinas y alimentos. En Bogotá escasea el oxígeno domiciliario y en todo el país se lanzan alertas por los pacientes renales. La principal planta de insumos para los enfermos que requieren diálisis se encuentra en el Valle del Cauca, una de las zonas más afectadas por los bloqueos de carreteras.

Con ayuda de la Iglesia se han abierto algunos corredores humanitarios para permitir el paso de medicamentos y alimentos así como el de las ambulancias. En la vía hacia Cali donde falleció la recién nacida, la Asociación de Cabildos Indígenas Valle del Cauca Región Pacífico autorizó el tránsito durante 24 horas. El desbloqueo de vías es una de las líneas rojas que ha puesto el Gobierno de Iván Duque al comité del paro, mientras éste le exige al presidente que condene abiertamente los ataques de la fuerza pública contra manifestantes. Ninguno lo ha hecho y las conversaciones están demoradas. “Siempre que se discuten hechos traumáticos hay que ser cuidadosos.(...) Pero el rechazo por parte de todos los actores a lo ocurrido entre Buenaventura y Cali debe ser vehemente (...) No será la última ambulancia que necesite pasar y la respuesta no se puede repetir”, dice el editorial del diario El Espectador, “Un bloqueo inhumano”.

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Sobre la firma

Catalina Oquendo
Corresponsal de EL PAÍS en Colombia. Periodista y librohólica hasta los tuétanos. Comunicadora de la Universidad Pontificia Bolivariana y Magister en Relaciones Internacionales de Flacso. Ha recibido el Premio Gabo 2018, con el trabajo colectivo Venezuela a la fuga, y otros reconocimientos. Coautora del Periodismo para cambiar el Chip de la guerra.

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