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La derecha chilena se queda sin opciones de veto en el articulado de la nueva Constitución

Los partidos conservadores no obtienen ni un tercio de la representación en la convención constitucional y se diluyen sus opciones para permanecer en el Gobierno

Rocío Montes
Trabajadoras electorales cuentan los votos en Santiago de Chile, el pasado 16 de mayo.
Trabajadoras electorales cuentan los votos en Santiago de Chile, el pasado 16 de mayo.PABLO SANHUEZA (Reuters)

La debacle electoral que sufrió el 15 y el 16 de mayo la derecha chilena, en el poder con Sebastián Piñera desde marzo de 2018 —en su segundo mandato desde el retorno a la democracia en Chile en 1990— tendrá efectos inmediatos. En las elecciones para elegir a los miembros de la convención constitucional, que a partir de junio deberá redactar la nueva Carta Fundamental del país, solo obtuvo 37 de los 155 escaños, lo que la deja por debajo del tercio de representación necesaria para poder vetar las normas del texto. Quedará así arrinconada en un órgano dominado por la izquierda.

La derecha sufrió también una gran derrota en las otras dos elecciones celebradas este fin de semana de forma simultánea a los comicios constituyentes. En las municipales, perdió una cincuentena de las 345 alcaldías y bajó en número de concejales. Tampoco ganó en primera vuelta ninguna de las 16 gobernaciones regionales, unas elecciones que por primera vez se celebraron en Chile. Su candidata quedó tercera en la Región Metropolitana de Santiago, la más importante por cantidad de población. Sus catastróficos resultados, los peores que ha obtenido en los últimos 30 años, estrechan al mínimo sus posibilidades de retener el Gobierno en las elecciones presidenciales de noviembre próximo.

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“En Chile tenemos una derecha incapaz de levantar un proyecto acorde a los cambios que ha experimentado la sociedad chilena”, asegura la historiadora Isabel Torres Dujisin. “Cuando digo que están nuevamente sin proyecto, me refiero al periodo pre dictadura, lo que explica su incondicionalidad a Augusto Pinochet (1973-1990). La dictadura les permitió la implementación del programa de shock neoliberal y, en el retorno a la democracia, este sector mantiene el poder de veto parlamentario para impedir reformas”, indica la académica del Departamento de Ciencias Históricas la Universidad de Chile. “En este sentido, es una derecha miope”.

En la convención constituyente se reemplazará la Carta Fundamental actual y se redefinirá Chile. La actual Constitución data de 1980, del régimen de Augusto Pinochet, aunque sometida a una cincuentena de reformas en democracia. En el órgano que se instalará en junio, se discutirán asuntos fundamentales como el régimen político y el sistema de Gobierno, la descentralización, la regionalización y la plurinacionalidad. También el modelo de desarrollo económico. En estos ámbitos fundamentales, la derecha no tendrá fuerza para negociar, porque dispone de apenas el 23% de los votos en la asamblea constituyente. Este porcentaje resulta insuficiente para vetar determinados artículos, dado que serán necesarios dos tercios para alcanzar acuerdos.

Si se suman los resultados de las listas de izquierda, centroizquierda y las de los independientes sin partidos —que son la gran sorpresa de estas elecciones con el 31% de apoyos—, la actual oposición dominará por lejos el órgano constituyente.

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“Si se instala en la convención una lógica de diálogo y debate como se anunciaba con anterioridad a los resultados, con el objetivo de una Constitución para Chile y no para el Partido Comunista y el Frente Amplio [el conglomerado de izquierda que nació de las protestas universitarias de 2011], sería posible que haya espacio para buscar formas de entendimiento que permitan que las instituciones perduren”, analiza Gastón Gómez, abogado y profesor constitucional de la Universidad de Chile, uno de los principales expertos en los partidos chilenos de centroderecha. “Se debe considerar, además, que la Constitución debe ser ratificada por el plebiscito de salida”, agrega Gómez, sobre el referéndum que deberá celebrarse en el segundo semestre de 2022.

El Gobierno de Sebastián Piñera se encontraba en una grave crisis desde mucho antes de las elecciones del fin de semana. Los malos tiempos para el Ejecutivo arrancaron con las revueltas populares de octubre de 2019, que llevaron al conjunto de la clase política chilena a plantearse el camino constituyente, como única forma de canalizar el descontento que hizo tambalearse a la democracia en Chile. La ciudadanía respondió a medias, porque solo hubo un 43% de participación en estas elecciones, consideradas las de mayor importancia de la historia reciente del país. “La apatía electoral pareciera ser que está principalmente en el electorado de derecha por la falta e incapacidad de defender o levantar un proyecto propio”, asegura la historiadora Torres Dujisin.

Desde hace un año, el Ejecutivo chileno está en el suelo de su popularidad. Solo alcanza el 15%, de acuerdo a la encuesta de la empresa chilena de investigación de mercados y opinión pública Cadem. El Gabinete Piñera se ha ido quedando con el tiempo sin la base electoral que condujo al actual presidente al palacio de La Moneda (sede de la Presidencia chilena) tras los comicios del 19 de noviembre de 2017, en los que obtuvo el respaldo del 54% del electorado. La coalición oficialista, Chile Vamos –formada por cuatro partidos de la derecha y del centroderecha– le fue a su vez retirando su apoyo, lo que se ha expresado notoriamente en el Congreso.

Para Darío Paya, abogado y exdiputado del partido de derecha UDI, el escenario era “predecible” considerando los resultados del plebiscito constitucional de octubre pasado, donde solo un 22% de la ciudadanía votó por mantener la actual Carta Fundamental. Fue un electorado de derechas el que optó por esta alternativa. “Era completamente antojadizo suponer que a la derecha no le iba a ir mal, porque esta elección de convencionales era la segunda parte de un mismo ejercicio, según la mirada de la gente”, opina Paya.

“El resultado es menos sorprendente”, dice el abogado, “si se considera que el sistema electoral de la elección de constituyentes permitió que independientes de izquierda, muchas expresiones antisistémicas, hayan presentado listas sin necesidad de conformar partidos ni tener plataformas únicas ni declaraciones de principios”. “Fueron reglas completamente excepcionales en Chile y en cualquier lugar del planeta”, dice Paya, que fue embajador de Chile ante la OEA entre 2010 y 2014. “Para que se llegara a producir la desintegración económica y social de un país como Venezuela obviamente tienen que pasar muchas cosas antes –que las creo posibles en el largo plazo en el caso de Chile–, pero la primera parada es la realidad argentina y Chile hoy está dando un paso hacia el peronismo institucional”.

En un escenario político líquido marcado por la incertidumbre, las posibilidades de los posibles candidatos a la presidencia del centroderecha y la derecha se estrechan. El militante del partido Unión Demócrata Independiente (UDI), Joaquín Lavín, que peleó voto a voto la presidencia con Ricardo Lagos en 1999, lleva la delantera en la carrera interna por la designación como candidato de cara a las elecciones presidenciales previstas para el 11 de noviembre de este año. Sus rivales son el economista Ignacio Briones y el abogado Sebastián Sichel (exministro de Hacienda y de Desarrollo Social del actual Gobierno, respectivamente), así como con el líder del partido Renovación Nacional, Mario Desbordes. Los cuatro se medirán en las primarias de la coalición Chile Vamos el 18 de julio próximo, en un imparable tren electoral chileno.

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Sobre la firma

Rocío Montes
Es jefa de información de EL PAÍS en Chile. Empezó a trabajar en 2011 como corresponsal en Santiago. Especializada en información política, es coautora del libro 'La historia oculta de la década socialista', sobre los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet. La Academia Chilena de la Lengua la ha premiado por su buen uso del castellano.

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