Japón aprueba el polémico plan de vertido de agua de Fukushima al mar entre críticas de países vecinos
Tokio asegura que la medida no representa peligro para el medioambiente o el ser humano
A partir de 2023, Japón empezará a verter al Pacífico más de un millón de toneladas de agua -tratada, pero aún con ciertos isótopos radiactivos- procedente de la central nuclear de Fukushima, que fue destruida por un tsunami en 2011. Su Gobierno ha llegado a la conclusión de que es la mejor manera de eliminar un problema que necesita imperativamente resolver antes del año próximo, pese a la furibunda oposición de los países vecinos, algunas organizaciones ecologistas y el sector pesquero local.
El vertido, según ha explicado Tokio, se desarrollará muy poco a poco, a lo largo de 30 años. Primero se volverá a tratar el agua residual, acumulada durante una década, para limpiarla al máximo de sustancias indeseables, y se diluirá antes de arrojarla al mar. El proceso se llevará a cabo “con todas las medidas posibles para garantizar su seguridad” y con la mayor transparencia, según ha prometido el primer ministro, Yoshihide Suga, al anunciar la medida.
Estados Unidos, principal socio y aliado de Japón, ha expresado su apoyo a la decisión nipona, que “parece haber adoptado una estrategia de acuerdo con los estándares de seguridad nuclear aceptados globalmente”.
Pero los gobiernos vecinos han montado en cólera. Corea del Sur convocó al embajador nipón en Seúl para expresarle sus “graves preocupaciones” por la decisión de arrojar el agua al mar. Taiwán ha emitido un comunicado de condena. China ha calificado la iniciativa japonesa de “extremadamente irresponsable” y ha considerado que se tomó “sin una consulta completa con los países vecinos y la comunidad internacional” y “sin haber agotado los métodos seguros de desecho”.
La necesidad de decidir era apremiante para Tokio, una década después de que un terremoto de magnitud 9 y un tsunami desencadenaran uno de los peores accidentes nucleares de la historia, en la planta de Fukushima Daiichi el 11 de marzo de 2011.
El agua que se almacena es la mezcla de la que se utiliza para enfriar los reactores -y evitar que se derritan sus núcleos- y la que se filtra del subsuelo, procedente de las lluvias y de acuíferos subterráneos. Los gigantescos tanques que guardan esa agua están casi llenos; cada día se suman 140 toneladas más, y se calcula que el año que viene se agotará el escaso espacio restante. Fukushima Daiichi cuenta con un complejo sistema, conocido como ALPS, de tratado del agua que elimina la mayor parte de los elementos radiactivos peligrosos, incluidos el cesio y el estroncio. Pero no el tritio, un isótopo del hidrógeno presente de manera natural en el medioambiente, aunque en bajas concentraciones.
El tritio se degrada y pierde la mitad de su radiactividad inicial en un plazo de unos 12,3 años. Los expertos consideran que este elemento solo es peligroso en dosis muy altas. El Gobierno japonés asegura que tomará precauciones y diluirá la concentración de tritio a una cuarentava parte de los estándares nacionales, equivalente a una séptima parte del estándar recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para el agua potable.
A lo largo de los años de debate, el Gobierno nipón estudió otras opciones para deshacerse del agua tratada. Entre ellas, evaporarla en la atmósfera o inyectarla en depósitos en el subsuelo. Pero finalmente concluyó, con el asesoramiento de expertos, que el vertido era la única opción viable. La Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), uno de los organismos consultados, recomendaba desde 2013 arrojar el agua al mar de manera controlada; su director general, Rafael Grossi, ha apoyado la decisión japonesa, al considerar que es “técnicamente factible” y “se alinea con lo que es práctica habitual en el sector nuclear en todo el mundo”.
“Los vertidos controlados de agua al mar son algo que utilizan normalmente las plantas nucleares operativas en el mundo y en la región, bajo autorizaciones reguladoras específicas que tienen en cuenta las valoraciones de seguridad y de impacto medioambiental”, ha recordado la OIEA. Japón ha ofrecido que esta institución supervise la operación.
La propietaria de la central nuclear, Tokyo Electric Power Company (Tepco), almacena en gigantescos tanques en Daiichi en torno a 1,25 millones de metros cúbicos del agua procesada. Un volumen ya muy cercano a la capacidad límite, de 1,37 millones de metros cúbicos. Cada tanque tiene capacidad para recibir entre 1.000 y 1.200 toneladas de agua. Cada uno tarda en llenarse entre siete y diez días.
La decisión ha airado a un sector pesquero que se ha opuesto sistemáticamente al vertido desde que esa opción comenzó a plantearse. Una década después del accidente nuclear, esta industria apenas comienza a levantar cabeza en la región, antaño famosa por la calidad de su marisco y su pescado, y teme que -por muy seguro que sea el proceso- lanzar agua de Daiichi al mar pueda asestar un nuevo golpe a la reputación de sus productos. “Ver que se ha tomado esta decisión es algo escandaloso, que no podemos aceptar”, ha declarado el presidente de la federación japonesa de cofradías de pescadores, Hiroshi Kishi.
La oposición dentro de Japón se ve aumentada por la desconfianza hacia la gestión de la crisis nuclear por parte del Gobierno y, sobre todo, Tepco. “El Gobierno y Tepco son responsables de que se liberara una cantidad enorme de radiación en el medioambiente a raíz del desastre de Fukushima, aunque la cantidad exacta sigue sin estar clara”, ha asegurado Masashi Goto, de la ONG Comisión Ciudadana sobre Energía Nuclear, en declaraciones recogidas por la agencia nipona Kyodo. “No se les puede permitir que liberen más materiales radioactivos en el medioambiente”.
El Gobierno japonés, que ya lleva a cabo estrictos controles del pescado y productos agrícolas en Fukushima para garantizar su seguridad, ha prometido su apoyo a los sectores de la pesca, la agricultura y el turismo en la zona. El plan prevé que, si alguna de estas industrias ve perjudicada su reputación, Tepco deba compensarlas. El presidente de la compañía eléctrica, Tomoaki Kobayakawa, ha asegurado: “Trabajaremos duro para cumplir nuestra responsabilidad de alcanzar un equilibrio entre la reconstrucción regional y el desmantelamiento de los reactores a lo largo del largo proceso de desmantelamiento de la central”.
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