Turquía retoma relaciones con Egipto para romper su soledad en las disputas del Mediterráneo oriental
El cambio de Administración en EE UU y la amenaza de sanciones empujan a Ankara a intentar recuperar lazos también con Arabia Saudí, Emiratos Árabes Unidos e Israel
El ministro de Exteriores turco, Mevlüt Çavusoglu, anunció este viernes que su país y Egipto han retomado los contactos tras años de enemistad. “Hemos mantenido contactos a nivel de organizaciones de inteligencia y de Ministerio de Exteriores. Estamos llevando a cabo negociaciones y siguiendo una hoja de ruta para ello”, afirmó el jefe de la diplomacia turca. En las últimas semanas se había especulado con la apertura de negociaciones entre ambos Gobiernos dentro de la estrategia de Ankara por reparar las relaciones con otros países de la región como Israel, Grecia, Emiratos Árabes Unidos (EAU) y Arabia Saudí, que han formado un frente unido para frenar las pretensiones turcas en el Mediterráneo oriental.
Tras el golpe de Estado de 2013, liderado por el mariscal Abdel Fatah al Sisi, hoy presidente egipcio, contra el Gobierno elegido democráticamente del islamista Mohamed Morsi, las relaciones entre ambos países se enrarecieron. Para el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, fue un mazazo y no solo porque Morsi fuese un aliado y amigo suyo. De acuerdo con algunos de sus antiguos colaboradores, el mandatario turco se tomó el golpe egipcio como algo dirigido contra sí mismo y, de hecho, interpretó las protestas sociales que se producían simultáneamente en Turquía y en Egipto -antes del derrocamiento de Morsi- como un plan promocionado por fuerzas extranjeras para derrocarle. El Gobierno turco acogió a los exiliados que escaparon de la represión de Al Sisi y les dio todas las facilidades para establecer medios de comunicación en suelo turco, e incluso Erdogan adoptó el signo de Rabia, de los Hermanos Musulmanes egipcios, como parte de su simbología.
Si bien los intercambios comerciales solo se redujeron ligeramente, en el ámbito político ambos países iniciaron una suerte de guerra fría. Egipto expulsó al embajador turco y se alineó con Grecia, Chipre e Israel -con el apoyo militar de Francia, EAU y Arabia Saudí- para pactar el reparto de las aguas del Mediterráneo oriental y sus recursos submarinos, así como para establecer proyectos de cooperación energética excluyendo a Turquía. Ankara, por su parte, contraatacó con una política cada vez más agresiva, desplegando su flota en aguas en disputa e iniciando prospecciones petrolíferas en aguas de Chipre.
“El proceso de cooperación diplomática, económica y de inteligencia con Egipto continúa. No hay problemas ahí. No lo llevamos al máximo nivel [de representación], sino un poco por debajo. Pero queremos reforzar esta relación y lo haremos en cuanto estas conversaciones entre servicios de inteligencia, diplomáticos y políticos den resultado”, explicó este viernes el presidente Erdogan, a la vez que lamentó que Egipto y Arabia Saudí se hayan alineado con Grecia, país con el que Turquía mantiene un contencioso por la delimitación de sus aguas y zonas económicas exclusivas en los mares Egeo y Mediterráneo.
Tras la elección de Joe Biden como presidente de Estados Unidos, se han precipitado varios movimientos en los juegos de alianzas en Oriente Próximo y el Mediterráneo oriental, conscientes los gobernantes de esta región de que la nueva Administración no va a ser tan permisiva con ciertos comportamientos como lo era la de Donald Trump. Los dirigentes de Arabia Saudí y EAU, por ejemplo, han enviado mensajes a Ankara en busca de una normalización de relaciones y el ministro turco Çavusoglu dijo este viernes que no hay razón para no arreglar la situación con ambos países: “Si [los saudíes] dan pasos positivos, nosotros también lo haremos. Lo mismo es aplicable a Emiratos Árabes Unidos”. Con Israel, el Gobierno turco está tratando de lograr un acercamiento, aunque por el momento no ha obtenido los resultados esperados.
Sanciones
La amenaza de sanciones europeas que pesa sobre Turquía también ha tenido efecto. Durante 2020 se aprobó penalizar a ciertos funcionarios turcos implicados en las prospecciones petrolíferas, si bien varios países como España, Alemania e Italia presionaron para evitar sanciones mayores y la UE pactó posponer esta decisión para coordinarla con el nuevo Ejecutivo de EE UU. El pasado enero, delegaciones técnicas de Turquía y Grecia se reunieron en Estambul para tratar sus disputas marítimas por primera vez tras un paréntesis de cinco años. La siguiente cita tendrá lugar los próximos días 16 y 17 en Atenas, aunque llega tras una nueva polémica por la reunión del Foro de la Amistad, organizado a finales de febrero por Grecia junto a Egipto, Arabia Saudí, Chipre, EAU, Bahréin y Francia y en el que se cuestionó duramente la política de Turquía y se la acusó de promocionar el “terrorismo” y de “derrocar a Gobiernos”. “Esta iniciativa es un intento de formar una alianza hostil a Turquía, más que de promover la amistad”, denunció el Ministerio de Exteriores turco.
Gönül Tol, directora del programa sobre Turquía del Middle East Institute, escribe que no se debe esperar demasiado de estas conversaciones turco-griegas, ya que si bien la perspectiva de sanciones occidentales “asusta al presidente turco en un momento de depresión económica”, los equilibrios de poder y la necesidad de apoyarse en sectores nacionalistas “hacen muy difícil para Erdogan hacer concesiones en las cuestiones del Egeo y del Mediterráneo oriental”. Las encuestas en Turquía indican desde hace meses una caída en el apoyo al partido de Erdogan, lo que le hace cada vez más dependiente de su alianza con el partido ultraderechista MHP. En las fuerzas armadas, Erdogan también se ha apoyado en oficiales de tendencia nacionalista que exigen una política más agresiva frente a Grecia.
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