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Estados Unidos lanza un ataque aéreo en Siria contra estructuras de milicianos apoyados por Irán

La primera operación militar de la era Biden responde al lanzamiento de cohetes contra objetivos estadounidenses en Irak, según el Pentágono

Amanda Mars
Soldado estadounidense en el norte de Siria
Soldados estadounidenses en el norte de Siria, el pasado 13 de febrero.DELIL SOULEIMAN (AFP)

Estados Unidos llevó a cabo este jueves en Siria la primera operación militar que trasciende en la era de Joe Biden. Las fuerzas norteamericanas lanzaron un ataque aéreo contra una estructura que pertenecía a milicias respaldadas por Irán como represalia por los ataques recientes sufridos por personal estadounidense y de la coalición en Irak, según informó el Departamento de Defensa. Los bombardeos, autorizados por el presidente Biden, han destruido instalaciones ubicadas en un punto de control utilizado por grupos como Kataeb Hezbollah o Kataib Sayyid al-Shuhada. Según la información recogida por el Observatorio Sirio de Derechos Humanos (OSDH), al menos 22 milicianos perdieron la vida en el área de Abu Kamal, en la provincia de Deir Ezzor, debido a la ofensiva norteamericana.

La portavoz de la Casa Blanca, Jen Paski, subrayó este viernes en rueda de prensa que Biden envía con esta acción a Teherán el “mensaje inequívoco” de que siempre actuará para “proteger” a los estadounidenses. El Gobierno ha enfatizado desde el jueves que el ataque fue de alcance muy limitado con el fin de disuadir una escalada de represalias.

“Esta respuesta militar proporcionada fue llevada a cabo junto con medidas diplomáticas y en consulta con los socios de la coalición”, según explicó el jefe de prensa del Pentágono, John Kirby, en un comunicado nada más hacerse pública la operación. “La operación envía un mensaje inequívoco: el presidente Biden actuará para proteger al personal estadounidense y de la coalición”, continuó, si bien “hemos actuado de un modo que deliberadamente busca desescalar la situación en el este de Siria y en Irak”.

El pasado 15 de febrero, cuando la Administración de Biden no había cumplido aún su primer mes, una serie de cohetes alcanzaron la base militar estadounidense ubicada en el aeropuerto de Erbil, en la región semiautónoma dirigida por los kurdos, lo que causó la muerte de un contratista civil no estadounidense e hirió a varios contratistas estadounidenses y un miembro del servicio. Washington no determinó de forma oficial la autoría de dicho ataque, pero fuentes de la Administración recordaron esta semana que grupos chiíes vinculados a Irán habían sido responsables de operaciones similares en el pasado.

Ese bombardeo puso prueba a un Biden que pretende reabrir las negociaciones con Irán para recuperar el acuerdo nuclear de 2015, que la Administración de Trump decidió abandonar. Este jueves el Pentágono planteó a Biden otras opciones de ataque de mayor escala, pero el líder demócrata optó por la más limitada, según explicaron fuentes de Defensa a la prensa local, si bien por la noche apenas habían trascendido detalles de los daños causados. La decisión de atacar solo en Siria y no en Irak da margen de maniobra al Gobierno iraquí, que está llevando a cabo su propia investigación del ataque del 15 de febrero.

El giro respecto a Irán supone uno de los principales cambios en política exterior que ha supuesto el cambio de inquilino en la Casa Blanca. El republicano Donald Trump decidió en 2018 abandonar el pacto nuclear que su predecesor, el demócrata Barack Obama, había suscrito junto a otras potencias para frenar la escalada nuclear de Irán a cambio de una suavización de las sanciones.

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Su recuperación, que es uno de los objetivos de Biden, no resulta nada sencilla. Por una parte, Teherán ha amenazado con limitar el acceso de los inspectores internacionales a algunas instalaciones y superado los límites permitidos de enriquecimiento de uranio; y, por otra, porque Washington no está dispuesto a levantar las sanciones mientras Irán siga incumpliendo el acuerdo e Irán no piensa adaptarse a ese marco mientras Washington no suspenda esas sanciones.

La tensión entre Estados Unidos e Irán estuvo a punto de desbordarse a principios de 2020, cuando el Ejército estadounidense mató al poderoso general Qasem Soleimani, comandante de la fuerza de élite Al Quds de la Guardia Revolucionaria iraní, en un ataque con drones. “Soleimani estaba planeando ataques siniestros e inminentes contra diplomáticos y personal militar estadounidense, pero le descubrimos en el acto y terminamos con él”, afirmó entonces Trump. Aquella operación culminaba una escalada de violencia agravada precisamente tras la muerte de un contratista estadounidense unos días antes en un ataque en Irak. El republicano había advertido antes que una agresión de ese tipo era una línea roja.

Estados Unidos trató de retirarse de Irak en 2011, pero regresó tres años después a petición del Gobierno de Bagdad para combatir el terrorismo del Estado Islámico. Aun así, sus tropas se han reducido de forma con el paso del tiempo y ahora quedan unos 2.500 efectivos.

Con el ataque autorizado este jueves, Biden señala a Irán que un ataque como el de mediados de este mes no le reforzará en la mesa de negociaciones. El toma y daca refleja también que uno de los objetivos que el nuevo presidente se ha propuesto, el de rebajar la confrontación en la región, se antoja muy complicado.

Este mismo viernes se hizo público el informe de la CIA sobre el asesinato del periodista Jamal Khashoggi el pasado 2018 en el consulado de Arabia Saudí en Estambul, una muerte ordenada, según las conclusiones de los servicios de inteligencia, por el príncipe heredero Mohamed bin Salmán. La noche anterior, Biden habló por teléfono con el padre, el rey Salmán bin Abdulaziz, lo que también supone un cambio respecto al mandato de Donald Trump, cuando la interlocución se mantenía esencialmente con el príncipe.

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Sobre la firma

Amanda Mars
Directora de CincoDías y subdirectora de información económica de El País. Ligada a El País desde 2006, empezó en la delegación de Barcelona y fue redactora y subjefa de la sección de Economía en Madrid, así como corresponsal en Nueva York y Washington (2015-2022). Antes, trabajó en La Gaceta de los Negocios y en la agencia Europa Press

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