Una médica de combate canadiense en Ucrania: “Miré a mis hijos y pensé que tenía que hacer algo”
April Huggett cambió su vida de ama de casa en Canadá por las trincheras de Ucrania para defender la democracia y la libertad frente al afán expansionista de Rusia


Hasta el año 2022, la vida de April Huggett (Castlegar, Canadá, 36 años) vivía volcada en el cuidado de sus tres hijos, entonces de 2, 7 y 11 años. La invasión rusa de Ucrania la sacudió de tal manera que decidió cambiar esa vida de ama de casa por las trincheras y los bombardeos diarios en el frente de Donetsk, uno de los más activos de la guerra, para defender la democracia y el mundo libre en el que nació frente a la amenaza expansionista de Rusia. “Tras la matanza de Bucha me fue realmente difícil seguir adelante. Se parecía tanto a la Segunda Guerra Mundial… Miré a mis hijos y pensé que tenía que hacer algo”, recuerda al pie de una trinchera en un bosque del Donbás, donde está realizando un entrenamiento con sus compañeros del batallón Alcatraz. Porque Huggett no se conformó con ser voluntaria; se alistó y desde diciembre de 2024 sirve como médica de combate para este regimiento, englobado en la 93ª Brigada Separada Mecanizada Kholodny Yar y formado exclusivamente por expresidiarios a los que el Gobierno les ofreció cambiar la celda por luchar en el frente. Huggett desinfecta el dedo de un recluta que se acaba de cortar con alguna herramienta y asegura: “Estas personas son mi familia. Son mis amigos”.
P. ¿Cómo empezó a desenvolverse en Ucrania?
R. Empecé como voluntaria. Tengo dos fundaciones y me dedicaba a prestar ayuda humanitaria y a diferentes proyectos infantiles. Llevé material escolar a distintas zonas del frente, donde todavía se impartía algún tipo de enseñanza a distancia, e hice muchas evacuaciones de animales, reparto de agua… Con el tiempo decidí que quería alistarme.
P. ¿Fue sencillo acceder a las Fuerzas Armadas siendo extranjera?
R. Tenía un amigo que estaba impartiendo formaciones para médicos, así que me apunté. Y conocía al comandante de la 93ª brigada porque les ayudaba con una de mis fundaciones, así que pedí unirme. Pensé que era un batallón muy interesante y sabía que podía ayudar porque tengo mucha presencia en redes sociales. La 93ª Brigada ha luchado en algunas de las batallas más duras, y con las grandes victorias vienen las grandes pérdidas, necesitan mucha ayuda. Somos un batallón de infantería de asalto, lo que significa que vamos a pie. No tenemos tanques ni morteros; estos chicos van por delante de la maquinaria pesada y necesitan todo el apoyo que se les pueda proporcionar.
P. ¿Cuáles son sus responsabilidades?
R. Me ocupo de la salud de los soldados. Cuando llegan averiguo si tienen alguna enfermedad preexistente, alergias, hepatitis C, VIH… Muchos arrastran problemas de salud y les debo suministrar medicamentos. También entreno con ellos y me aseguro de que estén bien.
P. ¿Cómo se preparó para poder ejercer?
R. En mi vida civil soy operadora de procesos, por lo que puedo trabajar en presas hidroeléctricas, refinerías, etc. Pero aquí me incliné por cursar una formación como médico de combate y todo mi entrenamiento consiste en salvar vidas: detener hemorragias, tratar crisis respiratorias… He ido aprendiendo a medida que avanzaba, y uno de mis compañeros es médico y me enseña mucho. Tenemos herramientas de aprendizaje, como brazos falsos y cosas para hacer suturas, pero gran parte de ello es investigar. No soy una doctora certificada, pero estoy actuando como una. Si necesitan algo que no puedo proporcionarles, acuden a nuestro punto médico. Además, recientemente, me han ascendido a responsable de relaciones públicas del batallón. Me encargo de crear todas las redes sociales, los mensajes y los vídeos.
P. Es muchísimo trabajo…
R. Es mucho, pero estos chicos se lo merecen, trabajan muy duro. Muchos ellos van a las posiciones [en el frente], y si no están allí, están entrenando seis días a la semana. No importa que hayas estado en el frente 20 veces; vuelves y entrenas. Es agotador, tienen los domingos libres para limpiar sus armas y lavar la ropa, pero trabajan sin parar. Y no tienen la libertad de los demás porque son presos en periodo de reforma; no pueden ir a la ciudad o tomarse un fin de semana de descanso. Cuando vienen aquí se comprometen a estar todo el tiempo que se les necesite.
P. ¿Su familia apoyó su decisión de quedarse en Ucrania?
R. No, y ha sido duro. La gente no entiende que yo pienso de manera diferente. En Norteamérica estamos muy lejos de esto, pero yo tengo muchas ideas de lo que esta guerra significa para nuestro futuro. Así que sé que me juego eso, supongo, mi propio futuro y mi tiempo con mis hijos. Pero realmente creo que no se trata solo de Rusia y Ucrania. Rusia también está mirando a otros países, así que es muy importante que nos posicionemos aquí por todo el mundo libre. Todos hablamos de cómo nuestras sociedades se construyen sobre la libertad y la democracia, y de que haya libertad para todos. Deberíamos vivir según lo que decimos.
P. ¿Se nota la ayuda militar occidental?
R. Las promesas son muy bonitas, pero yo he estado en Siversk, donde hay una unidad de artillería nuestra por cinco de los rusos. Luego hay un anuncio diciendo que van a enviar más artillería y los chicos utilizan todas las reservas porque se lo creen. Pero no llega en seis meses, ocho meses… Todo el mundo está dando a Ucrania lo justo para contener a los rusos, pero no lo suficiente para ganar. Si tuviéramos todo el equipo comprometido, podríamos hacer algo, pero es muy difícil planificar las batallas cuando no sabes lo que vas a recibir. Y quizá crees que va a llegar algo, por ejemplo, de Estados Unidos, porque ha comprometido una ayuda determinada, pero luego se corta porque entra un nuevo presidente y toda la planificación militar de los siguientes seis meses se va por la ventana. ¿Cómo se puede hacer eso? Estoy totalmente decepcionada.

P. ¿Qué necesitan ahora?
R. Si estuviéramos en un ejército canadiense o estadounidense, tendríamos todos gafas de visión nocturna. Pero no recibimos suficiente dinero ni siquiera para eso, por no hablar de los uniformes, de las botas, los botiquines de primeros auxilios, los vehículos… El 90% de los drones procede de donaciones. No tenemos suficiente dinero, y todas estas cosas son consumibles. Se destruyen. La gente muere. Es horrible. No sé cuántas veces he recogido botiquines de primeros auxilios de heridos y no tenemos ni para comprar uno nuevo. Así que ahora le estás dando a un tío un botiquín manchado de sangre o rasgado por un agujero de bala. No es bueno para la moral, pero sigues adelante. Otros soldados reciben uniformes que tiene agujeros de bala cosidos. ¿No es increíble?
P. ¿Cree que Rusia respetará un alto el fuego?
R. ¡Absolutamente no! Es el mismo país que firmó en 1994 el Memorando de Budapest [que incluye garantías de seguridad frente a las amenazas contra la integridad territorial de Ucrania] y se suponía iba a proteger a Ucrania. Y luego la invadieron. No una, sino dos veces. Que firmen un trozo de papel no significa nada, solo van a reagruparse. La única manera de detener a Rusia es asegurarse de que ya no tienen la capacidad. Eso comienza no solo con un esfuerzo de guerra, sino con sanciones que los eliminen de los mercados mundiales y de cualquier toma de decisiones. Tienen que ser destruidos económica y militarmente. Ese país está desquiciado y la gente se niega a verlo.
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