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Níger, un aliado de Occidente que se consolida en el Sahel

El exministro Mohamed Bazoum, ganador de las elecciones, coordinó una política migratoria que ha sido clave para la UE

José Naranjo
Niger
Mohamed Bazoum habla con los medios tras votar el pasado domingo en Niamey.ISSOUF SANOGO (AFP)

El candidato oficialista Mohamed Bazoum ha ganado las elecciones celebradas el pasado domingo en Níger y se convertirá así en el próximo presidente de este país africano, que con esta victoria se consolida como uno de los principales aliados para Occidente en materia de seguridad y control migratorio en el Sahel. El poderoso exministro del Interior obtiene el 55,75% de los votos, según los resultados provisionales publicados por la comisión electoral el martes, y logra así una mayoría suficiente frente a su rival, Mahamane Ousmane, presidente del país entre 1993 y 1996. El líder opositor ha denunciado fraude y decenas de personas han salido a protestar a las calles de la capital, Niamey.

Níger, un país de más de 23 millones de habitantes y una tasa de pobreza severa del 48% cuya historia está salpicada de sistemas de partido único y golpes de Estado militares, está a punto de asistir al primer traspaso de poder entre civiles desde su independencia. Mohamed Bazoum, de 61 años y candidato del gobernante Partido Nigerino por la Democracia y el Socialismo (PNDS), es un histórico aliado y hombre de confianza del presidente saliente, Mahamadou Issoufou. Este le nombró primero ministro de Exteriores y, tras un breve paso por Presidencia, le situó al frente de la influyente cartera de Interior desde la que Bazoum coordinó las políticas migratorias que han convertido a Níger en un país clave para Europa y los organismos internacionales.

Con la emergencia de la ruta libia tras la caída de Muamar el Gadafi en 2011, Níger se convirtió en tierra de tránsito obligado para decenas de miles de jóvenes procedentes tanto de la región occidental y central del continente como del cuerno de África que buscaban el camino de Europa a través del Mediterráneo. Todos los caminos convergieron entonces en Niamey y en la norteña ciudad de Agadez, que se asoma al desierto. El Gobierno de Níger no solo endureció sus propios controles migratorios para frenar estos flujos, sino que aceptó acoger en grandes asentamientos a los migrantes que huían del infierno libio en coordinación con Naciones Unidas.

Bazoum, licenciado en Filosofía y profesor curtido en la izquierda revolucionaria y el sindicalismo que fue moldeando sus aristas mediante el pragmático contacto con el poder, creció a la sombra de esos apoyos externos y era el claro favorito en estos comicios tras su victoria en la primera vuelta electoral con el 39,3% de los votos y, sobre todo, después de recibir el apoyo por parte de quienes quedaron en tercer y cuarto lugar, Seini Oumarou y Albadé Abouba. Sin embargo, la oposición ha denunciado la existencia de fraude y ha exigido la “suspensión inmediata de la publicación de resultados”, dijo a los medios Falké Bacharou, director de campaña de Mahamane Ousmane. “Pido a todos los nigerinos movilizarse como un solo hombre para hacer fracasar este pucherazo”, añadió.

Aunque los observadores internacionales avalaron el proceso y saludaron la fuerte participación, hubo sobresaltos. El mismo día de la segunda vuelta, el pasado domingo, siete miembros de la comisión electoral murieron después de que el vehículo en el que viajaban pisara una mina en la región de Tillabéri, cerca de la frontera maliense. Precisamente el aumento de la violencia yihadista, con la filial saheliana del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés) golpeando en el oeste y Boko Haram en el este, es uno de los grandes desafíos a los que se enfrentará Bazoum estos años como ya hizo su predecesor Issoufou prácticamente desde su llegada al poder en 2011.

Bajo la constante amenaza de los extremistas, Níger ha ido robusteciendo su capacidad militar y destina a Defensa uno de cada cinco euros de su presupuesto, una sangría que compensa con la ayuda sobre el terreno de sus aliados del G5 del Sahel, de la Operación Barkhane francesa y de Estados Unidos, que posee una base de drones en su territorio. Con Malí y Burkina Faso al oeste desfondados por la acción de los radicales, Nigeria al sur incapaz de lidiar con la creciente inseguridad y Libia al norte en plena guerra civil, Occidente se resiste a que Níger caiga en el abismo de la inestabilidad.

Precisamente una parte de esos fondos destinados a Defensa ha estado en el ojo del huracán por un supuesto escándalo de corrupción, otro reto para Bazoum, que ha supuesto la desaparición de más de 100 millones de euros que deberían haber ido a la compra de armamento entre 2013 y 2016. El propio expresidente Issoufou, a quien se recordará por ser uno de los grandes impulsores del acuerdo de libre comercio africano y quien, a diferencia de sus homólogos Alpha Condé en Guinea o Alassane Ouattara en Costa de Marfil, decidió respetar la Constitución y no presentarse a la reelección, encargó una auditoría y el caso, que ha supuesto un serio desgaste al partido en el poder, está en manos de un juez.

Sin embargo, no todo son malas noticias. Pese a seguir ocupando el último lugar del mundo en el Índice de Desarrollo Humano (IDH), que combina factores como la esperanza de vida, la escolarización o el PIB per cápita, e incluso en pleno frenazo por la pandemia de covid-19, las perspectivas económicas no son desastrosas. Apuntalado por sus impresionantes reservas de uranio y con la expectativa del inicio en 2022 de su exportación petrolera, Níger ha logrado doblar en cinco años la inversión extranjera liderada por Turquía, lo que se ha notado en la construcción de grandes infraestructuras. De hecho, el FMI prevé un nada desdeñable crecimiento económico de hasta el 7% en 2021.

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Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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