Un muerto y más de 200 heridos en las protestas contra el confinamiento en Líbano
La ausencia de contraprestaciones económicas frente al estricto encierro desatan la ira en el bastión más pobre del país
El veintañero Omar Tayba ha fallecido en la mañana de este jueves a consecuencia de las heridas de bala sufridas la víspera durante violentos choques entre manifestantes y antidisturbios en la norteña ciudad libanesa de Trípoli. Cientos de ciudadanos protestaron en la noche del miércoles exigiendo contraprestaciones económicas para paliar los efectos de las estrictas medidas de confinamiento y cierre de comercios impuestas este mes para tratar de contener los contagios de coronavirus.
La Agencia Nacional de Noticias libanesa eleva a 226 la cifra de heridos, mientras que las Fuerzas Internas de Seguridad cuentan nueve heridos entre sus filas, uno de ellos en estado crítico. Los manifestantes prendieron fuego a una comisaría y se dirigieron al Serrallo de Trípoli donde fueron recibidos por los antidisturbios con gases lacrimógenos, cañones de agua y balas de caucho. Los activistas han convocado en las redes sociales varias manifestaciones en solidaridad con Trípoli para la tarde del jueves, incluida en la capital, Beirut. En la ciudad norteña, la segunda más poblada del país, las protestas se reactivaron a primera hora de la tarde.
Tras una pausa impuesta por el coronavirus en el movimiento de contestación social que sacude el país desde octubre de 2019, ha sido en la ciudad más pobre donde el descontento ha vuelto a teñir de sangre el asfalto. Tayba, de 29 años y empleado en una panadería, recibió sepultura esta mañana en el barrio tripolitano de Bab el Tabeneh, en el que el 78% de los vecinos vive bajo el umbral de la pobreza (el doble de la media nacional, según datos de la ONU). En esta ciudad cayó también el que hasta este jueves era el último manifestante muerto a manos de las fuerzas del orden: el mecánico Fawaz Fouad, de 26 años y padre de dos niños, que sucumbió en abril tras recibir un disparo de bala en otra manifestación.
“No hemos logrado justicia”, denuncia en Beirut su hermana Fatima Fouad, de 26 años. La joven activista asegura que “los servicios de inteligencia libaneses nunca permitieron a los médicos extraer la bala de la pierna de Fawaz” y que tampoco recibieron un informe médico. “Trípoli ha sido abandonada por el Estado: tiene los cortes diarios de electricidad más largos de todo el país, los hospitales más saturados, no hay escuelas y ahora mueren los manifestantes por disparos de bala”, prosigue la joven. Activistas libaneses colgaron anoche en las redes sociales varios vídeos donde se podía escuchar el tiroteo mientras los manifestantes corrían en busca de resguardo en la plaza central de la ciudad.
من أحداث اليوم في #طرابلس، الجيش يطلق الرصاص الحي على المتظاهرين مباشرةً!
— أخبار الساحة (@Akhbaralsaha) January 27, 2021
من بريد الصفحة #طرابلس_تنتفض #أخبار_الساحة pic.twitter.com/No1f5R4spo
La ONG Amnistía Internacional (AI) ha publicado este jueves un informe en el que denuncia “el uso ilegal de equipamiento policial francés para aplastar protestas [en Líbano]”. Según el documento, París ha enviado durante años a Líbano material antidisturbios que ha sido empleado “para cometer abusos contra los derechos humanos”. Motivo por el que AI solicita a Francia el cese de las ventas y que exija responsabilidades. Ninguna de las 40 quejas planteadas hasta ahora por los manifestantes ha recibido respuesta de la justicia libanesa, señala el informe. Los abusos describen disparos con balas de caucho a baja altura que han cegado a varios manifestantes, el uso abusivo de gases lacrimógenos o el aporreo en zonas del cuerpo críticas como cabeza y nuca.
Triple crisis
Las estrictas medidas anunciadas contra la expansión del coronavirus han agravado aún más la grave crisis financiera que azota el país con la libra libanesa en caída libre, y que se suma a la sanitaria y la sociopolítica. En las zonas más desfavorecidas del país como Trípoli, la mayoría de los trabajadores cobran por jornada. El rápido deterioro económico amenaza con dar otro vuelco al movimiento de contestación nacional —que se originó con unas manifestaciones contra una tasa a las llamadas de WhatsApp— y acabar convirtiéndolo en unas protestas del pan.
Al inicio de las protestas, en 2019, los ciudadanos pidieron la salida en bloque de la élite político-económica, a la que acusan de corrupción, para más tarde exigir justicia cuando en agosto la negligencia estatal desembocó en una brutal explosión que sacudió el puerto de Beirut matando a 205 personas e hiriendo a más de 6.500. La tragedia provocó la dimisión del Gobierno, y todavía no se ha logrado formar uno nuevo.
En la última semana, Líbano ha registrado una media de casi 4.000 contagios y 75 muertes diarias —las peores cifras de fallecidos durante toda la pandemia—, según el Ministerio de Salud. Oficialmente, en Líbano han muerto hasta ahora 2.553 personas por coronavirus. Cuatro de cada cinco camas de UCI están ocupadas, ha advertido recientemente por su parte el Sindicato de Médicos. En un país donde el 85% de la salud recae en manos del sector privado comienza a germinar el comercio informal de bombonas de oxígeno. El Ejecutivo libanés ha impuesto el cierre completo de comercios y agencias estatales, así como un toque de queda las 24 horas. Los ciudadanos han de solicitar un permiso para salir de sus casas e incluso los supermercados han tenido que echar el cierre y ceñirse al servicio de venta a domicilio hasta las 18.00.
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