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Atrapados entre las bombas y el frío

Las ONG alertan de que los sirios huidos soportan en los campos de desplazados temperaturas y condiciones extremas

Natalia Sancha
Varios sirios caminan en uno de los campos de desplazados cercanos a la frontera turca, el pasado día 13.
Varios sirios caminan en uno de los campos de desplazados cercanos a la frontera turca, el pasado día 13.AP

“Las carreteras están saturadas de gente que huye en todo tipo de vehículos temiendo ser bombardeada por el régimen para acabar durmiendo al raso a ocho grados bajo cero porque no pueden pagarse una tienda de campaña”, resume al teléfono un exhausto Abu Ahmed, nombre ficticio de este trabajador de una ONG local de la provincia siria de Idlib, en el noroeste del país y fronteriza con Turquía. “Los que llegan a la frontera son repelidos a tiros por los guardas fronterizos turcos”, sostiene.

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Más de 900.000 personas han huido ya acosadas por los bombardeos y cerca de 300 han perdido la vida en lo que va de año, según la ONU. Al menos 36 eran menores. Con temperaturas de hasta 10 grados bajo cero, la organización Save The Children ha alertado de las “condiciones extremas” a las que están expuestos los más de 290.000 menores desplazados. De ellos, aseguró la ONG este martes con información de organizaciones de la zona, nueve han muerto en los campos de desplazados “por las temperaturas extremas y las horribles condiciones de vida”.

El más pequeño se llamaba Ahmed Abdelwahab el Rahal, desplazado del poblado de Jan Sheijun, que ha fallecido con siete meses tras llegar al campo de Atmeh, a unos 35 kilómetros al norte de Idlib, en la frontera con Turquía. “Murió de frío hace una semana porque su padre, que tiene dos familias [en referencia a un hombre polígamo], no tenía dinero para comprar combustible con el que calentar al pequeño”, explica Alí Jalfe, responsable de comunicación del campo.

No parece haber escapatoria para las personas que habitan este pedazo de Siria, que es la última comarca fuera del control del Ejército regular. En la provincia de Idlib viven ahora unos tres millones de personas, entre habitantes originarios de la zona y combatientes de grupos insurrectos o yihadistas que, con sus familias, abandonaron otras zonas del frente de la larga contienda civil siria. Por ello, emprender de nuevo la huida es un déjà vu para la mitad de ellos.

“Si no hay bombardeos, no nos iremos de Idlib”, asegura en una conversación telefónica desde la capital de esta provincia la profesora Um Fateh, en la treintena y madre de tres menores, y dos veces desplazada desde que en 2016 salió de su ciudad natal, Alepo. “En cuanto el Ejército se sitúa a unos 20 kilómetros de algún poblado, sus habitantes salen corriendo porque saben que es el radio en el que empiezan los bombardeos para allanar el camino”, prosigue. Según la ONU, las bombas de los cazas sirios y rusos son responsables del 90% de los civiles muertos en el actual frente de combates al sur de Alepo, donde las tropas progubernamentales sirias intentan arrancar el terreno de manos de las facciones yihadistas y de grupos insurrectos salafistas respaldados por más de 5.000 soldados turcos.

Hacia el campo de Atmeh, de los más masificados en la zona, se han dirigido 118.000 personas en lo que va de año, según el recuento que hacen los consejos locales de oposición a Damasco. Allí se hacinan otras 400.000 almas que en los últimos nueve años han huido de otros combates. “Cada tienda mide 16 metros cuadrados y ahora acoge a entre dos y tres familias. No hay sitio para más gente”, dice Alí Jalfe.

En la mayor crisis de desplazados desde que estalló la guerra en Siria (en marzo de 2011), según la ONU, el 80% son mujeres viudas como Um Fateh, a cargo de menores. A la guerra, cuenta esta maestra que se resiste a abandonar la capital de la provincia, se suman las imposiciones de los yihadistas de Hayat Tahrir al Sham, especialmente duros en el control de la vestimenta de las mujeres.

Los rápidos avances de las fuerzas leales a Damasco han permitido al presidente sirio, Bachar el Asad, recuperar el control de más del 43% de la provincia mientras miles de personas huyen en busca de refugio de los combates. En el caos de la guerra florece también el negocio de la miseria humana a manos de traficantes sirios y guardias turcos fronterizos que cobran 2.800 euros por persona para cruzar a Turquía —lo que equivale a dos años de sueldo en Siria—, según diversas fuentes consultadas. Ante la escasez, los traficantes transfronterizos hacen negocio vendiendo a los desplazados sirios tiendas fabricadas en Turquía por 175 euros —que suponen dos meses de salario—. Tiendas para no morir de frío.

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