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Johnson lanza un plan que aboca a una relación de mínimos con la UE

Bruselas pide un compromiso que asegure la competencia en pie de igualdad para dar un amplio acceso al mercado común

El primer ministro del Reino Unido, Boris Johnson, este lunes en Greenwich (Londres). En vídeo, declaraciones de Johnson.Vídeo: FRANK AUGSTEIN (afp) | reuters

El primer ministro británico, Boris Johnson, esbozó este lunes su estrategia en la negociación para establecer la futura relación del Reino Unido con la UE. Johnson avisó de que no aceptará ningún tratado que obligue a Londres a un alineamiento estricto con las normas comunitarias (en estándares de calidad, materia laboral o medioambiental) o a un sometimiento a los tribunales de la UE. Su advertencia aboca a un pacto de mínimos, ya que Bruselas pide un compromiso que asegure la competencia en pie de igualdad para dar un amplio acceso al mercado común.

Johnson esperó tres días a que se asentara la idea de que el Brexit ya es una realidad para explicar con claridad su estrategia para las duras negociaciones entre Londres y Bruselas durante los próximos 11 meses. Y no dejó margen para la duda. No aceptará ningún tratado que obligue al Reino Unido a un alineamiento estricto con las normas comunitarias —en estándares de calidad, materia laboral o medioambiental— o a un sometimiento a los tribunales de la UE. “Se nos ha dicho durante mucho tiempo que debemos escoger entre un acceso completo al mercado interior de la UE a cambio de aceptar sus normas o sus tribunales [lo que se ha llamado el modelo noruego] o un acuerdo comercial que abra mercados y evite toda la panoplia reglamentaria de la UE como el existente con Canadá [CETA, en sus siglas en inglés]. Ya hemos tomado la decisión. Queremos un acuerdo global como el de Canadá. Y en el improbable caso de que no lo logremos, el acuerdo se basará en el acuerdo de retirada que ya hemos firmado con Bruselas”, dijo Johnson. La elección final, insistió, será entre una relación similar a la que disfruta Canadá con la UE o la que tiene Australia —el continente austral negocia un nuevo tratado comercial con los Veintisiete, pero su alcance es inferior al canadiense—.

El anuncio de Johnson supone el primer choque con Bruselas sobre el diseño de la relación futura, una negociación para la que la Comisión Europea aprobó este lunes su proyecto de directrices, que aspira a un estrecho acuerdo de asociación que convertiría al Reino Unido en un aliado excepcional en materia comercial, cooperación judicial, seguridad, defensa y apoyo de un orden multilateral.

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Debemos negociar la mejor relación posible”, subrayó el negociador jefe europeo, Michel Barnier, que se declaró listo para ofrecer un “ambicioso acuerdo de libre comercio sin aranceles ni cuotas para todos los bienes” que entren en el mercado común y otro “para todo tipo de servicios”. Barnier subrayó que la oferta está sujeta a dos condiciones: un pacto que garantice que no habrá competencia desleal desde el otro lado del Canal de la Mancha, y un acuerdo sobre el acceso de las flotas europeas a aguas británicas. Y habrá una línea roja: la colaboración se suspenderá “de manera automática” si Londres abandona el Tribunal Europeo de Derechos Humanos o aprueba una ley que deje sin efecto los fallos de esa corte, como defiende el ala más eurófoba en el Reino Unido.

Más allá de la buena fe

Johnson, sin embargo, apuesta por un mero acuerdo comercial, la opción menos ambiciosa de las ofrecidas por la UE. Para anunciar su estrategia, convocó a empresarios y representantes diplomáticos en el Hall del Hospital del Antiguo Colegio Real Naval de Greenwich, en el sur de Londres, y ante la que se conoce como la Capilla Sixtina británica, una alegoría del poderío naval, comercial y político del Reino Unido, y se presentó como el defensor de la globalización. Además,

aseguró que no se necesita ningún tipo de tratado para que Bruselas pueda estar seguro de que el Reino Unido no será un competidor desleal. “No nos vamos de la UE para destruir sus estándares regulatorios”, afirmó. “No pretendemos llevar a cabo ningún tipo de dumping comercial, social o en materia medioambiental. No es siquiera necesario que escuchen lo que yo digo. Simplemente, deben mirar lo que hace el Reino Unido”.

Aunque el dirigente británico pretende convertir así las negociaciones en una cuestión de buena fe, los mecanismos para verificar una competencia en igualdad de condiciones entre las partes se perfilan como uno de los principales obstáculos. La Comisión desea también que el Tribunal de Justicia europeo tenga la última palabra en los conflictos sobre el derecho comunitario que surjan, y no un panel de arbitraje independiente de ambas partes.

Son muchos los críticos del primer ministro que deducen de sus palabras el desenlace del que advirtieron a finales de 2019, cuando Johnson se esforzaba por sacar adelante en el Parlamento el acuerdo de retirada y prometía que evitaría una salida desordenada. Cuando finalice el periodo de transición, el 31 de diciembre, si Londres y Bruselas no son capaces de cerrar un nuevo acuerdo comercial, la salida será, a todos los efectos, el Brexit duro que los euroescépticos quisieron desde un principio. Las palabras del primer ministro parecen confirmar los peores presagios.

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