Maniobras diplomáticas de Putin y Netanyahu al servicio de un final feliz
El israelí se apunta un tanto electoral al repatriar en su avión a una joven indultada por el líder ruso que cumplía siete años de cárcel por posesión de hachís
El rostro humano de la geopolítica mundial —un despiadado juego de intereses nacionales— quedó encarnado este jueves en la sonrisa de libertad recién recobrada de Nahama Issachar, una mochilera israelí-estadounidense de 26 años cuyo destino viró hacia la fatalidad en el aeropuerto moscovita de Sheremetievo. Como tantos jóvenes del Estado judío, había viajado a la India para intentar alejarse de la tensión cotidiana que se respira en Oriente Próximo. El pasado abril, a su regreso a Tel Aviv fue detenida durante una escala en Moscú de su vuelo, tras haberse hallado 9,5 gramos de hachís en su maleta en tránsito. Una cantidad insignificante que puede conllevar una multa en Israel, pero que en Rusia le acarreó una desproporcionada condena a siete años y medio de cárcel.
Todo lo que podía salir mal sucedió. Su juicio coincidió con la petición de extradición a Estados Unidos desde Israel del hacker ruso Alexei Burkov, a quien el Kremlin había brindado protección consular. El Gobierno israelí trató de presionar también a Moscú con la restricción de visados a cientos de turistas que en realidad pretendían encontrar trabajo en el pujante mercado laboral hebreo. La tensión diplomática no dejó de aumentar cuando el pirata informático Burkov fue finalmente entregado a las autoridades estadounidenses, que le acusan de haberse apropiado de más de 20 millones de euros mediante ciberestafas con tarjetas de crédito clonadas. La elevada condena impuesta a la joven cayó como un mazazo sobre la sociedad israelí, que ha seguido el caso de Issachar como si fuera el de la hija de todos.
Inmediatamente después de asistir en la Casa Blanca a la presentación del plan de paz del presidente Donald Trump, considerado el más favorable para el Estado judío en la historia de EE UU, Netanyahu viajó hasta el Kremlin con el pretexto de cantarle las excelencias del denominado ‘acuerdo del siglo’ entre israelíes y palestinos. Pero ante todo acudió a Moscú a recibir el regalo electoral que le ofrecía Putin mediante el indulto de la joven presa. “Esta reunión simboliza la importancia de nuestras relaciones, más fuertes que nunca”, ha dicho Netanyahu a Putin, a quien ha visitado en más de una decena de ocasiones desde que Rusia se desplegó militarmente en Siria, en 2015, en apoyo al régimen de Damasco.
El viaje no podía haber estado mejor coreografiado. Putin, que había rechazado en otras ocasiones el indulto de la joven, le ofreció el perdón por “motivos humanitarios” el miércoles por la noche. Horas después, se reunía con el mandatario israelí, quien afronta unas decisivas elecciones legislativas, las terceras en menos de un año, bajo la acusación del fiscal general para ser procesado por fraude y soborno en tres casos de corrupción.
Netanyahu agradeció la cálida bienvenida sin aludir al presente electoral que se le concedía. “Usted es el primer líder con el que estoy hablando tras mi visita a Washington para el ‘acuerdo del siglo’ de Trump. Creo que hay una nueva oportunidad aquí, tal vez incluso una oportunidad única, y me gustaría discutirla con usted y escuchar sus ideas”, ha asegurado ante el presidente y en presencia del ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov.
El Kremlin todavía está “analizando” el acuerdo y ha eludido comentar la propuesta de paz de Trump, pero volvió a tratar de postular a Rusia como mediador en el conflicto. “Estamos preparados para una estrecha coordinación con socios palestinos e israelíes, incluidos, por supuesto, los Estados de la región”, precisó más tarde la portavoz de Exteriores, quien calificó de “negativas y escépticas en su mayoría” las reacciones que se habían observado en los países árabes.
Netanyahu se llevó de vuelta a Israel en su avión a la joven Naama, acompañada por primera vez en diez meses por su madre, Yaffa Isachaar, quien ha encabezado la campaña popular para la liberación de la joven. La semana pasada, Putin le aseguró personalmente en Jerusalén, donde el presidente ruso asistió al Foro Mundial sobre el Holocausto, que “todo iba a salir bien” en el caso de su hija.
“Transmita los mejores deseos a ella y a su madre”, bendijo el jefe del Kremlin la tercera campaña electoral de Netanyahu en los últimos 12 meses. Putin, que hizo hincapié en que se la indultaba a petición del primer ministro israelí, subrayó además que Isachaar no había llegado a cruzar en ningún momento la frontera rusa, ya que solo hacía escala en Moscú en su vuelo entre la India e Israel. “Y eso ha sido bueno para ella”, ha recalcado.
“Me gustaría agradecerle en nombre de todo el pueblo de Israel que haya concedido el perdón a Naama Issachar”, le ha replicado Netanyahu, quien tuiteó poco después imágenes de él y de su esposa, Sara, junto a la joven y su madre en el aeropuerto de Vnukovo de Moscú cuando se disponían a despegar rumbo a Tel Aviv. La espiral de tensión entre ambos países hubiese resultado contraproducente para Israel y para las opciones de reelección del primer ministro israelí, uno de los pocos estadistas mundiales que se atreve a dar el salto mortal diplomático desde la Casa Blanca hasta el Kremlin sin escalas.
El final feliz para la mochilera y el éxito diplomático en plena campaña electoral de Netanyahu parecen haber tenido un precio. La prensa hebrea apunta a que, a cambio de la liberación de la joven, el Gobierno israelí va a acelerar la entrega a la iglesia ortodoxa rusa de la propiedad sobre el complejo monumental Patio de Alexander, un conjunto de edificaciones históricas situadas cerca de la basílica del San Sepulcro, en el recinto amurallado de la Ciudad Vieja. En la geopolítica internacional bien vale una misa en el emblemático templo jerosolimitano de Alexander Nevski, santo ortodoxo y príncipe guerrero venerado en la Rusia de Putin.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.