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¿Son demasiado blancas las instituciones europeas?

La decisión de la Comisión de realizar un estudio sobre la diversidad racial de su personal abre el debate en el seno de la UE

La presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen (en el centro, con chaqueta roja), junto a sus 26 comisarios en Genval (Bélgica), en 2019.
La presidenta de la Comisión, Ursula Von der Leyen (en el centro, con chaqueta roja), junto a sus 26 comisarios en Genval (Bélgica), en 2019.Kenzo Tribouillard / AFP
Álvaro Sánchez

“No”. La respuesta, corta y contundente, fue seguida de un largo silencio, como si no hiciera falta añadir nada más. La comisaria de Interior, la socialdemócrata sueca Ylva Johansson, contestaba así el pasado 10 de septiembre a la pregunta de si las minorías étnicas tienen suficiente presencia en el personal de las instituciones europeas. “Todos los ciudadanos europeos tienen que sentirse representados, debemos ser un reflejo de la sociedad”, añadió a modo de autocrítica tras la densa pausa.

Unos días después de aquella intervención, el Ejecutivo comunitario anunció el 18 de septiembre que se pone manos a la obra. Por primera vez en su historia llevará a cabo una encuesta —voluntaria y anónima— acerca del perfil racial de sus empleados. Unos datos que le servirán para cambiar sus políticas de contratación y fijar un objetivo mínimo de representación.

Pese a que en torno al 10% de ciudadanos de la UE pertenecen a una minoría étnica, en los pasillos de Bruselas o Estrasburgo su presencia es testimonial. La foto de familia de la nueva Comisión Von der Leyen es el ejemplo más evidente de ello. Pero esa realidad se repite en los puestos altos y medios de todas las instituciones comunitarias. Y solo cambia cuando se desciende a los escalafones más bajos.

“Es muy difícil fijar cupos. Si los pones para negros tienes que ponerlos para personas en situación de discapacidad, gitanos, latinos... No podría estructurarse un sistema así, pero sí uno de discriminación positiva similar al de género”, opina Mónica Silvana, eurodiputada del PSOE nacida en Argentina.

Silvana copreside el intergrupo de Antirracismo en la Eurocámara, que en julio se vio con la presidenta Ursula Von der Leyen. Durante la reunión, el alemán Romeo Franz, miembro de Los Verdes europeos de etnia gitana, le recordó la uniformidad de su Administración. “Las barreras para entrar en las instituciones de la UE son para algunas minorías europeas bastante elevadas. Si queremos que más personas se identifiquen con el proyecto, eso debe cambiar”, apunta Franz por correo electrónico.

Bruselas busca combinar un proceso de selección basado en el mérito y la igualdad de oportunidades con el fin del blanco monocromático de la parte media y alta de su pirámide burocrática. La idea es hacer ver a los estudiantes de orígenes raciales minoritarios el atractivo de trabajar para la UE, como si se tratara de una versión contemporánea del famoso cartel del Tío Sam que llamaba al alistamiento militar. También se impartirá una formación obligatoria a los responsables de recursos humanos sobre sesgo inconsciente, para hacer desaparecer posibles prejuicios en la selección.

En 2017, el comisario alemán Günther Oettinger ya lanzó una iniciativa para mejorar las condiciones laborales de mujeres, mayores, personal con discapacidad y colectivo LGTBI en las instituciones. Y tras décadas en franco desequilibrio de género, la actual Comisión ha alcanzado la paridad entre hombres y mujeres. Ahora, en pleno debate sobre el racismo en Occidente, Bruselas cree que ha llegado el momento de mirarse al espejo. “Igual que se ha hecho con las mujeres, las instituciones deberían implantar medidas concretas para mejorar el reclutamiento, el salario, las condiciones y el ascenso profesional de las minorías étnicas”, piden desde la Red Europea contra el Racismo (ENAR), que finalmente ve cómo sus demandas pasan a un primer plano tras años clamando en el desierto.

Pero la responsabilidad de que no se haya hecho nada antes no es únicamente de las instituciones. Son los Estados miembros los que proponen a su propio comisario, sin que Bruselas intervenga. Si bien pese a que son su rostro más visible, son solo una gota de agua entre los 32.000 funcionarios de la Comisión. “Yo me centraría más en cómo se está estimulando la llegada de las minorías al funcionariado”, afirma Silvana, que ve en la falta de licenciados universitarios afrodescendientes y gitanos una explicación al problema.

En plena conmoción global por la muerte de George Floyd asfixiado por un policía blanco en Estados Unidos, la lucha contra el racismo estructural se ha vuelto una prioridad para Bruselas. La propia Silvana lo sufrió a su llegada a España desde Argentina. Cuando quiso alquilar una vivienda en Madrid hace 20 años la descartaban por extranjera. “Ahora pasa menos, pero si me pasó a mí, que no tengo un perfil étnico tan marcado, imagínate a una persona negra”.

La Comisión quiere que tanto el Consejo como el Parlamento sigan sus pasos y alienten la diversidad de su personal, aunque la decisión les corresponde a ambas instancias. “En las instituciones europeas nos encontramos los mismos patrones que en toda Europa. Las funciones menos valoradas las realizan personas de color a menudo invisibilizadas: el personal de limpieza, mantenimiento y seguridad. ¡Y al más alto nivel hay otra uniformidad!”, clama el eurodiputado Younous Omarjee, nacido en el archipiélago francés de Reunión.

Según ENAR, solo el 3% de los eurodiputados no es parte de la mayoría blanca. Una tendencia que se ha agrandado con el Brexit debido a que el Reino Unido aportaba parlamentarios de origen indio o paquistaní. Como recuerda Omarjee, miembro de Francia Insumisa —el partido de Jean-Luc Mélenchon— a veces las familias del hemiciclo tiran de sus eurodiputados de diferente origen étnico como portavoces solo para debates sobre racismo y derechos, como el celebrado por la muerte de George Floyd. “Me gustaría que también contaran con nosotros en discusiones económicas o monetarias”.

“Unidos en la diversidad”, dice el lema de la Unión Europea. “Nuestra presencia es importante porque expresa que Europa es diversa. Que no es solo blanca y cristiana”, dice Omarjee.

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Sobre la firma

Álvaro Sánchez
Redactor de Economía. Ha sido corresponsal de EL PAÍS en Bruselas y colaborador de la Cadena SER en la capital comunitaria. Antes pasó por el diario mexicano El Mundo y medios locales como el Diario de Cádiz. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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