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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El compromiso marroquí con África

La solidaridad en el continente es fundamental para superar la crisis del coronavirus

Trabajadoras de una fábrica de mascarillas en Casablanca, Marruecos.
Trabajadoras de una fábrica de mascarillas en Casablanca, Marruecos.YOUSSEF BOUDLAL (Reuters)

La crisis del coronavirus que estamos atravesando hoy inhuma a los hombres y su descuido. No es solo singular o particularmente mortal, constituye un verdadero desafío de la civilización con sus exigencias e imperativos de adaptación. Las consecuencias de esta epidemia no se limitarán a una recesión económica, probablemente no vista desde 1929. También tendrá un efecto transformador en los Estados y las sociedades y, sin duda, conducirá a cambios significativos en la distribución del poder a nivel internacional.

Así que sí, en esta configuración de las vicisitudes, el cambio se convierte en imperativo. Se tratará de diseñar nuevos equilibrios mundiales de una sociedad internacional en busca de sentido y pragmatismo.

En la geopolítica ahora nuestros países están llamados a enfrentar nuevas realidades y tendrán que poner en marcha nuevas estrategias para poder hacer frente a los nuevos retos y los requisitos de protección de los más vulnerables entre nosotros. En última instancia, se trata de superar la geopolítica del miedo, la incertidumbre y la angustia.

Marruecos, gracias a la visión, el liderazgo y el compromiso de Su Majestad el Rey Mohammed VI, no ha escatimado esfuerzos para proteger a su pueblo y a su humanidad de un virus que hoy se enfurece indiferentemente de las peculiaridades y especificidades de cada uno de nuestros países. La solidaridad generalizada que se observa hoy en la sociedad marroquí es un ejemplo elocuente de este humanismo profundo e indiscutible que anima los corazones y las mentes de nuestros compatriotas. De pie frente a la adversidad del virus, el país en toda su diversidad se erige como un solo hombre con orgullo y patriotismo. La elegancia de un pueblo y la fuerza de una nación solo pueden ser la razón de este mal tiempo que estamos pasando.

Si hay una lección que aprender de este difícil análisis, es probablemente que la propagación de la pandemia de la covid-19 en África tenga un impacto humano significativo. Pero nuestro continente no solo tendrá que movilizar los recursos necesarios para limitar el número de víctimas, sino también gestionar la crisis y sus implicaciones a medio plazo en todas sus dimensiones sanitarias, económicas, financieras y sociales. El desafío para los países africanos es muy real y la capacidad del continente para hacerse cargo de su destino es una prioridad para nosotros.

Esta crisis sanitaria sin precedentes puede ser un flagelo o una bendición. Un flagelo, si África vuelve al status quo, o una bendición si convierte esta pandemia en una nueva oportunidad a través de una revisión sustancial de sus políticas y modus operandi. Por ejemplo, y en el caso del Consejo de Paz y Seguridad, es imperativo que la UA [Unión Africana] refuerce sus métodos de trabajo en términos de prevención y gestión de conflictos y consolidación de la paz en África. La verdadera solidaridad africana debe surgir y las ambiciones de unidad y resiliencia deben estar a la vanguardia de una agenda continental impulsada por un liderazgo real e impulsada por una visión común y una estrategia concertada decididamente progresista.

Es esta misma visión la que lleva Su Majestad el Rey Mohammed VI, para una África que moldea con responsabilidad y ambición la conformación de un futuro de paz, prosperidad y seguridad. La solidaridad es fundamental e incluso estructuración de este enfoque. La última iniciativa de los jefes de Estado africanos impulsada por el soberano está en sintonía con este espíritu de unidad y está en consonancia con el compromiso inquebrantable del Reino con el continente.

Quizás la pandemia y sus secuelas representen una nueva oportunidad para realzar a su nivel lógico y mutuamente benéfico, los vínculos entre Europa y África. Para ello, los países europeos, sobre todo, los de la Unión Europea, deben replantear sus relaciones con nosotros y convertir el continente africano en una especie de prolongación natural, no solo a nivel geográfico, sino también a nivel económico y, por encima de todo, a nivel humano. Sobra decir en este orden de cosas que Marruecos sería el punto de anclaje objetivo y eficiente de esta eventual relación entre los dos continentes. Muchos factores lo habilitan para ser el protagonista decisivo en este nuevo posible acercamiento. Su estatus avanzado con la Unión Europea, y la credibilidad de la que goza en este continente, así como su liderazgo y las tradicionales e históricas relaciones con su espacio africano, lo catapultan para asumir el papel de intermediario entre las dos partes.

Es menester precisar a este respecto que estas renovadas y más estrechas relaciones tendrían que ser presididas por el pragmatismo y la defensa de los valores compartidos. Así, convergerían en intereses comunes y equitativos que asegurarían la concretización de objetivos que garanticen la estabilidad, el desarrollo y la prosperidad de los pueblos de ambos continentes.

Youssef Amrani es embajador de Marruecos en Sudáfrica y ex ministro delegado de Exteriores.

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