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Una investigación de ‘The Washington Post’ revela 18 años de mentiras en la guerra de Afganistán

El diario publica en exclusiva miles de páginas de entrevistas a los protagonistas que desmontan la narrativa oficial de que se estaban produciendo progresos en el conflicto

Soldados estadounidenses transportan los restos de un compañero muerto en Kabul (Afganistán).
Soldados estadounidenses transportan los restos de un compañero muerto en Kabul (Afganistán).cliff owen (AP)
Pablo Guimón

Durante tres Administraciones, a lo largo de una campaña de 18 años, las autoridades estadounidenses ocultaron a los ciudadanos la verdad sobre la guerra en Afganistán, el conflicto armado más largo de la historia de la gran potencia mundial, que sabían que se había convertido en imposible de ganar. Así se desprende de un arsenal de miles de páginas de documentos, obtenidos y publicados en exclusiva por The Washington Post, tras una batalla legal de tres años con el Gobierno.

Militares, diplomáticos, cooperantes, oficiales afganos. Hasta 2.000 páginas de notas de más de 400 entrevistas con personas que desempeñaron un papel directo en la guerra y que, creyéndose amparados por el anonimato, ofrecieron una versión inusualmente sincera sobre todo lo que iba mal en Afganistán. Los documentos son el resultado de un proyecto federal, bautizado como Lecciones Aprendidas, puesto en marcha en 2014 para diagnosticar los errores en el conflicto —iniciado como represalia contra Al Qaeda tras los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001— con el objetivo de que no se repitan la próxima vez que Estados Unidos decida invadir o reconstruir un país.

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“Carecíamos de un conocimiento fundamental de Afganistán, no sabíamos qué estábamos haciendo. ¿Qué tratamos de hacer aquí? No teníamos la más remota noción de lo que estábamos acometiendo”, aseguró en 2015 el general de tres estrellas Douglas Lute, que ejerció de alto mando de la Casa Blanca en la guerra durante las Administraciones de George W. Bush y Barack Obama. “Si el pueblo estadounidense conociera la magnitud de la disfunción… 2.400 vidas perdidas. ¿Quién va a decir que eso fue en vano?”.

Más de 775.000 efectivos estadounidenses han sido desplegados en Afganistán desde 2001. Más de 2.300 han fallecido y 20.589 han resultado heridos, según cifras del Departamento de Defensa. Este, junto al Departamento de Estado y la Agencia para el Desarrollo Internacional (Usaid), sin incluir otras agencias como la CIA o el Departamento de Asuntos de Veteranos, han gastado desde 2001 entre 934.000 y 978.000 millones de dólares (entre 840.000 y 885.000 millones de euros), según estimaciones ajustadas a la inflación calculadas en un proyecto de la Universidad Brown, de Rhode Island.

Año tras año, presidentes, diplomáticos y mandos militares han asegurado a los estadounidenses que se estaba progresando en la guerra y que merecería la pena continuar librándola. Los documentos vienen a contradecir esa narrativa: muchos de los entrevistados describen los esfuerzos de las autoridades para engañar deliberadamente a los ciudadanos. Los documentos, reconoce al Post John Spoko, al frente de la agencia federal que condujo las entrevistas, "muestran que se ha mentido constantemente al pueblo estadounidense", 

“Cada dato fue alterado para presentar el mejor cuadro posible”, aseguró en una entrevista Bob Crowley, coronel que ejerció de consejero de contrainsurgencia entre 2013 y 2014. “Las encuestas, por ejemplo, eran totalmente poco fiables pero reforzaban la idea de que todo lo que hacíamos era lo correcto”.

La agencia del inspector general especial para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR), creada en 2008 y a la que seis años después se encargó el proyecto Lecciones Aprendidas, publicó hasta siete informes que señalaban problemas en Afganistán y recomendaban cambios. Pero los informes dejaban fuera las críticas más duras y omitían el 90% de los nombres de los entrevistados, a los que habían prometido anonimato.

Al amparo de la ley de libertad de información, The Washington Post empezó a perseguir los registros de las entrevistas del proyecto Lecciones Aprendidas en agosto de 2016. El Post llevó hasta en dos ocasiones a la agencia SIGAR a los tribunales federales para que publicase los documentos. Acabaron entregando una parte de las transcripciones, algunas de ellas sin identificar al entrevistado. Aún está pendiente una resolución judicial que podría obligar a identificar a todos los entrevistados. Pero el Post ha decidido publicar ahora los documentos en su poder, “para informar al público mientras la Administración Trump negocia con los talibanes y valora si retirar los 13.000 efectivos que continúan en Afganistán”.

La exclusiva del diario se completa con otros centenares de páginas desclasificadas, que consisten en notas que el exsecretario de Defensa Donald Rumsfeld dictaba varias veces al día a sus subordinados, entre 2001 y 2006, bautizadas por el propio jefe del Pentágono y su equipo como “copos de nieve”. “No tengo ningún tipo de visibilidad sobre quiénes son los malos”, dice una de las notas del republicano, fechada en 2003.

La publicación del conjunto de documentos recuerda inevitablemente a los Papeles del Pentágono, la gran filtración que contaba la historia secreta del Departamento de Defensa sobre la guerra de Vietnam. Publicados en 1971, causaron un enorme revuelo al desvelar cómo el Gobierno había engañado al público durante años, ocultando que las autoridades, mientras enviaban soldados al país asiático, sabían que el conflicto se había convertido en una encrucijada de la que no podrían salir victoriosos.

Al contrario que los Papeles del Pentágono, los documentos de Lecciones Aprendidas no contienen apenas revelaciones acerca de operaciones militares concretas. Ofrecen más bien una abrumadora avalancha de críticas autorizadas que desmienten el relato oficial que se ha ofrecido al mundo durante 18 años.

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Sobre la firma

Pablo Guimón
Es el redactor jefe de la sección de Sociedad. Ha sido corresponsal en Washington y en Londres, plazas en las que cubrió los últimos años de la presidencia de Trump, así como el referéndum y la sacudida del Brexit. Antes estuvo al frente de la sección de Madrid, de El País Semanal, y fue jefe de sección de Cultura y del suplemento Tentaciones.

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