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IN MEMORIAM
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Juan Arias, maestro del optimismo

El periodista y escritor profesaba una pasión por Italia, el país al que llegó en pleno franquismo y donde fue corresponsal: “Era un paraíso de las libertades. Me forjó cultural y políticamente”

El escritor y periodista Juan Arias, a finales de la década de los 90.
El escritor y periodista Juan Arias, a finales de la década de los 90.Gorka Lejarcegi
Francesco Manetto

El día de su último cumpleaños, Juan Arias brindó con su esposa, la escritora Roseana Murray, con una copa de Brunello di Montalcino y un limoncello. Celebrar la vida era para él una forma de relacionarse con el mundo. El mar frente a su casa de Saquarema, a las afueras de Río de Janeiro, la foto de un arcoíris, el relato de una anécdota, sus amistades, sus compañeros, el periódico, una exclusiva, un recuerdo, un río de recuerdos. Los mensajes de WhatsApp, un canal que manejaba con sorprendente soltura, servían para anunciar su próxima columna y comentar la actualidad, pero también para transitar por las zozobras y la incertidumbre. Tras cumplir 92 años, el pasado mes de julio, contó que se debía a las palabras de Pedro Casaldáliga, obispo catalán, teólogo de la liberación y poeta: “Quiero morir de pie, como los árboles”.

Juan, nacido en Arboleas (Almería) en 1932, falleció este viernes en su casa por una insuficiencia renal. Hace 11 días, después de enviar su última columna, en la que se resistía a caer en el pesimismo por la victoria de Donald Trump en Estados Unidos, avisó de que no se encontraba bien y que no podría escribir durante unos días. En sus textos analizaba la vida política de Brasil, la pugna entre Luiz Inácio Lula da Silva y Jair Bolsonaro y las tendencias sociales y culturales del país que lo acogía desde finales de los noventa. Era un intérprete imbatible de las entrañas del Vaticano, que conoció primero como sacerdote de la orden de los Misioneros del Sagrado Corazón y después como periodista. Pero siempre, por mucho que la realidad abriera la puerta a la desesperanza o al dolor más hondo, como cuando su esposa Roseana sufrió un ataque de tres perros que le arrancaron el brazo derecho, se aferraba a la vida, al optimismo. Lo escribió con todas sus letras hace tres veranos: “¿Será verdad que tiempos pasados fueron mejores? [...] El miedo a esa posible vuelta al tiempo de las barbaries nos demuestra que el pasado fue siempre peor que hoy”.

Italia y el periodismo eran sus grandes pasiones. En Roma empezó a trabajar como corresponsal, primero para el diario Pueblo, después en la radiotelevisión pública italiana, la RAI, hasta que en 1977 se incorporó a EL PAÍS. “Me hace ilusión que seas italiano, pues sabrás que en tu tierra viví 40 años. Ojalá puedas escaparte a Brasil, comeremos buenos rigatoni”. Este fue su primer mensaje. Le siguieron una avalancha de historias, del cumpleaños que celebró en Calabria poco después de la final del Mundial de 1982 a aquella vez que el papa Pío XII le invitaba a una audiencia. “Salí de España en pleno franquismo y llegué allí. Era un paraíso de las libertades. Italia me forjó cultural y políticamente”, escribió.

La memoria, precisa y de extraordinaria lucidez hasta el final, marcaba sus días. En gran medida, la memoria de lo que somos y fuimos cientos de sus compañeros y compañeras. Los más jóvenes lo leían admirados. “Siempre se aprendía algo con él. Juan Arias era como nuestro abuelo del conocimiento”, recuerda Diego Mancera. El pasado lunes, se acordó de Rosi Rodríguez Loranca, mítica secretaria de Redacción, testigo de glorias y penas de generaciones de periodistas. “Ella me recogió cientos de crónicas cuando no teníamos ni teléfonos. Era nuestro ángel”. Y Juan era un maestro, de periodismo, pero sobre todo de fuerza vital. De optimismo.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.
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