Muere el maestro de periodistas y columnista de EL PAÍS Juan Arias en su casa de Brasil
El español fue corresponsal en Roma y el Vaticano, creador de Babelia y defensor de lector en una carrera de medio siglo en el diario
El periodista, vaticanista, columnista y escritor Juan Arias Martínez (Arboleas, España) ha fallecido este viernes en su casa, en Saquarema (Brasil), a los 92 años, a causa de una insuficiencia renal, según ha informado su esposa, Roseana Murray. Pese a tener una frágil salud de hierro, siguió activo hasta sus últimos días, escribiendo artículos de opinión frente al mar, en el litoral de Río de Janeiro. Desde hace más de dos décadas vivía con un solo riñón. Será velado en su hogar e incinerado.
Vinculado al diario EL PAÍS durante casi medio siglo, publicó su última columna el pasado 8 de noviembre. En ella analizaba la victoria electoral de Donald Trump en Estados Unidos y ahí estaba su sempiterno optimismo: “Prefiero, sin embargo, apuntarme a la pequeña caravana de los que se resisten a creer que todo está perdido. No lo está”. Dedicó sus últimos días a disfrutar los sorbos de la vida que le quedaban junto a su esposa, poetisa y escritora brasileña, y a despedirse de amigos, colegas y allegados. Sereno y sin dolor, Arias decidió que no quería peregrinar por hospitales. “Ya he vivido mucho y muy intenso”, escribió en uno de esos mensajes.
Arias se incorporó a EL PAÍS en 1977, poco después de su fundación, como corresponsal en Roma y el Vaticano, plaza en la que ya era un veterano. Para entonces había colgado los hábitos de sacerdote de la orden de los Misioneros del Sagrado Corazón. Siendo vaticanista, su independencia de criterio era tal que el director de EL PAÍS recibió varias presiones para que le retirasen de corresponsal. Tuvo una muy rica carrera en el diario español una vez concluida aquella etapa de 15 años como corresponsal en Roma. Participó de la creación del suplemento cultural, que él bautizó como Babelia y que se publica cada sábado. También ejerció de defensor del lector y de profesor en la Escuela de Periodismo EL PAÍS/UAM, entre otros cometidos que desempeñó en la redacción de Madrid antes de mudarse a Brasil con el cambio de siglo.
Fue a Brasil por amor, por Roseana. Tras conocerse, decidieron emprender una vida juntos. “Me ha conmovido siempre la manera como te movías, escribías y leías siempre, esa era tu preciosa y sencilla vida. Me has dado tu amor y yo el mío, hecho de todo lo que es justo y bello. Ahora has partido para la inmensidad del cosmos, si y no. Estás en mí, estoy en ti”, escribió Roseana para despedirlo.
Instalado con ella en Río de Janeiro, Arias cubrió como corresponsal los primeros mandatos de Luiz Inácio Lula da Silva y los profundos cambios impulsados por unos gobiernos que priorizaron la lucha contra el hambre y la pobreza. Ya como columnista, analizó, para el desaparecido EL PAÍS Brasil y para la edición América, la realidad política, social y económica durante años vertiginosos y convulsos, con la destitución de Dilma Rousseff, el encarcelamiento de Lula, el triunfo de Jair Bolsonaro y la resurrección política del actual presidente Lula, al que le reconocía muchos méritos, pero le reprochaba no haber preparado un buen sucesor.
En Brasil era considerado un reconocido vaticanista, escritor y analista. Arias jugó un papel crucial para que Santillana, parte del grupo Prisa, como EL PAÍS, lograra entrar con sus libros escolares en el mercado brasileño, donde adoptó el nombre comercial de Moderna.
Siempre pendiente de la última novedad, era un colega entrañable que ofrecía consejos sabios a quien se los pedía, contribuía a crear concordia y siempre estaba ahí, listo para asumir un encargo urgente.
La apacible vida que Arias y Murray llevaban en Saquarema —con los encuentros literarios con escolares organizados por ella en el porche de su casa mientras él preparaba sus columnas— se vio brutalmente sacudida en abril pasado, cuando la poetisa fue atacada durante un paseo matutino por tres perros feroces que le arrancaron el brazo derecho. Fue un golpe brutal y traumático para ambos, que llevó a Arias a escribir, poco después del ataque, lo que presentó a los lectores como “el artículo más difícil de mi medio siglo de periodismo”. La pareja, estoicos ambos y siempre vitales, fue poco a poco retomando su vida, como Murray iba relatando en su cuenta de Instagram.
Arias nació en Arboleas, un pueblito de la provincia andaluza de Almería, durante la Guerra Civil española, contienda que le dejó un desgarro que ha guiado su rica trayectoria vital y profesional. Pasó hambre y aún era niño cuando vivió la angustia de ver que su padre tenía que vivir escondido para evitar ser descubierto y fusilado. Las injusticias sociales y los excluidos siempre han tenido un papel central en su trabajo y en la veintena de libros que publicó, incluido el último, su primer poemario.
Comenzó su carrera profesional en Radio Madrid, luego pasó al periódico Pueblo, que le envió a Roma a cubrir el Concilio Vaticano Segundo. Allí Cursó estudios de Teología, Filosofía, Psicología y Filología Comparada en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. En la Biblioteca Vaticana, descubrió el único códice existente escrito en el dialecto de Jesús de Nazaret, buscado desde hacía siglos. Se quedó en Roma como corresponsal de Pueblo hasta que dimitió por el proceso de Burgos, un juicio sumarísimo en 1970, durante la dictadura franquista en España. Lo contrató la RAI, en la que trabajó hasta que lo fichó EL PAÍS, en 1977.
Arias hablaba con deleite de sus años siguiendo a varios papas y del centenar de viajes que hizo por todo el mundo acompañando a Juan Pablo II. “Un par de vueltas al mundo y sin móvil”, decía de aquellos años. En 1991 asumió la coordinación de Babelia y en 1994 fue nombrado defensor del lector.
Colaboró con numerosos medios italianos como Il Messaggero e Il Manifiesto. Obtuvo el premio Castiglione di Sicilia como mejor corresponsal extranjero, y el premio a la Cultura que otorga la Presidencia del Gobierno por sus obras escritas en italiano.
En paralelo a su carrera periodística, publicó una veintena de libros, muchos de ellos traducidos a varios idiomas y cuyas ediciones atesoraba en el estudio que compartía con su esposa. Entre los títulos que escribió, El Dios en quien no creo; Devolvednos a Cristo, Jesús, ese gran desconocido; El enigma de Wojtyla, La Biblia y sus secretos; Paulo Coelho: las confesiones de un peregrino o La felicidad invisible. La espiritualidad como camino para acceder a ella.
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