El abanderado de los jóvenes europeístas contra el rugido nacionalista
Damian Boeselager se sienta en el Parlamento Europeo representando a Volt, un partido paneuropeo
Damian Boeselager es un recién llegado a la política europea. Logró en mayo un escaño en la Eurocámara con un partido nuevo, lo que supone además una rareza en el universo político de la Unión. Volt es un partido paneuropeo, que no surge de una matriz política nacional. Es una plataforma europea desde su nacimiento. Y es así, porque a Boeselager y el ejército de jóvenes globales que le apoyan no conciben una Europa con fronteras ni una identidad nacional única. Nacieron y crecieron con una Europa que dan por sentada y ahora observan con espanto los rebrotes nacionalistas de quienes abogan por una UE jibarizada.
Boeselager, alemán de 31 años y cabeza del partido, abre mucho los ojos y sonríe como si todavía no se creyera que los pasillos de Bruselas y Estrasburgo van a ser su nueva casa. “Cuando miramos al Parlamento Europeo, vemos que los partidos nacionales tienen mucho más poder sobre ellos que el grupo europeo. Los grandes temas no se resuelven porque la política nacional bloquea temas que deberían ser resueltos desde una óptica europea. ¿Quién piensa en términos realmente europeos?”, pregunta en una librería café, al norte de Berlín, donde vive. “El cambio climático, la digitalización, la migración. Es que muchos de los grandes retos solo se pueden solucionar juntos”, defiende.
Volt dice representar a la generación más joven de votantes europeos, “los que no tienen problema en que su identidad se desdoble en varias capas que no son excluyentes. Para nosotros hoy sería totalmente absurdo, inconcebible que hubiera una frontera entre Polonia y Alemania”. Ese "nosotros" es una legión de jóvenes idealistas, que hasta ahora, no participaba en política. El 70% de sus miembros activos no tienen experiencia política previa, según sus datos. “Porque tenían la sensación de que daba un poco igual lo que hicieras, que tu opinión no iba a contar. Esa sensación es especialmente fuerte en Alemania, con la gran coalición”.
"Cutre web"
Todo empezó con una “cutre página web” y algunas publicaciones en Facebook. En seguida, unas cien personas dijeron estar interesadas y eso les dio el ánimo para seguir adelante en 2017. Hoy tienen 60.000 simpatizantes registrados y 500 grupos locales y activos en toda la Unión. El grueso de sus apoyos lo tienen en Alemania —250.000 votos en las pasadas europeas de mayo—, y el otro cuarto de millón de votos en el resto de países de la UE. Eso a pesar de que hubo países, como Italia o Francia, en los que no se pudieron presentar por las particularidades de las leyes electorales nacionales.
Al final, lograron un escaño, el de Boeselager, que desembarcó a finales de mayo en Bruselas tras la resaca electoral casi como un marciano que aterriza en el planeta Tierra. Allí negoció con el grupo de los liberales y con Los Verdes en busca de acomodo y acabaron junto a los ecologistas, como decidieron sus bases y a la vista de lo que les ofrecían sendos grupos. Volt quiere pelear para que el Parlamento gane peso frente al Consejo, porque creen que la arquitectura comunitaria es parte de la crisis de legitimidad que atraviesa la Unión. “Muchos europeos sienten que su voz no se escucha en Bruselas. Que votan en las europeas , pero que eso no sirve. Se trata de acercar a los ciudadanos a la UE”, defiende. “Lo que está claro es que no podemos seguir como hasta ahora. Estas elecciones han sido una llamada de atención”.
Dice también que la elección de su compatriota, la nueva presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, fue para él una gran decepción. “Salió de la nada, no era una candidata, pero también es cierto que los Gobiernos hicieron lo que se les permite legalmente”, dice en alusión a una candidata que no formaba parte del sistema de spitzenkandidat, es decir, no era la elegida por ninguno de los grandes partidos. Pero Boeselager también cree que eso es pasado, que ahora lo que toca es mirar hacia adelante y ser “pragmático”. “Nosotros estamos de acuerdo con los populistas cuando dicen que el statu quo no funciona. La gran diferencia es que nosotros no queremos destrozarlo, queremos mejorarlo”.
Todo eso es la teoría, la práctica pasa por montar una oficina en Bruselas y tratar de orientarse en el laberinto de pasillos y salas de la Eurocámara. Pero también por buscar la manera de influir en la agenda comunitaria desde un micropartido atípico. “¿Algún consejo?, yo soy nuevo”, admite con una frescura que se anticipa efímera.
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