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Columna
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Radiografía del fanático “que solo sabe contar hasta uno”

En este clima del resurgimiento del fanático cada vez más personas votan por lo airado, lo chocante, lo siniestro, lo enloquecedor y hasta por morir y matar

Juan Arias
Un hombre saluda al televisor cuando Bolsonaro dio su discurso tras ganar las elecciones en Brasil.
Un hombre saluda al televisor cuando Bolsonaro dio su discurso tras ganar las elecciones en Brasil.G. Borba (Getty)

El tema del extremismo y de la identidad del fanático, sea en el ámbito político, cultural o psicológico, agita a todo el mundo y es de fuerte actualidad para la sociedad brasileña, que se debate entre extremos difíciles de conciliar. Entre las definiciones que se barajan del fanático, ninguna me parece más aguda que la del recién fallecido escritor israelí, Amos Oz, considerado como uno de los mayores y más libres pensadores de nuestro tiempo. En su obra Más de una luz define al fanático como “el que sabe contar solo hasta uno”. Su realidad acaba en él. Su matemática se agota ahí. No caben ni dos, porque, según él, “una de las realidades contundentes que identifican a un fanático es su aspiración ardiente a cambiar al otro para que sea como él”.

El fanático abraza toda la realidad para que no pueda haber alguien diferente a él. No caben en sus cuentas ni la suma, ni la multiplicación. Según el escritor, “no quiere que haya cortinas en el mundo, ni sombra de vida privada o diferente de la suya”. El verdadero fanático “ se cree mandado por Dios para purificar al mundo y hacerlo todo igual, sin diferencias”.

En esta línea de raciocinio, para el fanático, “la justicia es más importante que la vida” y el “odio ciego hace que quien se haya al otro lado de la barricada resulte idéntico a él”. Una vez más, el fanático solo consigue contar hasta uno. El dos o no existe para él, o debe ser asimilado o destruido.

Esa presencia fuerte del fanatismo es hoy, según el escritor, más peligrosa después del nazismo o del estalinismo. Entonces, por un tiempo, los nazis, por ejemplo, se avergonzaban de su condición y hasta llegaban a ocultarla. Hoy resulta hasta más grave, ya que la vacuna parcial que habíamos recibido se está agotando y los fanáticos actúan a cara descubierta, casi con orgullo. “Odio, fanatismo, animadversión al otro, al diferente y brutalidad política se proclaman a la luz del sol”, escribe Oz.

Y así en este clima del resurgimiento del fanático “cada vez más personas votan por lo airado, lo chocante, lo siniestro, lo enloquecedor y hasta por “morir y matar”, apunta Amos Oz, que murió sin recibir el Nobel de Literatura seguramente por sus posturas abiertas a favor del diálogo entre Israel y Palestina, su gran obsesión democrática y humanista. Y añade que quizás no sea hoy inocente ni casual “la infantilización de las multitudes en todo el mundo”, con el fin de alimentarlas con el maná de la fascinación del fanatismo.

“Todos los tipos de fanáticos tienden a vivir en un mundo de negro o blanco”, indica Amos Oz, que confirma su definición de alguien “que sabe contar solo hasta uno”. No cabe para él la riqueza de la suma de las diferencias. El verdadero fanático es ajeno y insensible a la idea que pueda haber algo o alguien diferente de él. Así acaba privado de todo lo que enriquece. El fanático no entenderá nunca valores como la amistad con alguien que pueda enarbolar una bandera distinta de la suya, como el diálogo, la política de género, la riqueza de compartir ideas y pensamientos que no sean los suyos.

El fanático de hoy es incapaz de disfrutar de la luminosidad que produce la mezcla de los colores. Para ello, tendría que aprender a sumar y multiplicar la luz en un gran caledoscopio que refleje la riqueza de la vida y de sus contrastes. Desgraciadamente, “solo sabe contar hasta uno”. Todo el resto no existe para él, o sólo le interesa domesticado o muerto.

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