El florecer de los partidos ideológicamente amorfos
El malestar por la corrupción impulsa entre los jóvenes en Croacia a una formación antisistema que rechaza el eje político tradicional
Posaban juntando las manos, como jugadores de baloncesto dándose ánimo al final de un tiempo muerto. Era Roma, el pasado febrero, y Karolina Kahonen, Pawel Kukiz, Luigi Di Maio, Ivan Vilibor Sincic y Evangelos Tsiobanidis —líderes de cinco partidos europeos que van de lo anecdótico a lo institucional— plasmaban así su compromiso de formar un grupo parlamentario tras las elecciones a la Eurocámara de esta semana.
Poco más que sus manos unía ese día a la cofundadora de un partido finlandés en defensa del libre mercado con apenas un año de vida, a una exestrella polaca del rock reconvertida en altavoz ultranacionalista, a un viceprimer ministro cuya formación (el Movimiento 5 Estrellas) gobierna Italia con la controvertida Liga, a un adalid griego de la agricultura y la ganadería y a un veinteañero croata curtido en la lucha contra los desahucios. El pegamento: más los noes abstractos (al sistema, a la corrupción, a los partidos tradicionales) y la aritmética de la Eurocámara (son necesarios al menos 25 diputados de siete Estados miembros para formar grupo) que la coincidencia ideológica en lo concreto.
El más joven de la foto, Ivan Vilibor Silcic (28 años), representa cómo las horas bajas del bipartidismo, la amorfia ideológica y el euroescepticismo no se circunscriben al corazón del continente donde se forjó hace décadas el proyecto comunitario, sino que llegan también al último país en ingresar en la UE (2013). Croacia, que se subió al tren comunitario con un 66% de aprobación en referéndum, crece en torno al 3% en los últimos años y mira más hacia el oeste que hacia al este.
“Nos consideramos un partido antisistema, antiestablishment. No nos gusta la división izquierda-derecha. La consideramos anacrónica. Nuestra estrategia es diferente: juntemos a toda la gente y hagamos una simple división entre nuevo y viejo sistema, anormal contra normal, corrupción contra transparencia”, explica sobre la formación que lidera, Zivi Zid, a la que los sondeos otorgan entre uno y dos de los 12 (11 más uno cuando se consume el Brexit) asientos que corresponden al país en la Eurocámara.
No es un discurso inédito, pero Zivi Zid (literalmente “muro viviente”, en referencia a las cadenas humanas del movimiento antidesahucios del que germinó en 2011) aprieta las teclas apropiadas en un país de poco más de cuatro millones de habitantes incapaz de retener a sus jóvenes (se calcula que unos 180 croatas emigran cada día, sobre todo a Alemania) y con una buena dosis de escándalos de corrupción en dos décadas de bipartidismo, como el que tiene en prisión a un ex primer ministro, Ivo Sanader, desde el mes pasado y el que hundió la mayor empresa de los Balcanes, Agrokor.
Los adjetivos dependen de la mirada. Populista, peligroso y euroescéptico, para sus detractores. Transformador, necesario e incómodo para el poder, a ojos de sus partidarios, que dieron a su líder al tercer puesto (16,42% de los votos) en la primera vuelta de las elecciones presidenciales en Croacia de hace cinco años, por detrás de los dos grandes partidos, el conservador HDZ y el socialdemócrata SDP.
"Representan a los votantes jóvenes frustrados, enfadados, desempleados o infrapagados. Personas que no pueden encontrar su sitio en una sociedad croata en transición. Una gran parte viene de la izquierda, algo menos de la derecha. Les gustaría ser percibidos como la voz de las masas anónimas", señala Tomislav Klauski, columnista político en 24 sata, el mayor periódico del país.
Zivi Zid arrasa en las urnas precisamente entre quienes nacieron con ellas. Según una encuesta de CRO Demoskop, es la fuerza más popular entre los croatas de 18 a 29 años, un 31,5% (por un 9,6% entre toda la población). Es decir, entre los jóvenes que no crecieron en la Yugoslavia socialista y se libraron —o apenas tienen un vago recuerdo— de la guerra que vivió Croacia entre 1991 y 1995, tras su declaración de independencia.
Política exterior
Su fuerza reside en la denuncia del clientelismo y la desconexión entre calle y elites políticas. La política exterior, incluso en estas elecciones, apenas les granjea votos. Los dardos euroescépticos ("no queremos que alguien de Bruselas nos diga lo que hacer aquí con nuestros recursos", defiende Vilibor Silcic en la entrevista) no siempre dan en la diana. El cabeza de lista de la formación para las europeas, Tihomir Lukanic, ha dicho en las últimas semanas que “lo peor que está sucediendo” a Croacia es la “ocupación silenciosa” que ejerce Bruselas y ha propuesto convertir la Comisión Europea en un "órgano de coordinación" sin capacidad de emitir directivas y a la Eurocámara en un ente supeditado a los Parlamentos nacionales.
“En el programa proponen reformar la UE, pero en los últimos cinco años han sido muy antiUE. Hasta las elecciones, las declaraciones apuntaban a una salida. La ven como una entidad totalitaria. No creo que estas posiciones casen muy bien con el público croata, pero la gente no les vota basándose en su política exterior", asegura en conversación telefónica Robin-Ivan Capar, analista en el think-tank European Council on Foreign Relations.
Las críticas a la OTAN, combinadas con claros guiños a Rusia, también encajan regular en un país que se enfrentó hace apenas un cuarto de siglo con los serbios, aliados tradicionales de Moscú. "Vemos la OTAN como una alianza imperialista, usada principalmente por Estados Unidos para debilitar naciones soberanas a lo largo y ancho del mundo, y como una fuente de inestabilidad, terrorismo y guerra. Creemos en la neutralidad permanente para Croacia, algo así como Suiza. Queremos un mundo sin guerras y sin la influencia dominante de la industria militar. También estamos en contra de enviar tropas croatas a Afganistán, a Polonia, a la frontera con Rusia. Necesitamos al Ejército croata en las fronteras y dentro de Croacia. Hay muchas zonas aquí en que puede ser útil. Tenemos que plantar muchos más árboles, defender nuestras fronteras del tráfico de migrantes y cosas así", señala Vilibor Silcic en una entrevista con este diario en la sede del Parlamento croata, en Zagreb, donde es diputado.
La última referencia no es casual. Hoy, los movimientos de población se han desplazado al Mediterráneo, los miles que entran en la UE por los Balcanes (lejos del millón de refugiados y migrantes que lo hizo en 2015) no se quedan en Croacia, sino que prosiguen hacia el interior de Europa, y la policía se emplea con tal dureza en la frontera con Bosnia que varias ONG han mostrado su preocupación. Zivi Zid, sin embargo, ha puesto el foco en las últimas semanas en la militarización del control migratorio. "Están promoviendo intensamente una retórica antiinmigración, con la narrativa de que se está gestando una crisis y el Gobierno no lo aborda", apunta el analista Capar. El pasado día 7, la Comisión Ética de Croacia determinó que el partido había vulnerado el código ético electoral al no borrar los comentarios xenófobos que generaron artículos sobre presuntos asaltos de migrantes a casas y ataques a propiedades o cruces a los que enlazó en su perfil de Facebook.
La formación recoge estos días firmas para forzar un referéndum (hacen falta 373.514, el 10% de votantes) sobre su propuesta de prohibir la financiación pública de los partidos políticos. Es ahí donde se siente cómoda, con una mezcla de medidas atractivas para algunos sectores —prohibición de productos con transgénicos, plena legalización de la marihuana, separación total de Estado y religión—, teorías de la conspiración (uno de sus diputados, Ivan Pernar, ha asegurado que las vacunas provocan autismo y azuzado contra los masones) y manejo de las redes sociales, donde se lanzaron ad hominem contra una periodista (“¿manipula los hechos porque es analfabeta o simplemente malvada?”) por publicar un artículo sobre las finanzas del partido. En su página de Facebook difundieron también en 2017 cómo Vilibor Silcic y Pernar se convertían en los primeros diputados en ser expulsados por la fuerza del Parlamento croata, donde el mes pasado su compañero Branimir Bunjac amenazó a los guardias de seguridad con “no salir vivos”.
Con elecciones europeas ahora, presidenciales en diciembre y legislativas en 2020, los próximos meses medirán en Croacia el éxito de esta estrategia.
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