Unas Fuerzas Armadas para servir al chavismo
Con 123.000 miembros, el Ejército fue reformado por el líder bolivariano para el control social
El Ejército de Venezuela desempeña estos días un papel decisivo en la crisis política del país. El llamamiento a la movilización de los militares realizada el pasado martes por el presidente interino Juan Guaidó tras la liberación del opositor Leopoldo López puso en evidencia las discrepancias dentro de las Fuerzas Armadas, una institución que tradicionalmente ha mantenido estrechos lazos con el Gobierno venezolano y que pese a los esfuerzos de modernización de la etapa chavista ha sufrido en los últimos años las consecuencias de la crisis económica que azota el país.
El Ejército cuenta con 123.000 miembros, aproximadamente los mismos que España, casi un tercio que Brasil -el mayor de la región con 334.500- y menos de una décima parte que el de EE UU (1.359.450), según cifras del Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (IISS por sus siglas en inglés). Unos 100.000 militares venezolanos están enrolados en la Armada, la Marina y la Fuerza Aérea. Los 23.000 restantes forman la Guardia Nacional Bolivariana (policía militar).
Más dudas genera el número real de paramilitares con los que cuenta el régimen. El Gobierno chavista cifra en dos millones los miembros de la Milicia Bolivariana, un cuerpo compuesto por civiles y militares retirados. El IISS calcula que la cifra de milicianos supera los 200.000, y Rocío San Miguel, experta militar venezolana, cree que no son más de 20.000 los que realmente tienen la formación necesaria para combatir. “Muchos son empleados públicos. La mayoría no ha disparado un tiro jamás. La inscripción es el único requisito y hacerlo es una manera rápida de entrar en la maquinaria del régimen”, sostiene San Miguel, que preside la ONG Control Ciudadano.
También tienen naturaleza paramilitar el Servicio de Inteligencia Bolivariano (SEBIN) — la policía política del chavismo— y las Fuerzas Especiales de la Policía (FAES), un órgano creado en 2016 y responsable de parte de la violencia ejercida sobre opositores.
La transformación
La irrupción del chavismo en 1999 fue acompañada de una profunda renovación de las Fuerzas Armadas. "Se convirtieron en un garante de la revolución", comenta San Miguel por teléfono desde Caracas. La transformación se aceleró en 2006 con el embargo de armas al que le sometió EE UU, hasta entonces su principal vendedor de armamento junto a Italia y el Reino Unido. El bloqueo de Washington forzó a Hugo Chávez a buscar en Rusia su nuevo socio estratégico. Con el precio del petróleo disparándose, el mandatario arrancó la relación bilateral con acuerdos multimillonarios para la compra de armamento.
De fabricación rusa son los aviones de combate más sofisticados (Su-30) con los que cuenta el Ejército venezolano. También los sistemas de defensa antiaérea (S-300) o la mayoría de sus tanques y helicópteros. En 2006, ante la necesidad de expandir una industria armamentística casi inexistente, se acordó con Moscú la instalación de una fábrica de Kalashnikov en Venezuela, cuya planificación ha sido pospuesta innumerables veces entre acusaciones de malversación de fondos. El Ejecutivo de Putin envió hace unas semanas a un centenar de soldados “especialistas” a Venezuela, aunque nunca ha aclarado qué están haciendo allí.
Tras consolidar la relación militar con Moscú, Caracas comenzó a estrechar lazos con Pekín. El Ejército chino ha participado —como el ruso y el cubano— en maniobras militares realizadas en territorio venezolano. Después de que España suspendiese la venta de material antidisturbios a Caracas en 2014, miles de cascos, chalecos antibalas y artificios lacrimógenos fabricados en China llegaron a Venezuela. También han importado de la potencia asiática lanzacohetes, torpedos o aeronaves de transporte, entrenamiento y combate ligero.
Otros aliados
Bielorrusia, Irán o Turquía son otros aliados de Venezuela de menor importancia estratégica. Decenas de cadetes venezolanos se han graduado en la Academia Militar de Minsk y el régimen chavista le ha comprado al de Lukashenko gafas de visión nocturna y punteros láser. Teherán ha suministrado drones, además de anunciar en diciembre que prevé enviar un buque de guerra a lo largo de este año a las costas venezolanas. Durante su visita a Caracas el pasado diciembre, el mandatario turco, Recep Tayyip Erdogan, destacó los avances en la cooperación militar entre ambos países, aunque hasta el momento no se han concretado con ningún anuncio.
La crisis económica derivada de la caída del precio del petróleo ha afectado a la capacidad del Gobierno para sostener su gasto en armamento. Según datos del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), el país no importó ni una sola arma en los últimos dos años. Pero la situación del Ejército no fue siempre tan precaria. Un informe del instituto publicado en abril sobre el papel del Ejército en Venezuela señala que desde 1958 las Fuerzas Armadas han negociado su apoyo al Gobierno a cambio de “dinero, poder y prestigio”. La Administración de Hugo Chávez (1999-2013) fortaleció su posición. El presidente llevó a militares a puestos de Gobierno y lanzó programas que permitieron la modernización de su armamento. El gasto militar en ese período alcanzó su nivel máximo y en 2006 llegó a superar el de Brasil. El artículo 328 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, aprobada en 1999, incorporó a los militares “al mantenimiento del orden interno y la participación activa en el desarrollo nacional”. También el artículo 236 concedió a Chávez el derecho a aprobar la promoción de coroneles y capitanes, lo que en la práctica sirvió para purgar a los disidentes y ascender a los leales, muchos de los cuales acabaron en posiciones clave de empresas estatales. Según datos de Transparencia Venezuela citados en el informe, 60 de las 576 empresas públicas están dirigidas por militares. Esta militarización del Gobierno ha continuado con Maduro y en enero de este año, antes de la remodelación de Gabinete realizada tras el estallido de la crisis política, 9 de los 32 ministerios estaban dirigidos por militares.
Una cúpula mayor que toda la de la OTAN
Otra de las peculiaridades de sus Fuerzas Armadas es su cúpula elefantiásica, con más de un millar de generales y almirantes, más que toda la OTAN. San Miguel explica que la mayoría de ellos ha alcanzado el máximo rango en el último decenio, y que muchos apenas superan los 50 años. La experta también señala que a pesar de que la corrupción está extendida entre la cúpula militar, esta no alcanza a todos los altos mandos.
El llamamiento a la movilización del Ejército el pasado martes puso a prueba la fortaleza de la institución. “Hay una división entre los oficiales de alto rango y los soldados en terreno. La mayoría de los oficiales de alto rango apoyan a Maduro mientras crecen los soldados que están del lado de Guaidó”, afirma el investigador del SIPRI Nan Tian. “Por supuesto, hay algunos que aún son leales a Maduro y esto tiene que ver con el hecho de que han cometido delitos (a menudo violaciones de los derechos humanos) y, por lo tanto, si Maduro pierde el poder, serán procesados”, señala a través de correo electrónico. Precisamente para lograr el apoyo de estos militares, la Asamblea de Venezuela redactó en enero una ley de amnistía para militares y civiles chavistas que colaboren en el “restablecimiento del orden constitucional”.
“Los militares han ejercido como agentes de una política de represión donde el uso excesivo de la fuerza ha sido la norma y ha generado muertes”, afirma la directora para las Américas de Amnistía Internacional, Erika Guevara-Rosas, que se refiere también a la función social del Ejército. La guardia nacional es la encargada de distribuir comida subsidiada. “Esto ha funcionado como un control social, los alimentos son destinados a quien el Gobierno elige que sean destinados".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.