Acción y reacción en el comercio internacional
EE UU, gobierne quien gobierne, no es el enemigo de Europa sino su mayor aliado económico
Tras la victoria de Donald Trump del pasado 5 de noviembre se abrió para muchos un escenario de incertidumbre. El comercio internacional es una de las áreas donde el nuevo presidente de EE UU ha puesto el foco y parece claro que su llegada reajustará las reglas del juego. Paradójicamente, para reforzar su posición, Europa debería seguir los consejos del superhéroe Capitán América: “No tiene nada de malo sentir miedo, siempre y cuando no te dejes vencer por él”.
La UE debe reaccionar dinamizando su economía, de forma que reduzca su vulnerabilidad y aumente su resistencia a los cambios externos. Para ello, hay tres conceptos fundamentales: desregulación, inversión y productividad, especialmente importantes para aumentar la capacidad de las empresas europeas en generar y utilizar tecnologías digitales.
El sector digital es uno de los mayores inversores en investigación y desarrollo y uno de los grandes generadores de servicios que aumentan la productividad. Si las empresas europeas no consiguen introducir las innovaciones digitales en sus bienes y servicios dejarán de ser competitivas y debilitarán su posicionamiento frente al mercado asiático o estadounidense. La industria de la automoción europea y su retraso en el coche eléctrico y la conectividad es un ejemplo.
El impacto económico de las regulaciones es especialmente pernicioso en la economía digital. Es necesario valorar adecuadamente los efectos económicos negativos para las empresas derivados de normas como el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD), la Ley de Mercados Digitales, la Ley de Servicios Digitales o la Ley de Inteligencia Artificial. Todas ellas limitan el uso y combinación, por parte de las compañías europeas, de uno de los factores productivos más importantes actualmente, los datos.
En relación con la inversión, es difícil que los gobiernos europeos acepten una mayor deuda, sobre todo cuando los fondos del NextGeneration EU, el primer experimento en deuda europea, todavía se están distribuyendo. Por tanto, la UE debe utilizar políticas de oferta, es decir, mejorar la capacidad productiva de la economía a través de reformas estructurales, inversión en capital humano y fomento de la investigación. También tiene que apostar por una mayor flexibilización de los mercados de bienes, servicios, trabajo y capitales. Aunque una parte de estas políticas se debe realizar a nivel de los Estados miembros, la Comisión Europea puede, y debe, contribuir a estas reformas a través de la simplificación regulatoria.
Más allá de quién gobierne, EE UU no es el enemigo comercial de Europa sino su mayor aliado económico. Solo en 2022, la suma de las exportaciones de bienes y servicios europeos a ese lado del Atlántico superó los 800.000 millones de euros, el 5% del PIB de la UE ese año. Es cierto que, durante la campaña, Donald Trump ha propuesto tarifas generales a las importaciones de bienes de entre el 10% y el 20%, con tarifas de hasta un 60% para bienes hechos en China. Sin embargo, no está claro si el candidato y el presidente seguirán las mismas pautas o si utilizará estas propuestas para intercambiar mejores condiciones para las exportaciones de las empresas estadounidenses.
El uso de aranceles puede afectar, pero no amedrentar a la economía europea, que debe centrarse en lo que puede cambiar, no en lo que no puede. La puesta en marcha de reformas que refuercen la innovación, la competitividad y la inversión en los países europeos es más necesaria que nunca. La UE también debe hacer su parte y revisar las distorsiones regulatorias en la economía digital, para que las empresas puedan generar y acceder a las últimas tecnologías digitales. En este camino, la economía podrá hacer frente a los nuevos retos y las empresas mantener su competitividad en el nuevo mercado internacional.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.