Votos a crédito en Ucrania
La victoria de Zelenski es resultado de los errores de Poroshenko. Expresa un deseo de cambio, pero plagado de incógnitas
En la historia de Ucrania desde su independencia en 1991 ninguno de sus presidentes obtuvo el apoyo dispensado a Volodomir Zelenski en las urnas (más de un 70% frente a menos de un 30% para Petró Poroshenko). Hasta el pasado domingo los mejores resultados electorales correspondían a Leonid Kravchuk (61,6% en primera vuelta en diciembre de 1991). En mayo de 2014, también en primera vuelta y en circunstancias amenazadoras para la misma existencia de Ucrania, Petró Poroshenko venció con un 54,7% de los votos.
Casi cinco años después, los ucranianos han castigado a este político y empresario por la corrupción, por la guerra y por las penurias e inseguridades que sufren.
“Yo soy el resultado de sus errores”, le dijo Zelenski a Poroshenko el viernes en el estadio olímpico de Kiev. Así es, pero lo que ha recibido el triunfador es un crédito, es decir un adelanto para un proyecto de cambio esperanzador y plagado de incógnitas, y no el pago de una gestión ya realizada. Si se exceptúa su agudeza verbal, la capacidad del triunfador para ejercer la política está por demostrar.
Dejando aparte los territorios bajo control o en la órbita de Rusia (Crimea y las zonas separatistas de Donetsk y Lugansk), Zelenski ha obtenido mayoría en toda Ucrania (Este, Oeste, Centro, Norte y Sur). Se confirma así que la injerencia expansionista de Moscú ha consolidado a los electores, que en el pasado configuraban dos grandes zonas distintas y representativas de dos concepciones diferentes del Estado.
Zelenski no ha destapado todas sus cartas ni en su programa ni en su equipo, lo que sirvió a Poroshenko para acusarle de tener “gato encerrado”. El comediante afirmó sin detalles que confía en recuperar Crimea cuando Rusia cambie de régimen. En cuanto a los territorios separatistas del Este, el presidente electo rechaza la vía militar, apuesta por la diplomacia y pide ayuda a los periodistas para lanzar una ofensiva informativa, aunque se niega a conversar con los líderes insurgentes.
Zelenski quiere un alto el fuego y el relanzamiento del cauce negociador de Minsk con nuevos representantes. Como prioridad se ha fijado la vuelta al hogar de todos los ucranianos “prisioneros de guerra”, desde los soldados cautivos en el Este del país a los marineros apresados por Rusia en el estrecho de Kerch.
El paisaje político de Ucrania se configura en torno a un presidente que habrá de demostrar su capacidad de formar un equipo eficaz y su habilidad para imponerse a los oligarcas, incluido el que ha sido considerado su patrón financiero, Ihor Kolomoyskyi.
La clase dirigente ucraniana ha demostrado en el pasado su rapidez en reorientarse hacia los vencedores y en huir de los vencidos. Cabe pues esperar un nuevo “reformateo” de los partidos y bloques para adecuarse a las nuevas condiciones. Para su comodidad, Zelinski deberá obtener un apoyo mayoritario en las elecciones parlamentarias, previstas para el próximo noviembre. Este apoyo puede venir del robustecimiento de su partido “Servidor del Pueblo”, hoy meramente simbólico, y de la alianza con otras fuerzas. En la noche electoral a Zelinski le brindó su colaboración el alcalde de Lviv, Andriy Sadovyi, uno de los fundadores del partido Samopomish (traducible por Autoayuda), una fuerza de orientación liberal-conservadora, que formo parte de la primera coalición en torno a Poroshenko en 2014 y donde convergieron nuevas figuras forjadas en el Maidán. Sadovyi no ofrece ayuda gratis y ya insinuó que tenía un candidato al puesto de ministro de Defensa.
Poroshenko superó con elegancia la noche electoral. Reconoció su derrota y se ofreció a orientar a su sucesor. Ducho en las intrigas parlamentarias, el presidente saliente aspirará a ser el jefe de la oposición. Hay quien da su figura por amortizada, pero la experiencia de Poroshenko, sobre todo en temas internacionales, puede aún ser útil a Zelenski y a Ucrania.
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