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Despedido el muecín de la mezquita de una ciudad israelí por exhibirse en competiciones de culturismo

El dilema de Ibrahim Masri entre religión y deporte quedó reflejado hace unos años en la película 'Ibrahim'

Ibrahim Masri, en un gimnasio de Acre, el 29 de enero.
Ibrahim Masri, en un gimnasio de Acre, el 29 de enero.AHMAD GHARABLI (AFP)

Enseñar músculo y llamar a la oración a los fieles musulmanes cinco veces al día desde el minarete de una mezquita no son tareas compatibles, según la autoridad religiosa dependiente del Ministerio del Interior israelí que acaba de despedir al muecín de la Mezquita de al-Jazzar, en la ciudad de Acre (ciudad costera situada a orillas del mar Mediterráneo, antigua San Juan de Acre), precisamente por eso.

Ibrahim Masri, de 45 años, es un conocido culturista de la ciudad monumental —declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco— que lleva media vida esculpiendo su cuerpo a golpe de pesa. En el año 2000 se proclamó campeón de Israel en su categoría, pero cuatro años después, su vida dio un vuelco inesperado. El deportista, padre de tres hijos, sufrió un grave accidente del que se recuperó milagrosamente. Verse tan cerca de la muerte, lo transformó en una persona profundamente religiosa y lo llevó a conseguir el puesto de muecín, un trabajo muy respetado con el que mantener a su familia.

Ibrahim Masri.
Ibrahim Masri.

Durante años abandonó la competición, pero nunca dejó de entrenar. Algo en su interior trataba de convencerle de que volver a los concursos de culturismo no significaba ser un mal musulmán, puesto que el Corán defiende la práctica de deporte por los beneficios para la salud. Pero para el Islam, no todos los deportes gozan de la misma consideración y, en este caso, el problema está directamente relacionado con la vestimenta obligada en este tipo de competiciones. O la ausencia de ella, para ser más exactos. Estos deportistas compiten públicamente semidesnudos para mostrar la perfección de sus esculpidos cuerpos, un hecho que genera polémica entre las diferentes corrientes religiosas.

El dilema de Masri quedó reflejado hace unos años en la película Ibrahim, dirigida por Jamal Khalaile y producida por Sana Tanous, una conocida productora palestina que ha participado en dos de las cintas locales nominadas a los Oscar: el largometraje Omar, que compitió por la estatuilla a la mejor película en lengua no inglesa, y el cortometraje Ave María, laureado en varios festivales internacionales y con una excelente acogida en Cannes.

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En Ibrahim, se muestra el dilema del muecín de Acre, entre continuar con su trabajo o retomar su pasión, aún a riesgo de perderlo. Una disyuntiva, ante la que también se plantea pedir consejo al jeque de la comunidad (sheikh, en árabe), y que Masri mantuvo en su fuero interno durante años. Finalmente, en 2017, participó en el certamen nacional de culturismo. Una decisión que desató la polémica y le ha costado el puesto.

La voz de Ibrahim Masri llamando a la oración en el casco histórico de Acre se ha apagado esta semana por orden de la autoridad hebrea que supervisa las minorías religiosas en Israel —la que tiene la última palabra a la hora de designar a este tipo de trabajadores a tiempo completo—. Los funcionarios del Ministerio del Interior han considerado que su “inmodestia” en el vestir es “incompatible” con su trabajo.

Una resolución considerada “injusta” por el almuédano, al que de nada le sirvió pedir perdón y prometer no volver a competir tras ser amonestado. El caso de Marsi será revisado a finales de febrero, porque el culturista ha emprendido acciones legales para tratar de ser readmitido como muecín del templo de las cúpulas verdes, popularmente conocido como la Mezquita del Pachá (Jamia al-Basha, en árabe).

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