“Pedimos a Europa que fomente la migración legal”
Túnez defiende su lucha antiterrorista y asegura ser "tan seguro como un país europeo"
Túnez pervive como el único éxito de las primaveras árabes de 2011. Cuando se cumplen ocho años del derrocamiento de la dictadura de Ben Alí, el Gobierno tunecino trata de convencer a sus vecinos europeos de la importancia de mantener a flote esta incipiente democracia en una región muy condicionada por el radicalismo. El ministro de Exteriores de este país, Khemaies Jhinaoui (Kairouan, 1954), se reunió este martes en Madrid con su homólogo español, Josep Borrell, que deseaba profundizar en la lucha tunecina contra el terrorismo y a favor de las libertades. La inmigración, inevitable entre dos países a los que separa el Mediterráneo, también formó parte de sus discusiones. “No es un tabú para nosotros”, explicó Jhinaoui en una entrevista a EL PAÍS posterior a su encuentro con Borrell.
El país magrebí no constituye un problema en cuanto a flujos migratorios. “No somos origen de muchos migrantes clandestinos a Europa. Hubo un pico en 2011, por la falta de control de las fronteras, pero cuando empezamos a controlar ya no hubo problema. Queremos seguir haciéndolo, pero también queremos desarrollar, con nuestros amigos europeos, canales de migración legal”, enfatiza el ministro, diplomático de profesión, desde un sobrio despacho situado en la embajada tunecina en Madrid.
Si ese esquema se desarrolla, Jhinaoui augura beneficios para ambas partes e insta a España a tomar nota: “Europa tiene un problema de recursos humanos. El nuestro es cómo proporcionar empleo a nuestros jóvenes universitarios. Ya tenemos algunos esquemas con Italia, Francia, Alemania, Bélgica y Suiza. ¿Por qué no comenzar a discurtirlo con España?”. El jefe de la diplomacia tunecina, que también se reunió con Felipe VI en el Palacio de la Zarzuela, augura una próxima visita del ministro español a Túnez para desarrollar este y otros aspectos de la relación bilateral.
Falta de apetito en Bruselas
Pese a la lógica de su argumentario, la Unión Europea muestra poco apetito para fomentar las vías legales de llegada cuando las entradas irregulares llevan cinco años poniendo a prueba las costuras del proyecto comunitario. Más que ofrecer alternativas legales a esos tránsitos mortales en el mar, Bruselas busca algún candidato en la ribera mediterránea que albergue una especie de plataformas para desembarcar en un lugar seguro a migrantes cuyo destino inicial sea el club comunitario. Túnez fue uno de los primeros nombres sugeridos en la capital comunitaria, pero su ministro lo rechaza tajantemente. “Colaboramos en el control de la frontera, hacemos todo lo posible para rescatar y para que nuestra gente no se vaya al mar, pero nuestro país, que está en transición, tiene sus propias dificultades. No podemos asumir otras”, razona.
Frente al control que exhibe el país en este terreno, a Europa —y a España en particular— le preocupa la porosidad de la frontera tunecina con Libia. Por esa linde transitan yihadistas que pueden acabar recalando en Europa, un asunto por el que Borrell manifestó inquietud durante su encuentro con Jhinaoui. El político tunecino alega: “Hoy nuestras fuerzas de seguridad están mejor entrenadas, mejor equipadas. Túnez es tan seguro como cualquier país europeo. Hacemos todo lo posible por mantener seguras nuestras fronteras porque además hemos visto el impacto en nuestra economía”.
Pese a las dificultades que tiene la población para percibir las mejoras derivadas de la democracia, el titular de Exteriores defiende la transformación que ha experimentado el país, con una Constitución aprobada en 2014 que consagra la igualdad de géneros (aunque en las herencias aún prima el varón). Jhinaoui aboga por cambiarlo: “Los conservadores dicen que va contra el Corán. Pero somos un Estado civil y la discriminación es contraria a la Constitución”.
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