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Macri deja caer a su secretario de Energía un día después del nuevo ‘tarifazo’

Javier Iguacel abandona el cargo tras anunciar subidas de hasta el 55% en la electricidad y el 35% en el gas

Javier Iguacel asume como ministro de Energía de Argentina, el 21 de junio de 2018 en la Casa Rosada.
Federico Rivas Molina

Mauricio Macri cierra el año con una crisis de gabinete. Su secretario de Energía, Javier Iguacel, abandonó su puesto luego de hacer el trabajo sucio. El jueves, en una rueda de prensa, anunció una subida en las tarifas de electricidad y gas de entre el 55% y el 35% —por encima de la inflación proyectada en Argentina para 2019—, pagó el costo político del malhumor social y, un día después, renunció. La mala relación con su jefe directo, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, allanó el camino para su salida a solo seis meses de asumido. En el camino soportó que su cargo se devaluase sin escalas de ministro a secretario en septiembre, cuando Macri decidió un plan de austeridad que eliminó 13 carteras del gabinete. En lugar de Iguacel asumirá Gustavo Lopetegui, quien fuera vicejefe de Ministros y ahora hombre de poder en las sombras.

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La salida de Iguacel ha puesto en evidencia las tensiones en un Gobierno que cierra el año en el peor de los escenarios imaginados. 2018 no ha sido fácil para Macri y los argentinos: del crecimiento pronosticado hace 12 meses, el país sudamericano ha pasado a una caída del PIB que rondará los dos puntos. La inflación pasó de una expectativa de 12% a casi 50%, el peso perdió la mitad de su valor y subieron la pobreza y el desempleo. En medio de la crisis, Argentina recibió del FMI un rescate financiero de 57.000 millones de dólares. La situación no es la mejor y el año que viene Macri buscará su reelección. Por eso, el Gobierno decidió dar todas las malas noticias juntas, como el aumento de tarifas y una subida de 38% en el transporte público que se completará en marzo.

Iguacel fue así el portavoz de malos augurios. Desde que Macri asumió, el precio de los servicios públicos se ha multiplicado hasta por diez veces, con el argumento de que el Estado no podía seguir pagando los subsidios que durante el kirchnerismo mantuvieron planchadas las tarifas en hogares y empresas. El desgaste producido por la política de aumentos, que también alcanzó a los combustibles, costó el cargo al primer ministro de Energía, José Aranguren, y ahora a su sucesor. La renuncia de Iguacel debe leerse también como un voto presidencial a favor del ministro de Hacienda, Dujovne, la cara oficial ante el FMI. Dujovne mantuvo un pulso con Iguacel porque siempre se opuso a mantener el nivel actual de los aportes del Estado a la explotación de Vaca Muerta, un enorme yacimiento de gas y crudo no convencional que promete grandes beneficios a Argentina.

“Por razones que expliqué al Presidente, renuncié al cargo de Sec. de Energía, poniéndome a disposición para seguir acompañando la transformación que lleva adelante. La tarea para construir un país unido, honesto y justo es titánica. Requiere pasión y perseverancia”, escribió Iguacel desde su cuenta en Twitter. Dejó así abierta la puerta a un regreso, aunque tal vez a algún sitio menos honorable. Su relación con Macri se deterioró en octubre pasado, cuando decidió sin consultar una compensación para las gasíferas afectadas por la devaluación del peso que debían abonar los usuarios en 24 cuotas. La ira popular obligó al Gobierno a dar marcha atrás y dejó al Presidente golpeado en un tema especialmente sensible. Iguacel tendrá que esperar a que Macri regrese de las vacaciones que se ha tomado en la Patagonia para saber que le deparará el destino.

La llegada de Lopetegui a Energía supone un gran éxito para el jefe de ministros, Carlos Peña. Lopetegui fue su mano derecha hasta el ajuste de septiembre y alguna vez tuvo a su cargo la coordinación de las grandes obras de infraestructura relacionadas con el sector hidrocarburos. Si bien nunca se fue del todo de la gestión, ahora tendrá presupuesto propio. Lopetegui heredará, además, resuelto el tema de las tarifas, aunque todo dependerá de que las variables económicas argentinas no vuelvan a saltar por los aires.

Diciembre suele ser un mes conflictivo en Argentina. A fin de año se concentran los reclamos sociales y aún está en la memoria aquel diciembre negro de 2001, cuando el presidente Fernando de la Rúa abandonó la Casa Rosada en helicóptero. Cualquier posible desborde se neutralizó esta vez con el dinero de la ayuda social y la tregua con los movimientos piqueteros ha funcionado. Los mercados también despidieron el año en calma, pese a las críticas que recibió la decisión de Macri de reglamentar, esta semana, una ley de 2017 que estableció un impuesto a la renta financiera, derivada de plazos fijos y bonos públicos. El peso ayer se apreció 1,53% frente al dólar y la Bolsa subió 2,6%. Ha sido un poco de aire fresco para Argentina, en el final de un año para el olvido.

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Sobre la firma

Federico Rivas Molina
Es corresponsal de EL PAÍS en Argentina desde 2016. Fue editor de la edición América. Es licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de Buenos Aires y máster en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona.

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